La otra versión de la historia.

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No se quién soy, ni cuanto tiempo estuve aqui. Un día desperté y estaba en un estante. No podía moverme con libertad. ¿Qué me había pasado? No tengo ni idea. Cada día era igual al anterior, en esa vieja estantería. Llegaban, veían todo lo que había y seguían de largo. Creí que nunca me iría de ese lugar. Que me volvería solitario y nunca llegaría mi boleto de salida de ese lugar. Hasta que llegó ella. Una pequeña niña de ojos cuales zafiros y cabello negro como carbón, con una gran sonrisa se acercó donde yo estaba. Me tomó entre sus delgados brazos y me abrazó. "Este es lo que quiero, nos lo podemos llevar", le dijo al señor que le seguía por detrás. El señor, que hasta ahora supongo que es su padre, tomó mi etiqueta que estaba en mi ojera derecha. Con una mirada de preocupación, leyó lo que había ahí. Miró a la pequeña, y al ver su cara de emoción le dijo: "Nos lo llevaremos, pero tienes que prometer no pedir nada más por hoy." La niña feliz me volvió a abrazar y me dijo al oído, "Ya no estarás solito, osito bonito. Yo seré tu amiga".

La pequeña, abrazándome todo el camino, me cantaba con su hermosa voz en el oído. También, cuando llegamos al auto con el cual íriamos a casa, me sentó encima de ella. Me contó hermosas historias donde ella y yo éramos felices juntos. Donde dejaba de ser un muñeco y me volvía un niño. Desde ese día fue mi sueño, algún día ser el niño que la acompañaría siempre. Un largo momento se quedó callada, pensativa. Me miró con esos ojos azules como el mar, y sonrió. "Necesitas un nombre amiguito, no puedes ser osito por siempre..." empezó a divagar con diferentes nombres para mi, "Creo que te llamaré Teddy. Sí, Teddy será."

Sólo quise poder responderle, hablarle y dejar que me entienda. Pero la vida no me permitió eso. Me ató a una realidad que odio, ser sólo un muñeco, sin habla o movimiento alguno.

No llegamos a casa directamente, como yo esperaba. Estabamos frente de un hospital, un gran hospital. La pequeña me tomó entre sus brazos y caminó a la entrada. Entró como si conociera el camino desde hace mucho antes, y saludó a cada enfermera por su nombre. Me preocupó un poco, parecía como si siempre hubiese estado aquí. Seguió por un gran pasillo y a pesar de estar en un hospital, fue saltando y cantando todo el camino. Estaba con esa gran sonrisa que me mostró cuando me vió la primera vez. Pude sentir su alegría, y eso me hizo feliz. Yo estaba aqui para alegrarla a ella, pero ella era la que me alegraba a mi.

Llegamos a una habitación con la puerta decorada. Estabamos en el pabellón de niños, como pude observar. Entró por la puerta con muchas lunas dibujadas. Cuando entré en sus brazos, pude ver una gran camilla que ocupaba el lugar. A pesar que la cama era grande, había mucho espacio libre. Junto a un ventanal de la habitación, se hallaba una mesa con muchos papeles con dibujos, además de los colores que estaban desordenados sobre la mesa. También estaba un control de televisión, un telefono fijo y una pulsera de hospital, en la cual se podía leer: Luna Miller. 7 años. Leucemia.

Hasta ahora no me explico qué es eso. ¿Por qué mi pequeña tenía eso? ¿Por qué se la llevó? Destruyó lo unico que tenía, y ni siquiera sabía que significaba. Leucemia.

Ví como ella tomaba su ropa y se la quitaba. Se puso una bata que el hospital proporcionaba y se hechó en la camilla. Su padre me acercó a ella y me dejó junto a su cuerpo. Luna me tomó entre sus brazos y se quedó dormida. Minutos después llegó el doctor a verla. Vió la información a los pies de la cama de la pequeña. Anotó algo y se puso a conversar con el papá de Luna. Algo que alcancé a escuchar fue: "Sabes que hoy es la última vez que sale del hospital. La leucemia esta avanzando, ya no le quedarán fuerzas. Debe permanecer aquí desde ahora." Y el doctor tenía razón. En los días siguientes, le costaba cada vez más hacer sus cosas. Se demoraba mucho más y su fuerza se reducía a nada. Ví como lentamente se apagaba su vida ante mis ojos y me dolía saber que no podía hacer nada para salvarla.

Desde ese día, la acompañé cada día en el hospital. Me llevaban a sus exámenes para hacerle compañía. Estuve en los mejores días, cuando sonreía y se divertía, Cuando cantaba y bailaba en su habitación. También estuve cuando ya no tenía fuerzas para caminar. Cuando le costaba sentarse en la cama a ver un poco de televisión. Estuve cuando la empezaron a conectar a diferentes máquinas. Cuando le pusieron la intravenosa. Esos últimos días en sus brazos, cuando ella ya sabía que se acercaba su final. Me abrazaba llorando, "Yo no me quiero ir Teddy, no puedo. Debo seguir aquí por mi papá y por ti. Aún soy muy pequeña." Se me partía el alma escucharla así. Quería ir y poderle responder, abrazarla, besarla en esas mejillas que tiempo atrás fueron rosadas y que ahora toman un color pálido y sin vida. Pero esta vida me castigó con la condena más terrible del mundo. Ser sólo un peluche y no poder salvar a quien amaba.

Ese último día a su lado. No estaba planeado el final para ese día, pero aún así sucedió. Se despertó con una sonrisa en su rostro pálido y adolorido. Se esforzó todo lo que el cuerpo le permitió. Caminó, trató de cantar aunque no le salía la voz. La mimaron como nunca. Esa noche, mientras soñaba, la vida abandonó su cuerpo. Trataron de reanimarla, pero fue inútil, su alma ya era libre de todo el dolor que soportó. Una noche oscura, sin luna, fue el final de su vida.

Ya han pasado unas semanas desde que ella partió llevandose todo mi corazón. Cuando di con el hecho que nunca más la volvería ver sonreír, cantar o mirarme con esos ojos zafiros, deseé que ella no se hubiese ido. Hay tanta maldad en este mundo, ¿Por qué tenían que llevarse alguien tan bueno e inocente? Deseé dejar se ser un muñeco y poder haber vivido esos días como un niño. Abrazarla como nunca pude. Hacerle reír sólo por ver esa hermosa sonrisa que extraño tanto.

Hoy sólo soy un muñeco más, olvidado. Con una gran historia que nunca pude contar, de cómo la vida se llevó lo que más amé. Pero no me enojo contigo, vida. Me entregaste algo que siempre valoraré, el amor de mi Luna. Se que su amor fue corto, pero fue real. Y mi amor por ella siempre estará ahí. Es un amor incondicional y que a pesar de la muerte, nunca terminará.

La otra versión de la historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora