Casuality I: Zoe

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Avanza, un paso frente a otro elegantemente, a su alrededor cadáveres de hombres, caballeros.

Supo que algo iba mal en el instante que había visto los orcos y el demonio en Marakamda, lo sabía, era obvio, estaba infestado de orcos y esqueletos, incluso zombies, producto de necromancia. Pero jamás había pensado que aquel antiguo mal de las leyendas de las batallas de Eresh Kigal hubiese resurgido.

Había intentado advertirles a los hombres en Tell-halaf, y a los enanos en el monte Kelbegen. Ambas ciudades estaban tomadas.

Y lo hizo. Tomo la decisión.

Fue una mera casualidad que hubiese estado en Marakamda en ese momento. Fue una casualidad que supiera sobre Dal Gurak. Y fue una aún mayor que la idea de tomar el asunto en sus propias manos cruzase su mente.

Había sentido miedo, ansiedad y alegría en su travesía, y había gritado, liberado la vorágine de sentimientos que tenía cuando el señor del mal había caído ante sus pies.

No lo había hecho por dinero ni por deber, sólo, sólo había querido hacerlo, no dejar las cosas como estaban como solía hacer, porque sabía que no podía, o todos serían arrastrados a las tinieblas. Así que lo hizo. Llegó al templo de Ianna, tomo la espada y le incrustó en el trasero a Dal Gurak y al viejo decrépito que lo dirigía.

Más fue sólo casualidad que lo hiciera, porque de haber sido una de sus hermanas, sabía con claridad que hubiesen tomado sus pertenencias y se hubiesen largado a la isla de donde provenían. Pero no era ellas.

Y en el fondo, también sintió que era su deber intentar algo contra las tinieblas que se cernían en su tierra actual.

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