Llamé a la Pelirroja y le pregunté si quería conocer a unos amigos. La idea de ellos era muy buena, si ellos me veían con la Pelirroja y yo lograba contar que era la terapeuta de Pía, el trabajo estaba hecho: Pía se enteraría y no porque fuera un bocón, ni porque pensara en tener algo con la Pelirroja.
La Pelirroja quería saber por qué, le dije que era una pareja de amigos que la querían conocerla y le gustó la idea. Y pensé que le gustó porque sintió que hablaba de ella con otra gente, lo que la hacía importante o la hacía tener el sartén por el mango. Me pidió que la pasara a buscar.
Y fue lo que hice, llegué a su departamento y me abrió la puerta semidesnuda: tenía la blusa desabotonada y andaba en ropa interior. Me dijo que le diera unos minutos para terminar de arreglarse. Pasé a la cocina y me serví algo. Fue ella la que me lo propuso. Después volvió con la blusa abotonada y una pollera que la hacía ver como una mujer inteligente e interesante. Le dije que estaba linda, me dio las gracias y me preguntó si nos íbamos al tiro. Le confesé que prefería que nosotros llegáramos primero.
- ¿Por qué?
Y la verdad es que no sabía por qué, supongo porque quería salir de su departamento para no terminar amándola antes de ir, era injusto que nosotros lo hiciéramos y ellos no. Así como siempre me pareció injusto que en una fiesta algunos amigos llegaran acompañados y otros no. ¿Igualdad?
Nos sentamos en una mesa esperando a que llegaran, la Pelirroja quería saber de dónde los conocía y le conté que la Magda era la amiga que me había acompañado a la fiesta swingers y que ella había conocido a César ahí y, que César era el ex pololo de la Oriental. Se empezó a reír. Si uno lo ve así, es muy gracioso, yo también me reí con ella mientras le hacia con mis manos una señal para que esperara.
- Y César es el que me presentó a Pía.
Dejó de reír.
- O sea que gracias a esta reunión voy a perder un cliente.
Mentí:
- No lo había pensado. Si quieres nos vamos.
- Nunca hablo de mis clientes, no tengo por qué contarles que soy su terapeuta.
Y me empecé a preocupar, me puse la soga al cuello solo. Si Pía dejaba de ir a su consulta porque la Pelirroja estaba saliendo conmigo, la culpa sería sólo mía. Mi plan estaba fallando, como había fallado el anterior, a recordar; salir con una soltera, después con una divorciada, para terminar con una divorciada con hijos. En estricto rigor no había fallado porque era gracias a ese plan que había conocido a la Pelirroja. Y llegaron, nos saludamos, nos sentamos y pedimos unos tragos. Empezamos a conversar y empecé a tratar de ver cómo podía hacer para que la Pelirroja contara que era la terapeuta de Pía. En realidad no tenía cómo, lo que si podía hacer era contarlo ahora como si era la primera vez que lo hacía. Por último iba a quedar como indiscreto y no como bocón interesado en ella. La Magda se lo dijo:
- Así que eres la terapeuta de Pía...
Y la mirada de la Pelirroja se vino directo a mí, por como me miró intuí que quería saber por qué lo había hecho. César se largó a reír, le parecía muy gracioso que todos estuviéramos mezclados con todos.
- No puedo hablar de mis pacientes.
Y César tenía razón. E iba a tener que dar explicaciones convincentes si quería que la Pelirroja me perdonara. Y me vino un sentimiento de promiscuidad: había besado a la Magda, a la Oriental, a Pía y a la Pelirroja. Yo era el punto de unión de esa mesa, si estábamos ahí era gracias a mí. Y me sentí importante, no sé por qué.
Seguimos hablando y al parecer la Pelirroja olvidó el incidente, hizo como que nada había pasado y hasta me tomó la mano. La Magda hizo lo mismo con César. La conversación siguió hasta que llegó la hora de ir a otro lado. Fue ahí cuando pensé que mi pareja iba a preferir que nos retiráramos para ponerme claras las cosas, pero para mi sorpresa aceptó y hasta propuso el lugar al que fuéramos. ¿Lo había olvidado, no le importaba?
Mientras bailábamos me encaró.
- ¿Por qué les dijiste que era la terapeuta de Pía?
- No pensé que fuera tan importante.
- La confianza con el paciente siempre es importante.
- No sé que decir.
- Supongo que tampoco la puedo seguir viendo, pero debería habérselo dicho yo.
- Si quieres hablo con ellos para que no digan nada.
- Deja las cosas como están. Voy al baño.
Y se fue al baño y me sentí un idiota. Pero no tenía nada de malo que le contara a una amiga que estaba saliendo con alguien que me gustaba. Eso no implicaba que tuviera que contar ese detalle. A lo mejor lo hice para provocarle celos a la Magda. Pero no era necesario ese detalle, sí para contarle como la había conocido. Lo único que tengo claro es que lo hice sin saber, sin maldad. ¿Por qué tuve que contar ese detalle? ¿Me hacía sentir mejor? ¿Más importante? En el fondo era un detalle anecdótico, y era parte de la historia, lo que lo hacía más interesante. Era malo porque era el trabajo de la Pelirroja lo que estaba en juego, cometí una imprudencia. Ella volvió y me dijo molesta:
- ¿Cómo lo hago para que mantengas la boca cerrada?
- Dame un beso.
Y me lo dio, y me gustó y sentí que me perdonó. Siempre he pensado que cuando uno logra superar una pequeña crisis con una persona, es porque las cosas pueden resultar. Y habíamos salido airosos de ésta. Para mí, de ahora en adelante, ella sería mi pareja, aunque no fuera el momento para pedírselo.
Cuando íbamos en su auto a mi departamento, me preguntó si yo había tenido algún tipo de relación con la Magda, además de la amistad. Le dije que nos habíamos besado antes de la fiesta y le conté como fue, obviamente omitiendo el detalle, ahora sí, que me había gustado.
- No sé, pero me dio la impresión que ella siente algo...
- ¿Amistad?
- Celos... supongo que de amiga.
Y pensé que era ella la que estaba celosa, porque siempre las mujeres andan viendo maldad en las amigas. Cada vez que he tenido una relación, hay alguna polola que le tiene celos a una amiga. Aunque sea una estupidez lo voy a plantear por si a alguien le sirve. ¿Existe la amistad entre hombres y mujeres? No lo sé, pero tampoco me interesa averiguarlo. No todavía. Decidí mostrarle mi departamento.
Le gustó. No sé por qué, pero le gustó. ¿Era verdad eso que el departamento de uno es el mejor reflejo de lo que es? No, es el reflejo de lo que uno siente en el momento en que lo elige y lo arregla. Mi departamento es tal cual a lo que estaba sintiendo en ese momento. Un lugar desolado y sin orden aparente. ¿Eso es lo que le llamó la atención a la Pelirroja? Se lo pregunté:
- Me gusta que sea simple y práctico.
- ¿Que tiene de práctico?
- Tiene un equipo para bailar y una cama para amar.
- También tengo un sillón.
Y se rió. Y después me dijo que no fuera tan fome, que había muchos lugares donde hacerlo.
- ¿En este departamento, dónde?
Y me llevó a la cocina. Y fue ahí donde me desvistió,y fue ahí donde me amó. Definitivamente el problema de Pía estaba resuelto. Lepedí que fuera mi pareja y me dijo que ya lo éramos, o si no nunca me habríaperdonado que les contara, a mis amigos, de su vínculo con Pía. Reciénestábamos empezando algo: ya tenía una pareja, que era lo que andaba buscandodesde el día en que volví a pisar Santiago. Y me asusté. Es fácil tenerla, lodifícil es "mantenerla". om|buVXE
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El Amor en tiempos del "Like"
RomanceLas Redes Sociales han cambiado la forma de relacionarse de las personas. El plan de Andrés es encontrar el amor cuando nadie busca amor: ha trazado un plan, como el trazado del transporte público de cualquier gran Ciudad. Como si la forma en que n...