Te oigo, aquí todos hablan fuerte y te opacan; no guardan silencio, parece como si hubieses olvidado algo, y te excluyen, a lo mejor y son las palabras que se te hacen desconocidas, quizá los números han perdido su valor en tu cabeza de las veces de la época de los años cuando yo redactaba panfletos y paskines porque era muy punk, y mis ideas tan fuertes y punzantes, que debía hallar medios suficientes para que se asolearan al patio de la realidad, frente a todos, los hipócritas y tú que obstinada con ojos de cervatillo herido merodeabas mis miradas, como haciendo alarde de víctima, muy silenciosa, casi truculenta, a tientas en la oscuridad de la antesala de lo que los poetas que dicen serlo llaman alma.