Capítulo 4

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La habitación se ilumina con su presencia, han sido varios años desde que lo vi por ultima vez, pero no cabe duda que todo sigue igual, el sigue siendo el mismo muchacho simpático del que alguna vez me enamoré.

-¿Cómo estás, Ían?-no puedo evitar que mi voz temblorosa suene con demasiada pena.

-mucho mejor ahora que te veo despierta- si voz está quebrada- perdóname, no fue mi intención hacerte daño, Clarissa. Prometí que te cuidaría y lo único que hice es mas daño.

Se acerca demasiado rápido, mi corazón se acelera como tren descarriado y en un abrir y cerrar de ojos... me toma la cara entre sus manos y me besa... ¡por Dios! ¡¿Esto en realidad está pasando?! Mi cuerpo y mi mente son un torbellino de sensaciones y pensamientos, es como si todo desapareciera y solo estuviéramos él y yo. Compruebo una vez mas que todo sigue igual, nada absolutamente ha cambiado, NADA. En este pequeño momento deseo que nada nos separe y poder vivir junto a este maravilloso hombre el resto de mis días. Pero una nube de mi estúpido sentido común opaca nuestro encuentro espectacular, me aparto de él. El dolor que siento es mas grande de lo que creía, no puedo dejarlo ir de nuevo, NO QUIERO DEJARLO IR DE NUEVO. Pero tristemente tengo que hacerlo.

-Ían, no, por favor- mis lágrimas empiezan a rodar.

-lo siento, no quise...- hace una pausa, como si estuviera tomando valor- ¡mentira! Sí, sí lo quise, lo he querido desde siempre, nunca he dejado de amarte y ahora nada me lo impide ¡no pienso alejarme de ti jamás!  ¡Entendiste!- su respiración y la mía son igualmente agitadas, su desesperación es casi tangible en el aire que nos rodea- pasé toda una vida esperando por esto, nada ni nadie puede arrebatarte de nuevo de mi lado, Clarissa, yo te amo.

Mi corazón da vueltas de felicidad, pero igual de tristeza, estoy en un parteaguas de mi vida en este justo momento,  no hay nada que desee más que rehacer mi vida con mi primer amor. Entonces volteo a ver los dibujos que Julia y Raziel en la mesa de noche... no puedo hacerles esto.

-Ían, no podemos, mis hijos tienen un padre excepcional, no puedo arrancarles eso... no puedo anteponer mi felicidad a la de ellos. Son solo unos pequeños-

-tú sabes bien que yo les podría dar una mejor calidad de vida, y sabes también que no me refiero al dinero, el hecho que sean tú sangre me hace amarlos como si fueran míos-

-lo sé. Pero eso no significa que puedo destruir su familia, no soy quien- mi alma se desintegra en cenizas de cenizas una vez y otra vez, entiendo que tengo que dejarlo ir. La única solución posible, es esta- Ían, yo amo a Leonardo. Simplemente lo amo, no puedo dejar todo por ti, no puedo dejar mi familia por ti-

Su expresión es como la de alguien que acaba de ser apuñalado. Sus lágrimas caen aun mas de prisa, vuelve a acercarse y me abraza fuertemente. Tenerlo así de cerca es embriagador, pero es un lujo que no me puedo permitir, a pesar de que mis costillas aun duelen un poco por su abrazo, no se compara con el dolor de perderlo de nuevo.

-no puedes amar a un hombre que te es infiel, Clarissa, él no te merece, yo jamás te fui infiel, siempre te respeté y te amé todo este tiempo- su desesperación era cada vez mas visible, como si todo saliera de sus manos- por favor, vuelve a mi.

Un estallido de ira y desesperación surgieron y mis gritos empezaron a escucharse por todo el silencioso pasillo del hospital:

-¡NO TU NO ME FUISTE INFIEL, ALGO PEOR QUE ESO, TU NO VOLVISTE! ¡TU NO VOLVISTE CUANDO TUBISTE LA OPORTUNIDAD DE HACERLO!- mis ojos volvieron a estallar en lagrimas, hicimos una larga pausa, hasta que pude sacar unas palabras- no estuviste ahí... justo cuando mas te necesitaba, tu dijiste que me cuidarías y que nada me pasaría, pero no estuviste ahí, solo pudiste arreglar las cosas como tu y solo tu sabes...-

Infierno y Paraíso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora