-Cuando llegue al numero uno, estarás completamente dormida. Cinco... cuatro... tres... dos... uno...
-despierta.
La voz del Dr. Me trajo de vuelta, no tenia idea de que había pasado, sentía como si hubiera dado un bostezo y regresado al instante. El Dr. Tavares me miraba sin mostrar ninguna emoción en su rostro, pero aun así comenzó a hacerme preguntas.
-Clarissa, dime, ¿Quién es Ían?- su pregunta me sorprendió un poco.
Mis ojos casi saltan de mi cabeza.
-err... Ían es mi primer... ¿amor? Tal vez.
-¿tal vez? O ¿realmente lo fue? Necesitas ser mas especifica.
-bien, Ían es la primer persona que realmente amé, solo que mis padres decidieron que debía alejarme de él, por que... es complicado, solo tuvieron que hacerlo por mi bien, pero nunca en mi vida he vuelto a sentirme igual con nadie mas.
-bien, los datos que hemos recabado hoy son demasiado importantes, Clarissa, pero creo que no deberíamos forzarte mas. Pasa con mi secretaria a programar una cita dentro de tres días, dile que tienes prioridad. Espero verte, hasta luego.
-pero... ¿Cómo? Yo no me siento forzada, no puedo quedarme así, con las mismas dudas con las que llegué aquí, se supone que vine a encontrar respuestas, no para irme igual.
-Clarissa, entiendo como te sientes, es comprensible, pero ésta es tan sólo nuestra primera sesión, no puedes esperar a que todo se resuelva tan solo en una hora. Aquí tienes una copia de la grabación de lo que has dicho. Para tu tranquilidad, ¿te parecería que adelantáramos la próxima sesión para mañana?
Tal vez tenga razón, así que accedo y me despido. Puedo ver una mirada un poco nerviosa en el Doctor, por lo que concluyo que hay algo mas que no quiere decir. En fin, mañana nos veremos de nuevo.
Mientras caminaba hacia mi auto, revisé las llamadas perdidas, había cinco llamadas de Leonardo y dos de Sally, cuando de pronto mi celular vibró, era Ían.
-¿hola?
-hola, nena, ¿Cómo estas?
-¿Qué quieres, Ían?
-creo que es obvio, saber como estas... y bien... ¿Cómo estas?
-bien, gracias. Ya lo dije, adiós-mi tono de enfado solo lo hizo reír.
-excelente, hasta mañana, mi amor- la ironía desbordaba por sus palabras y lo interrumpí antes de colgar.
-¿Ían?
-¿si?
-gracias por estar al pendiente, pero necesito por favor que dejes de llamarme, al menos los próximos quince días.
-¿por tus citas con el terapeuta?
-¿Cómo lo sab...? claro, Sally.
-no, Jessica, y está bien, tienes quince días en los que no te llamaré.
-gracias Ían.
Y cuelgo. Así como puede ser dulce, Ían puede ser demasiado exasperante, pero creo que esa fue una de las razones por las cuales me enamoré de él.
Al llegar a casa, Leo está sentado en la isla del desayuno en la cocina, su expresión es un poco amarga, como si estuviera enfadado. Me acerco y cuando intento besar su mejilla, se retira.
-¿Dónde estabas y por que condujiste? Sabes perfectamente bien que aun no puedes hacerlo.
-¿perdón? ¿Ahora tengo que pedirte permiso para poder salir y conducir? Valla, esto si que es nuevo.