- Dime ¿Qué te inquieta? - Preguntó él tomando sus hombros.
- Tengo muchas inquietudes, más no sé por dónde empezar. - Murmuró ella mientras miraba el cálido horizonte frente a ellos.
El atardecer había avanzado y la noche daba su bienvenida ante la mirada atónita del mundo. Ambos miraban la transición del día a noche sin romper el silencio entre él y ella. A sus pies observaban todo el espectáculo que alguna vez el hombre protagonizó en la superficie terrestre. Marcados por el sufrimiento acompañado de la paz, la amistad acompañada de la soledad, la felicidad acompañada de la aflicción. Si, ellos eran testigos de todo suceso.
- ¿Por qué? - Dijo ella rompiendo el silencio.
- Me temo que no entiendo tu pregunta - Menciona él en tono de duda.
- Me siento placenteramente desdichada - Proseguía ella - ¿Por qué todo tiene que verse tan superficialmente? ¿Por qué solo rasgar la superficie y no indagar más a fondo? Somos hermosamente extraños. Solemos mentirnos a nosotros mismos, solemos amar sentirnos odiados... Y otras veces odiamos sentirnos amados. Amamos estar en compañía cuando gritamos internamente estar solos. Solemos ver la vida con los ojos de la incertidumbre y afirmamos vivir con ese peso aplastante. Por eso pregunto: "¿Por qué?"
- Ante las interrogantes más complejas, podemos hallar las respuestas más sencillas - Dijo él luego de un profundo suspiro.
- ¿Y cuál es tu respuesta? - Interrogó ella viendo la noche caer ante su mirada.
- "¿Por qué?" Porque si. ¿No es obvio? - Respondió con convicción. - A veces creemos aferrarnos a ideales fantasmas solo para nuestra auto satisfacción. Creemos correr tras un sendero correcto solo para comprobar si nuestro andar está errado. ¿O no piensas levantarte al caer? ¿No has considerado que cada caída sirve para volver a ponerse de pié aún en los caminos errados? Entonces ya no existen ideales fantasmas... Nace una fe, una convicción, una motivación por el cual seguir corriendo. Y si me lo preguntas... Te aconsejo que sigas corriendo.
Ella miró su rostro y un haz de esperanza recorría sus mejillas. Nuevamente enfocando sus ojos en aquellos sucesos que se desataban frente al horizonte, ella extendió perspicazmente la mirada, y susurró:
- Seguiré corriendo... Pero será agotador...
Él se acercó a ella, y susurró a su oído:
- Quizás. Pero aliviaremos la carga... Juntos. ¿Ahora crees que "El caer" ha sido en vano?
- No - Respondió ella - sirvió para conocernos mejor.
Así es, ellos eran testigos de todo suceso. Pero vieron que juntos, la percepción del horizonte cambiaba de semblante. Ahora el mundo ya no miraba atónito... miraba con el haz de esperanza que brotó de sus ojos.