9. Imperfectos.

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Rocío y el pequeño se marcharon, yo me acerqué a Vanesa. Me miraba seria. Cuando me tuvo en frente apartó la mirada.

-¿Qué haces aquí?-le pregunté.

-Ya veo que tan enamorada de mí no estás.-dijo enfadada.

-¿Qué mierda te ha picado, Vanesa?-dije desconcertada.

-No sabía que ahora ligabas con fans, pero vaya, que te vaya bonito.-dijo apartándose de mí.

-Es mi nueva mánager y no estaba ligando.-respondí.

-No recuerdo que a Rosa le hicieras tantas carantoñas.-dijo molesta.

-Estás celosa. Increíble, ¿te estás viendo, Vanesa? Vienes a mi concierto a decirme esta lista de sandeces cuando tú sigues con Inma. No tienes derecho de reprocharme nada.-dije enfadada.

Me miró con odio.

-No tienes ni idea de nada.-contestó con rabia.

-Tienes razón, no tengo ni idea de por qué siendo cómo eres te sigo queriendo tanto.-dije marchándome.

Entré a mi camerino. Me senté en una de las butacas, debía relajarme. La puerta se abrió. Era ella.

-Vete.-dije apartando la mirada de ella.

-Eres idiota y no lo ves. No ves que aunque siga con ella te quiero a ti.-dijo cerrando la puerta.

-Oh, perdona, yo pensaba que cuando querías a alguien no metías a otra en tu cama. Disculpa, la culpa es mía.-dije con ironía.

Volvió a lanzarme una de sus miradas. Se acercó a mí y cuando quise darme cuenta ya tenía su boca pegada a la mía y sus manos perdidas por mi cuerpo. Me besaba con furia, con ansia. Le empujé. Me miró desconcertada y con la respiración agitada. 

-Te odio profundamente, Vanesa Martín Mata.-dije con rabia.

Acto seguido volvíamos a estar besándonos con nuestras manos recorriendo con ansia nuestros cuerpos. No existía nada más. Era nuestra manera de odiarnos y querernos a la vez. De tanto querernos nos odiábamos y de tanto odiarnos nos queríamos. Vivíamos en una montaña rusa, bailábamos entre el amor y el odio con la destreza de un funambulista. Yo ya no sabía si aquello realmente me aportaba algo, solo sabía que esa sonrisa debía estar pegada a la mía.

Acabamos sin ropa, sudorosas, siendo dos amantes inocentes. Mi boca se perdía entre pechos, sus manos por mi sexo, y nuestros gemidos inundando el camerino. Ella era fuego y yo era una simple mariposa que se dejaba quemar solo por sentirse viva.

Entre suspiros, gemidos, sudor, besos, mordiscos, entre tantas cosas, yo encontraba mi lugar. Mi lugar era ella.

Llegó el arqueo de espalda, la corriente eléctrica y un grito gutural. Llegó el súmmum. Ella llegó conmigo, diría que eran los únicos momentos en los que hacíamos algo al unísono, a parte de querernos en silencio.

Cuando recuperamos la respiración nos quedamos un rato sentadas en el sofá. En silencio, sin tan siquiera tocarnos. Pasábamos de 0 a 100 y con la misma rapidez volvíamos a 0.

-Me voy.-dijo rompiendo el silencio.

-Sí, claro, porque eso de querer a alguien es demasiado convencional para ti.-dije mientras recogía mi ropa.

-¿Qué quieres? ¿Te escribo en un punte que te quiero? ¿Te envío cartas cada día como si fuera Noah?-respondió.

-No, solo quiero que seas sincera de una vez y demuestres que eres tan libre como predicas.-dije acercándome a ella.

Cenizas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora