Narra Jessica
Me sentía vacía, ¿saben? Ese tipo de soledad que sólo puede ser ocasionada por la falta de una persona. ¿Pero quién era esa maldita persona?
Ella.
Tenía que serlo. No había opciones. Si tenía insomnio, era por pensar en ella. Si me dolía la cabeza de tanto pensar, era por ella. Si me sentía sola, era porque ella no estaba. Si estaba triste, la imaginaba sonreír y terminaba sonriendo también. Si estaba confundida sentía que Gabriela era mi única opción correcta. ¿Pero, se sentiría ella así conmigo? Por eso me sentía así... Vacía... Tantas dudas matan.
Porque estaba tan llena de ella en mi interior que mi única reacción era sentirme vacía por no tenerla entre mis brazos. Pero por Dios... Qué no habría dado en esos momentos de soledad por tenerla a mi lado. Por apretarla con fuerza y escucharla reír, por besar su frente y decirle lo preciosa que es, por comprarle rosas todos los días y verla sonreír cuando las recibía, por perseguirla y hacerle cosquillas cuando la atrapase, por cargarla sobre mi espalda como si fuese su caballo o llevarla entre mis brazos como a una damisela, por tomar su cuello y acercar su rostro al mío para sellar nuestros labios en un dulce beso, por averiguar qué lencería esconde bajo su ropa y tener el placer de quitársela, por mirar directo a esos verdes ojos y perderme en ellos durante horas, por llevarla a comer a algún lugar bonito, por compartir con ella mis temores y escuchar los suyos... Por quererla y que ella me quiera también.
Por dios, ni siquiera la recordaba y sin embargo ya quería pasar mi vida a su lado. ¿Sería por el hecho de que fuera mi novia antes?
¿Por qué habíamos terminado? ¿Cómo solía ser nuestra relación? ¿Habré hecho alguna de las cosas que actualmente quiero con ella?
Maldita sea, tengo insomnio.
Suspiré. Dios, no llevaba nada conociéndola y no veía la hora de estar a su lado. Porque así era, no la conocía realmente. No sabía mucho de ella, no recordaba absolutamente nada y no entendía muchas cosas.
Pero, ¿ella estaba soltera? Seguramente, de otra forma no pasaría tanto tiempo conmigo, ¿no?
¿Y si le pedía que fuese mi novia? No... No podría ser tan fácil, una mujer como ella debe ser imposible de tener. ¿Entonces cómo diablos logré tenerla antes? ¿Qué era necesario para volver a tenerla? ¿Dinero? ¿Autos? ¿Belleza? ¿Inteligencia? Pero todo eso yo ya lo tenía.
¿Entonces? ¿Por qué la perdí? ¿Cómo la habré cagado? ¿Cómo la consigo de vuelta?
¿Cómo arreglas algo si no sabes dónde está roto?
Maldita sea, Jennifer. ¡Duerme!
***
-Hey.- su voz. Era Gabriela. La dulzura en aquel tono de voz era inconfundible. Abrí mis ojos y sentí una caricia sobre mi cabello. Dios... Lo que daría por despertar así cada día.
-Hey.- sus verdes ojos me miraban atentos. Retiró su mano con una sonrisa y sentí mi pecho acelerarse. ¡Qué curva tan perfecta tiene esa mujer en los labios!
-¿Qué tal dormiste?
-Tenía insomnio.- dije con la voz ronca. Moría del sueño.
-¿En qué pensabas?- volvió a sonreír.
-En ti. Siempre pienso en ti, Gabriela.- sonreí. ¿Para qué mentir? Si la quería de vuelta debía enamorarla.
Ella se quedó en silencio sonrojada y noté que tenía ambas manos sobre su regazo con una mano sobre la otra, como escondiendo algo.
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Cálida como el sol. (Yuri)
RomansaContinuación de "A su lado no hace frío" pero con una historia diferente... Sus respectivas hijas. Jennifer era orgullosa, hermosa, para nada humilde y segura de sí misma. No dudaba en decir su opinión sin importar las consecuencias. La rebeldía era...