Entre flores blancas

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Dedicado a: jorbeilyssequera
Perdona la tardanza, y que la imagen diga Sequeda y no Sequera.


I

Ya había salido de casa hace varias horas, mis pies dolían y mi garganta la sentía rasposa de la sed, muchas personas posaban a mi lado, ellos al parecer ni se daban cuenta de mi existencia... O tal vez viéndome en las condiciones que me encontraba no se atrevían ni a tener contacto visual conmigo. Me encontraba en una de las enormes plazas de la ciudad, miré a la derecha y me refleje en el cristal de al parecer una tienda de dulces. Los dulces de veían deliciosos, digno de admirarlos por horas y horas; pero no los veía a ellos, me miraba a mí en el reflejó, o lo que quedaba de mí.

Vivo con mi padrastro, mi madre murió hace algunos años, a mi verdadero padre nunca lo conocí por lo que mi custodia paso a manos de él.
Me miré, miré el primer golpe en la mejilla que me había proporcionado unas horas antes, otro en el labio y muchos moretones en los brazos. Él había llegado tomado en la mañana, ni siquiera había llegado a dormir la noche anterior. Él en otras ocasiones me golpeaba sin sentido, pero no a ese nivel que lo hizo en la mañana. Me aleje un poco del cristal para verme completa, yo era un gran punto negro, a pesar de mi ropa negra, mi piel blanca y cabello oscuro, yo me veía oscura no solo por mi ropa negra, sino porqué el color de mi alma cambió cuando mi madre murió -hasta el color de mi ropa-.

Una mujer que estaba dentro de la tienda de dulces, llego caminando hasta el cristal al otro lado, me miro de arriba a bajo con asco y bajo la cortina, al parecer pensaba que veía los dulces de su tienda -cosa que no hacia-; pero era lo lógico para ella. Decidí retomar mi camino al parque, allí sé que podría dormir, mi pierna cojea por una de las múltiple patadas que me había dado en ella. Llegue al parque como Dios me permitió llegar, había mucha gente en la zona principal -donde los niños juegan-, pero yo quería ir más allá, donde nadie me viera y esperar mi muerte tal vez. Ya no hacia nada en este mundo, no tenia a nadie, solo a mi padre y ella murió. Por un segundo escuche a una persona cantar; pero el ruido de los grito de los niños no me dejaba escuchar bien, era la voz más cálida que había escuchado en mi vida, me trate de acercar más a la voz, la podía escuchar cada vez más cerca. Pude ver un par de personas reunidos escuchando a la persona que cantaba, me di cuenta que era hombre; pero aun no lo podía ver.

Me acerque, por suerte no habían tantas perdonas por lo temprano que aún era, él chica tocaba una guitarra mientras cantaba, tenía los ojos cerrado, su cabello negro le llegaba hasta las orejas, su tez era blanca con varios lunares negros expandidos por su cuello, mejillas y manos -los que seguro eran visibles- , lleva un suéter blanco, tan blanco y sin una mancha. Su voz era tan blanca, tan llena de paz, me acerque más y más, hasta que llegue a estas casi frente de él. Varias chicas reunidas lo miraban con emoción, algunas con ojos de amor. La canción nunca la había escuchado antes -no escuchó música con regularidad-. Sentí la mirada de alguien, era la chica a mi lado, me observo detenidamente con cara de asco, estaba cansada de que me vieran de esa forma tan poco educada, sí, me veía mal pero no es para tanto. De un momento a otro sentí un fuerte empujón, caí con una mano dentro de bolsa de la guitarra, donde habían monedas y billetes.

-¡Miren! -Vocifero burlona la chica que me empujó-, le va a robar a ese pobre chico ciego.

¿Ciego? ¿Era ciego?

No... No.. -Negaba con la cabeza, la verdad es que yo nací muda, nunca me podría defender.

Muchas personas llamaron a la seguridad del parque, llegaron y me tomaron fuerte por los hombros, sentí un gran dolor por los golpes en ellos.

Una Voz Silenciosa [Relato] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora