Capítulo V

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Salió del cuarto, queriendo dejar aquella imagen humillada de sí mismo y su "problema" con su pantalón. Fue hasta su dormitorio, en donde dejó su ropa tirada por el camino hasta el baño, en donde decidió bañar su vergüenza para dejarla ir por el desagüe de la ducha.

Dejó que el chorro de agua cayera por su nuca, descendiendo por ese camino por entre sus omóplatos, rodando por su cintura hasta ese montículo de músculos que conformaban su firme trasero. Bajando por sus definidas piernas que se balanceaban en sostener el peso de su cuerpo, mientras se apoyaba con las manos en el muro de cerámicas que comenzaban a dar atisbos de la condensación por el aire frío que venía desde el dormitorio por la puerta abierta y que se mezclaba con el vapor de aromas a jabón y shampoo que relucían de su cuerpo.

Cerró sus ojos dejándose abrazar por ese cúmulo de deliciosas y relajantes sensaciones cuando un par de ojos marrones golpearon su cabeza, estremeciéndolo. Rebuscó con su mente esa imagen, encontrándose con un par de labios que le sonreían dulcemente, provocando que esbozara una tímida sonrisa mientras lo pensaba. Se encontró entonces con su cuello, con ese hueco de piel que se formaba entre su clavícula, con su torso desnudo y las ganas que tenía que acercar sus manos a él y tan solo rozarlo porque no podía imaginar lo suave que podría ser tan solo sentir su piel. Vio su cuerpo danzar frente a sus ojos, moviéndose acompasadamente, luciendo una acallada sensualidad bajo esa apariencia que le parecía peligrosamente infantil.

- ¡Ah...! – gimió cuando sintió su cuerpo reaccionar ante esa imagen mental que no supo a quién correspondía, pero ¡mierda como lo calentaba el tan solo dejarse embaucar por él!

Se obligó a pensarlo nuevamente, viéndolo cerca de su cuerpo, casi rozándolo, insinuándole su cuello y algo más de su cuerpo, tentándolo. Rebuscó en esa imagen, el rostro de aquel chico que le cautivaba y que le hizo salir de esa orbita terrenal en la que estaba, transportándolo a otra galaxia de sensaciones corporales que le hacían sentir el agua más caliente de la que ya estaba, con el cuerpo que la evaporaba de tan solo rozarlo. Y es que lo sentía tan cerca de él, descolocándolo, casi al borde del temor por lo placentero que se sentía el reaccionar de su cuerpo. Y cuando creyó que no podía ser mejor, la imagen mental que había invadido su mente se distorsionó, ampliándose en esa dulce sonrisa, coincidiendo entonces con el rostro de Taemin.

- ¡MIERDA! – exclamó cuando notó que quien le había infringido ese hechizo de placer corporal no era nadie más que el mismo castaño con el que se gritaba desde hace un par de días - ¡MALDICIÓN! – volvió a gritar cuando su cuerpo comenzó a reaccionar al chorro de agua excesivamente caliente que le quemaba. El moreno se apresuró a cerrar el grifo, apartándose del agua - ¡Quema, quema, quema...! – se quejó, manteniéndose al fin a salvo.

Tomó la toalla de la posadera, envolviendo su cuerpo, sin preocuparse de secar las gotas que aún resbalaban por él, dejando un camino de pisadas de agua desde el baño hasta su cuarto. Estando ahí se dejó caer pesadamente en la cama, cubriendo su cara con el torso de su mano, de a poco meditando el haber tenido ese tipo de ideas con el castaño, culpándose por ser tan imbécil.

- ¡Eres un idiota Minho, eres un idiota! – se dijo, sentándose en el borde, borrando esas confusas ideas que no quería volver a revivir. Se incorporó para ir en busca de ropa, deteniéndose frente a una de las ventanas de su dormitorio, distrayéndose por un instante con la imagen que tenía frente suyo.

No pudo evitar contener su risa al ver a Minho tan desarmado y con ese asunto apretándole la cremallera del pantalón. A lo lejos sintió el golpe de su puerta y comprendió que se había ido. Dejó caer su cabeza pesadamente en la toalla doblada al borde de la tina, pensando en lo que había pasado recién. A pesar de que sentía su cuerpo molido por el efecto de los medicamentos, sabía que le era aún posible haberse desnudado para tomar ese baño que necesitaba, el tema es que no se creyó capaz en pedírselo a él, ni menos que el moreno aceptara, sin siquiera sospechar que Taemin pretendía tan solo asustarlo y que el mayor se negara avergonzado. Lo que no esperó fue verse frente a él, apoyado sobre su pecho, fingiendo estar adormilado, mientras las manos del enfermero lo iban despojando de su pijama, tan cuidadosamente, evitando el mínimo roce con su cuerpo.

[ Balada de Otoño ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora