Removió su boca, ambicioso de buscar un poco más, de degustar por completo aquello que supo le había quitado el hambre y también el aliento, y las ideas cuerdas, y el raciocinio y en realidad, le había quitado todo. Fue un movimiento sutil, algo tímido tal vez, suave y con un lejano toque sensual que significó tomar su labio inferior por completo con su boca, saboreándolo por completo; su boca, en ese inesperado beso.
Era una electrizante inyección de algo aún desconocido, pero que se sentía tan bien, tan subliminalmente bien para él, que ni supo en qué momento le soltó de sus manos para liberarlo y así poder atreverse a capturar su rostro; y es que no quería, ni pretendía despegarse de él, al menos no todavía. Pero cuando un estrepitoso claxon retumbó en su sien y le hizo salir de golpe de aquel exquisito menester en el que estaba abocado, y le miró petrificado, supo que la había cagado y bien en grande.
Se apartó bruscamente de su cuerpo, mirando hacia la parte trasera en donde otro auto le hacía juego de luces. Se volteó hacia el frente y comprendió porqué aquel alboroto: las barreras del cruce ferroviario se habían alzado. Volvió a acomodarse rápidamente en su puesto, poniendo en marcha el auto hasta cruzar la vía, avanzó un par de metros más y ahí se aparcó nuevamente, viendo cómo los autos pasaban junto al suyo.
No apartó su vista del frente, tampoco se atrevía, porque cuando su cabeza se enfrío y su lado lógico/racional volvió a su cuerpo, logró comprender lo que había hecho: había besado a Taemin, sí el mismo Taemin que era su paciente, el mismo Taemin que era su trabajo, el mismo Taemin-pendejo-mimado-de-mierda con el que se sacaban la madre todo el tiempo y a cada instante. Tímidamente miró de reojo hacia el asiento del copiloto y vio el perfil aún perturbado del chico; sus ojos impresionantemente inamovibles, su respiración agitada, sus mejillas y orejas de un intenso color carmesí, sus labios hinchados y su mano que lentamente se alzaba hasta ellos, tocándolos.
¡Mierda Minho, ¿qué hiciste...?! Se recriminó golpeando su cabeza contra el asiento, cerrando sus ojos, como intentando detener el tiempo hasta ese punto en que su yo interior le engañó, llevándolo a cometer ese crimen del que seguro surgiría otro encuentro verbal con el menor.
- Y-yo, yo, yo...
- ¿Te gusta el helado...? – interrumpió el moreno, ayudando a Taemin con ese tartamudeo que pareció invadirlo de repente. ¡Vaya pregunta Choi!
- ¿Ah...? – le preguntó el castaño atreviéndose a mirarlo.
- Que si te gusta el helado... - repitió correspondiendo su mirada, saliendo de pronto de esos incómodos instantes post-beso-inesperado-inapropiado, volviendo lentamente a la normalidad paciente/enfermero -... para el postre, para el almuerzo con Jonghyun y Key...
- Mmm... - musitó moviendo su cabeza afirmativamente, recibiendo una tímida sonrisa de Minho a cambio. Ya había pasado, sea lo que sea que los llevó hasta ese punto de besarse, se había ido así tan rápido como lo que había sucedido entre ellos -... el helado suena bien Minho...
- Bien... - dijo expirando hondamente, volviendo a poner en marcha el vehículo.
Al cabo de unos minutos, se detuvieron en el estacionamiento de una estación de abastecimiento, en donde había una pequeña tienda de abarrotes. Minho descendió del vehículo cerrando la puerta tras suyo, no sin antes asomarse por la ventanilla abierta.
- Vuelvo enseguida, no te muevas... - le ordenó volviendo a ese rol controlador que tanto odiaba el chico.
- ¡Espera! – exclamó viéndolo detenerse. Abrió la puerta a su costado, bajando del vehículo ante el asombro del moreno que lo miraba sin entender lo que hacía.
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[ Balada de Otoño ]
Romantizm•2Min• A MinHo el tiempo le favorecía; estaba en la etapa precisa de su vida en donde buscar nuevos proyectos le motivaban a no estancarse en un trabajo monótono y una vida solitaria. Para TaeMin es todo lo contrario; cada día con vida es una tortur...