XIII

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El camino de vuelta no fue tan complicado como lo había sido el de ida.

Las bestias ni siquiera asomaron sus monstruosos hocicos entre el follaje, como si ni siquiera existieran. Eso alegró en cierta medida a Ren, pero aun así se sentía bastante inquieta. Las órdenes de Will habían sido muy claras: nadie bajaría de los autos hasta llegar al refugio, así que no tenía muchas noticias de la mejora de su hermano Ray, sin embargo, suponía que de haberse puesto peor ella lo hubiera sabido. Wade también la preocupaba. Su brazo aún no sanaba del todo y tenía más heridas provocadas por la explosión que Sam, sin quererlo, había provocado, causando así su propia muerte.

Sam...Apenas había hablado con aquella chica, tan tímida y callada. No podía sentir el dolor de su pérdida con tanta intensidad, pero le dolía pensar que llegaban con un integrante menos. Que una familia en el refugio se enteraría de que habían perdido a uno de los suyos. Y no pudo evitar recordar la muerte de sus padres.

Sócrates, su padre, había muerto hace menos de dos años, aquejado de un horrible cáncer de pulmón. Su madre había muerto al dar a luz a su hijo Tomás, simplemente porque allí entre las montañas no puedes esperar la misma calidad de atención que en un hospital...

El hospital venía ahora a sus pensamientos. Aquellas fichas médicas, aquellos mutantes que no eran nada más ni nada menos que ciudadanos de aquella magnífica mole de concreto que había sido cuna suya y de su familia hace ya tiempos lejanos. No podía dejar de sentirse sorprendida. Y tremendamente dolida ¿Cómo era posible que hubieran torturado a esas pobres personas a costa de saber los efectos de la radiación de aquella maldita planta nuclear? No le cabía en su cabeza. Y tampoco le cabía pensar que su padre, de alguna manera u otra, hubiese estado al tanto de eso. No quería ni siquiera imaginarlo. Sin embargo, no podía evitar pensar en que el Refugio fue construido por orden suya mucho antes del accidente y la guerra, como si de alguna manera Sócrates hubiese desconfiado desde un principio del supuesto futuro prometedor de la "Ciudad G". Pero Ren nunca lo sabría, a menos que aprendiera a hablar con los muertos. Y eso no ocurriría.

Al cabo de un día y medio de viaje, para sorpresa de todos, ya estaban de vuelta en las montañas, frente a la mole de acero y concreto que se erguía con la forma de una imponente puerta en medio de una de las cumbres más altas de la cadena montañosa. Will mismo bajó y apretó los botones de la contraseña. La puerta se abrió y para su sorpresa ya había gente esperándolos.

Armados completamente.

Y apuntándolos.

...

- ¿Qué rayos pasa? - les preguntó, levantando las manos en señal de sumisión- ¿Qué hemos hecho?

- Sube al auto y entren- contestó uno de los hombres con una voz dura y expresión neutra en la mirada – Oz quiere verlos a todos.

Will obedeció. Dio media vuelta y subió al auto. Nico aceleró tras de él y ambos autos entraron al túnel, mientras las puertas se cerraban tras de ellos.

Los guardias los siguieron con las armas levantadas hasta que vieron a Oz frente a la puerta que conectaba al túnel con la ciudad misma. Tenía dos guardias más junto a él y una sonrisa pérfida en la cara.

Los once chicos, más Abelardo, bajaron de los autos y se juntaron entre sí, formando una masa de personas temerosas, llenas de dudas, queriendo acabar con toda aquella parafernalia de una vez por todas. Incluso Ray había bajado del auto, apoyado en los brazos de Rob y Yaneth, que lo miraban preocupados.

-Y bien, queridos. ¿Qué me han traído? -exclamó Oz con su tono autoritario de siempre.

- Hemos traído algunas muestras de las bestias que hay allá- contestó Sol, con orgullo- Y de los mutantes que viven en la ciudad. Más allá de eso no encontramos nada útil.

Operación Vulkanus: La trampa del diablo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora