Capítulo XXVI

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Movió las piernas al mismo tiempo de arriba abajo como sutiles rebotes, sujetando a la pequeña Ellie de su cintura, para mecerla en su regazo. La risa infantil e inocente de la niña sonaba tan fuera de lugar tan, incómoda pero de igual forma necesaria.

Esa mañana luego de comprender que Taemin se había ido, esta vez para no volver, Minho se había vuelto un robot, literalmente. El golpe de realidad que le abofeteó de la peor forma posible, le hizo poner los pies sobre la tierra y la mente fría de manera tan brusca que parecía estar drogado; un zombie preso de lo que jamás imaginó sucedería, de aquello a lo que tanto temió pero a lo que nunca estuvo preparado porque vivir el presente y pensar en cosas mejores para un futuro, sonaban mejor que estar atado a los 'y si...' que de pronto se habían instalado en su vida.

- ¿Cómo está? – la mujer se voltea cuando siente a su amiga, la madre de Taemin, sentarse a su lado en el sofá.

Su consuegra esboza una sonrisa plana, levantando los hombros como queriendo decir 'No hay mucho que podamos hacer...' que la madre de Taemin entiende a la perfección. Ambas mujeres se quedan en silencio, mirando hacia la puerta del despacho en donde Minho descargaba la tristeza que se le notaba hasta por los poros mientras trabajaba.

Poco después que se enteraron que Taemin había desaparecido, la madre del castaño es la primera en llegar a la casa, abrazando a su yerno y entre lágrimas pidiéndole mil disculpas, que no sabía, que no tenía idea lo que su hijo haría, que le encontrarían y todo volvería a ser como antes, pero que Minho no corresponde. A las horas es su madre quien llega, quien le hace sentir incómodamente sobreprotegido, ¿Qué le pasaba a todos que de pronto se volvieron máquinas de abrazos, llantos y lamentos?

Y ni hablar de cuando llegó Kibum y Jonghyun; el rubio se había encargado de llorar por todos, de lamentarse por todos y de hacer un escándalo drama-depresivo por todos, eso, hasta que Jonghyun fue el que le arrastró fuera y se lo llevó para juntos ir a buscar a Taemin en alguna parte de la ciudad, sin saber dónde exactamente.

Cerca de mediodía había llegado Camille, la asistente de Minho, con mil carpetas bajo el brazo ante la mirada confundida de la madre del moreno y su suegra. Nadie dijo nada, nadie preguntó qué pasaba ni se tomaron las molestias de por qué de pronto a Minho le había dado por encerrarse en el despacho a trabajar y alejarse de todos.

- ¿Ha dicho algo? – preguntó de nuevo, sonriéndole a Ellie que le tomaba los dedos – no quiso almorzar y no ha salido de ahí, ni siquiera ha venido a ver cómo está Ellie, ¿Sigue trabajando?

- No lo hace, eso te lo aseguro; conozco a mi hijo tan bien, él no está trabajando, él está escapando de todo esto a su modo...

- Y-yo, lo lamento

- ¡No! – exclamó la madre del moreno – No lo hagas, esto no es tu culpa, nadie tiene la culpa ¿entiendes? No lo lamentes porque no has sido responsable de esto...

- Pero, pero Taemin es mi hijo, debí estar más pendiente de él, saber que...

- Basta, déjalo, en serio, no te tortures con algo que no sabrías sucedería

La mujer suspiró y sonrió con tristeza pero, aunque la madre de Minho, su íntima amiga, le dijese lo contrario, sentimientos de culpa e irresponsabilidad surgían en ella y más cuando veía la introspectiva reacción de Minho para con lo que estaba pasando.

Los pasos de Minho al salir del despacho las puso en alerta y con ellas a Ellie, quien al ver a su padre comenzó a reír y balbucear, estirando sus brazos hacia él pero siendo ignorada cuando el moreno pasó por la sala hasta la cocina. Su madre con un gruñido, pasó a la pequeña a los brazos de su otra abuela y se incorporó detrás de su hijo.

[ Memorias de un Invierno ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora