04. ¿En carne propia?

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— ¿Y por qué no? — Avancé un poco más para estar a su lado, haciendo que soltara mi muñeca.

—Siempre son aburridas, por lo que he escuchado. Aparte sólo asisten los de nuevo ingreso y los organizadores. —Torció levemente la boca al terminar de decir todo aquello.

Sacó la llave de su bolsillo, en un veloz movimiento, para remover el seguro. Abrió la puerta del copiloto, lo cual supuse era para que yo entrara. Voltee mí vista hacia él, notando que su mirada estaba ausente, como si sólo su cuerpo estuviera frente a mí pero sus pensamientos en un lugar totalmente diferente. Las luces de la patrulla se reflejaban en su rostro, haciendo que luciera con rasgos más finos y sutiles, como esculpidos a mano. Si esto seguía así, al finalizar la noche tendría que pedirle matrimonio.

—Creo que deberíamos irnos ya— las palabras apenas eran audibles, pero sabía que él las había escuchado. Sus parpados se empezaron a mover, y su penetrante mirada se posicionó en la mía, provocándome que liberara un breve suspiro.

—De acuerdo —su hilo de voz seguía sonando sin una pizca de preocupación, pero su mandíbula apretada decía todo lo contrario. Aparte la viste de él, para subir al auto con un poco de dificultad a causa del vestido que no dejaba de subir por mis cortas piernas.

Leonardo dio la vuelta por la parte trasera del coche, abriendo la puerta rápidamente y posicionado las manos en el volante. Tras escuchar el sonido de la puerta cerrarse recordé que no sabía a dónde íbamos.

—Y entonces, ¿a dónde vamos? —sabía que mi voz estaba llena de emoción, pero era algo que realmente no podía evitar. Supe que él lo había notado, porqué una gran sonrisa apareció en su rostro, mientras ponía las llaves en el contacto y hacía sonar el motor.

—Es un antro, no muy lejos de aquí. La mayoría de los estudiantes van a ese lugar en los fines de semana. Debo de suponer que traes contigo tu identificación, ¿no? —echó a andar el auto hacia la carretera, mientras me retorcía internamente recordando que no la traía.

—Bueno, sobre eso. No la traigo. —Escuché como chasqueaba la lengua y apretaba un poco el volante.

—En fin, creo que no habrá problema —soltó un breve suspiro y continuo hablando — ¿Y qué me puedes contar sobre ti? —seguí mirándolo y me percaté de que sus músculos ya no estaban tensos.

Me acomodé mejor en el asiento, pensando con qué podría empezar. Vacilé un poco antes de empezar a hablar.

—Este será mi primer año en la universidad, tal vez pudiste haber dado cuenta ya— una sonrisa ladeada apareció en su rostro pero seguía con la vista en el camino— A pesar de haberme criado toda mi vida en esta ciudad, no conozco a muchas personas, supongo que eso de conocer a alguien nuevo no se me da muy bien.

—Entonces yo soy la excepción, porque no creo que te subas al coche de una persona que acabas de conocer.

—Es totalmente diferente.

—Oh sí, lo olvidaba. Yo soy una cara bonita, ¿no?— su dentadura se hizo visible con una gran sonrisa.

No me consideraba una santa, pero sin duda me daba a respetar. Y el hecho de no tener la intención de meterme con alguien y concentrarme en los estudios, lo que al parecer se me estaba escapando de las manos.

—Wow, no creí lo tomarías tan en serio. Supongo que eso muestra tu alta autoestima o tal vez es sólo vanidad —me costó pensar en algo inteligente que responder. Pero me sentí orgullosa por mi respuesta después de escuchar su risa. Tras un momento de silencio su tono de voz se tornó serio.

Una sobredosis de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora