2 │Mentes retorcidas

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Para el resto de la tarde, se realizaron unos últimos estudios que acreditaban la "normalidad" de la paciente Emilie Donson. Quien en los primeros años había pasado una etapa dura en el instituto mental y los doctores habían tomado cartas en el asunto. Pero después de seis años había logrado una estabilización mental, o aquello era lo que argumentaban los encargados del lugar.

Cuando cayó la noche Emilie había sido escoltada nuevamente a su habitación. Tras unas horas unos toques la despertaron bruscamente. No se trataba de ningún enfermero ya que estos solían entrar sin permiso como "Juan por su casa". Abrumada, Emilie se levantó de la cama deshaciéndose de las sabanas gris para luego dirigirse a la puerta. El piso por debajo de sus pies estaba helado.

Sabine estaba en la puerta.

La chica estaba nerviosa—se había enterado también que Emilie saldría pronto de la clínica— deseaba hacerle una visita, pero no había podido en toda la mañana y en la tarde ella había estado encerrada en su habitación —por orden de su cuidadora—. Al principio se había estado atormentaba en si iba o no ¿Qué podía pasar? Se preguntaba, aunque no sabía, ni podía fantasearlo, por tal motivo se había aventurado a escaparse de su habitación y hacerle una visita a la pelirroja. Ansiaba ver el rostro que pondría Emilie cuando la viese allí, en la penumbra de la oscuridad. Para Sabine era casi desesperante no poder imaginarlo.

Emilie estaba sorprendida por la inesperada visita nocturna de Sabine. «¿Qué hace aquí?», quiso saber ella. Obvio que sabía quién era esa chica morena—la había visto por primera vez al ingresar a la clínica— y nunca la olvidaría.

Flashback

― Emilie ―gritaba el enfermero joven detrás de la pelirroja ingresada.

― Déjame ―espetó molesta.

Corrió entonces a su jaula.

Era su segunda semana y estaba harta de todo. De los enfermeros, de la directora del hospital, de algunos pacientes, etcétera. Quería Emilie regresar a su casa, quería volver a ver a su madre. ¡Pero NO!, esos changos—como les había empezado a llamar— la llamaban "loca" y "anormal" ¿Por qué le decían cosas fuertes a una niña pequeña? ¿No tenían corazón? Porque si lo estaban pasando por alto, el corazón guarda los sentimientos más profundos de un humano.

El enfermero practicante que corría detrás de ella— Mike Delarve— había decidido por fin dejarla en paz. No estaría corriendo detrás de una chiquilla insoportable. Al entrar a la jaula Emilie se dio cuenta transcurridos unos minutos que Mike no había hecho acto de presencia, lo cual agradecía, pero al darse cuenta que la había dejado encerrada retiro los agradecimientos.

Aburrida y decepcionada, pero más decepcionada, miró Emile por la única ventana—un rectángulo de 30 por 20 con tubos metálicos para no romper el cristal— el cielo nocturno, aunque la luna ni las estrellas quedaran a su alcance. Se aburrió de mirar el cielo que parecía más bien un telón negro. Quitándose el pasador de entre sus rojizos cabellos lo inserto en el pomo de la puerta y BUM. La puerta rechino y Emilie se tapó los ojos inconscientemente. Luego retiró sus pequeñas manos de su rostro y movió las caderas al darse cuenta que nadie había escuchado nada, alzó sus brazos al cielo evitando aplaudir.

Caminó con pasos pausados y lentos, pensando en Mike, que de algún modo le caía mal— era irritante, enojón, y poco sociable— aunque nunca, en las pocas semanas que había estado ahí, había utilizado choques eléctricos en su contra. Según le habían informado, esos choques eran muy famosos allí.

Un grito brutal hizo a Emilie salir de su maraña de pensamientos. Se quedó quieta y giro su cabeza hacia una puerta, de ahí se percibían aquellos gritos. Sin mirar a ambos lados, camino hasta donde se escuchaban aquellos bramidos terribles y se asomó a la puerta que estaba entre abierta. Sus manos fueron automáticamente a su pequeña boca ― para no auto delatarse― al ver semejante escena. Digna de una película de terror.

Transformando una vida©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora