3 │Bienvenida a tu nueva vida

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      26 de agosto del 2016

E.D

¿No esta era la época en donde regresábamos a la escuela? Supongamos que sí. Hoy es el gran día y muero de nervios.

La plática con Sabine fue extraña, me resultó una explosión de sentimientos. Pocas veces habíamos intercambiado palabras, no coincidíamos en algunas clases cuando éramos pequeñas. La mayor parte del tiempo me la pase buscándola con la mirada, pero ella nunca aparecía. Parecía un fantasma, uno que solo aparecía en las penumbras de la oscuridad.

-ʘ-

Mike había dejado un conjunto de ropa en la habitación de Emilie. Hoy por fin era el día ansiado. Debía estar presentable y no solo con una bata blanca.

Emilie se deshizo de la asquerosa bata blanca y la miró con repugnancia. «¿Por qué se empeñaban aún más en usar esa maldita bata que solo los contemplaba como los enfermos que eran?», se preguntaba muchas veces.

Justo antes de terminar de arreglarse, Mike hizo su aparición en la habitación, y la observó de arriba abajo, mirándola sin detenerse mucho —ya que lo tomarían como acosador— en todo el cuerpo.

— Me agrada verte sin esa bata— dijo después de un silencio sepulcral.

—Igual a mi...

Emilie sin evitarlo se dirigió a pasos lentos a Mike, quien la veía con ternura. Entonces Emilie rodó con sus delgados brazos la cintura de Mike —ya que este le sacaba dos cabezas—. Mike puso su barbilla en la cabeza de ella y se quedaron así por unos breves segundos, para luego separase.

Antes de salir, Emilie le rogó a Mike si podía ver a Sabine. Él se rasco la nuca, no quería decirle que no pero no estaba seguro en dejarla. Al final cedió. Subieron juntos al tercer piso, recorrieron un número de habitaciones hasta llegar a donde habitaba Sabine.

— Hola — saludó Emilie mientras asomaba su cabeza por la puerta.

Mike se dio la media vuelta y solo advirtió con la mirada a Emilie. Si quería irse no podía hacer nada de lo que luego le prohibieran su salida.

— Oh ¿Eres tú? — preguntó Sabine mientras se levantaba de la cama y se acercaba a la puerta.

— Te traje algo.

Sabine tomó los libros con una expresión soñadora.

Emilie sonrió.

— Yo, bueno, por fin saldré —dijo mientras suspiraba pesadamente.

Sabine no dijo nada, solo miro a Emilie, desde su cabello pelirrojo hasta los zapatos que calzaba. Soñaba con el día que ella estuviese así y saliera. Obviamente pensó, que su salida sería más triunfal. Quizá con sonrisas alegres para todos y para los malos enfermeros, bueno ahí, levantaría su dedo del medio y les sacaría su lengua. Si eso haría. Eso no significa que la salida de Emilie no era triunfal, más bien Sabine presentía que Emilie aún no se creía que saldría.

No tenía idea de que más decir, solo le parecía triste dejarla aquí a su suerte. ¿Pero que podía hacer ella si no era aun mayor de edad? Tomo una bocanada de aire y abrazo a Emilie, al principio fue un gesto que incomodo a la castaña. Nunca había recibido un abrazo de alguien más que no fuera Margo y Mike, y si esto era lo que provocaba —sentirse querida— no dudaba en querer recibir más abrazos. El abrazo resulto ser para Sabine una pequeña cura. Pero no se lo diría a Emilie, era reservada y callada, a pesar de todo, aun le daba miedo expresarse no quería actos de lastima de nadie —aunque sabía que los actos de Emilie para ella no eran de lastima— simplemente no estaba acostumbrada a recibir ese tipo de afectos, menos de darlos.

Transformando una vida©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora