Capítulo 18

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Phoebe, Angy y Devon se metieron en el despacho del difunto padre de Phoebe. La muchacha se sentó en la silla de cuero tras el escritorio y cruzó las manos debajo de su mentón mientras suspiraba, pensando en lo próximo que harían. Angy comenzó a hablar, dándole razones para ir con ella, mientras que Devon observaba la reacción de la mujer que descansaba frente a ella.

—Angy, comprende una cosa. ¿Sabes lo que puede pasar si tu hermano nos encuentra? — preguntó después de unos minutos en silencio. Angy no respondió — Exacto, no lo sabes. Tu hermano removerá cielo y tierra hasta encontrarte, y lo peor es que puede encontrarme a mí. Puede demandarme por secuestro.

—¡Pero si no es un secuestro! — gritó la joven levantándose.

—Por lo moral es una decisión tuya... Pero hablando por lo legal, yo no soy tu tutora, y esto sería un secuestro — explicó Phoebe — Angy, mañana tengo que marcharme. Agradezco tu preocupación y me alegra que me consideres tanto para venir conmigo, pero no puedes hacerlo — Angy bajó la cabeza derrotada — Y en cuanto a ti, jovencito, podrías haber intentado convencerla de quedarse allí y no acompañarla como perro faldero — Devon bajó la cabeza, apenado por el regaño — Os dejaré una habitación en la casa para cada uno, pero por la mañana quiero que volváis a casa — ordenó levantándose.

Se llevó una mano a la cabeza y otra al vientre, mareada. Angy se levantó corriendo para ayudarla a sentarse de nuevo.

—¿Qué vas a hacer estando sola si te vienen estos mareos, Phoebe? Nos necesitas... — Phoebe suspiró y acarició su vientre aún plano.

—Me lo pensaré seriamente, Angy. Pero por ahora, mi respuesta es que no — volvió a levantarse más lentamente y se aproximó a la puerta — Venid a cenar, pediré que os preparen un plato.

La cena transcurrió en silencio. El marido de Greer miraba con recelo a Angy y a Devon y el duque, marido de Ava, observaba cada movimiento de los chicos. Los niños apenas se dieron cuenta de la presencia de ellos, mientras que los adolescentes sentían tal incomodidad entre desconocidos que no pudieron comer mucho.

Phoebe se retiró a su habitación poco después de tomar el postre. Esa noche apenas pegó ojo teniendo en la mente las preguntas que se hacía continuamente. Ahora tendría que cuidar de Devon y de Angy, como si no tuviera suficientes tareas como para vigilar a esos dos. Cuando ya el alba aparecía entre las cortinas de la joven, ella ya se encontraba vestida y bajando sus dos únicos baúles al descansillo para luego irse con ella en el carruaje.

Su familia despertó una hora después de ella, para despedirse cuanto antes y no derramar lágrimas entre las mujeres. Los niños se despidieron de su tía con gran efusividad, no querían que su tía se marchara, por lo que corrieron a su cuarto nada más darle un fuerte abrazo y un beso. La prima y la hermana de Phoebe se despidieron con largos besos en las mejillas y en la frente. Sus cuñados la dieron un apretón de mano y poco después bajaron Angelica y Devon cogidos de la mano y con los nervios a flor de piel.

—Subid conmigo, vamos a hablar de comino al puerto — ellos asintieron y salieron con ella, subiéndose al vehículo de caballos ornamentados de bolas azules y doradas. Cuando se hubieron acomodado, Phoebe los miró con seriedad y suspiró — Os permitiré venir conmigo, pero si sucede algo, volveréis a casa, en el caso de que yo tenga que decidir aceptaréis lo que diga y lo cumpliréis, colaboraréis en todas las tareas, ¿está claro? — preguntó la joven, a lo que los dos adolescentes asintieron frenéticamente para Angy abrazar con fuerza a Phoebe.

—Gracias, no te arrepentirás — la dio un beso y volvió a sentarse para abrazar a Devon.

—En cuanto a ti, intentaré llegar a un acuerdo con el capitán para que trabajes a cambio de comida y un lugar para dormir — señaló al muchacho con el dedo — Y tú y yo ayudaremos en las cocinas y cosiendo las velas — miró a Angy. Ella suspiró nerviosa, pero sonriente.

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