-Que es eso? Me preguntó mi fiel amigo Miguel.
-Un diario. Respondí guardándolo en mi mochila.
-Y porqué lo escribes?
-Porque debemos guardar constancia de todo lo que hemos visto.
-Lo vas a publicar?
-No sé, puede que si hago eso me tachen de loco.
-Puedes publicarlo como si fuese una simple novela de fantasía o ciencia ficción.
-¡Que gran idea¡ Y ahora, prosigamos, aun tenemos que llegar al mar.
Ambos nos pusimos en marcha, debíamos llegar a algún puerto con barcos pronto. Teníamos la carretera libre,vacía, y no parecía que ningún ser viniese a molestarnos. El sol golpeaba nuestros sombreros provocando una sombra en nuestro rostro. No había viento y en todo el basto cielo no se divisaba una nube. El sudos descendía por mi rostro, el cual limpié con un pañuelo de seda que guardaba en el bolsillo de mis azules y desgastados vaqueros. Continuamos caminando varias horas hasta que en el orizonte divise unas casas. Saqué mi rifle francotirador y observé con la mira telescópica. Y mis ojos no me habían engañado, allí se allaban unas casas y tras ellas unos grandes edificios.
-¡Mira¡ Dije entregándole el rifle y señalando hacia las edificaciones.
-¿Una ciudad? Pregunto con cierta felicidad.
-Eso parece, creo que podríamos llegar en un par de horas.
Instintivamente, Miguel se remangó el brazo derecho para mirar la hora.
-Son las tres y cuarto, ¿a las 5 cres que habremos llegado?
-Supongo que si.
Los dos nos pusimos en marcha en dirección a la ciudad.
-Sabes Raul, puede que hoy porfin volvamos a dormir sobre un colchón, con mantas...
No pude evitar sonreír ante el comentario de mi amigo. Me agradaba la idea de volver a dormir en una cama.
Al llegar, el paisaje era devastador, coches destrozados, la mayoría de los cristales de las casas rotos, papeles por el suelo, animales muertos....
-Dios mío...- Dijo Miguel llevándose las manos a la cabeza.
-Parece que allá habido una guerra.
-¿Cres que allá sobrevivido alguien?
-Puede que haya gente,pero puede que no sean amistosos. Que hora es? Pregunte a Miguel, eel cual miro su muñeca en la que reposaba su querido Rolex.
-Las seis y media.
-Vamos a buscar una casa para prepararla para pasar la noche.- Dije poniéndome a andar en busca de una.
Nos hayábamos en las afeuras de la ciudad. El lugar estaba lleno de casas unifamiliares. Ambos nos fijamos en una en particular. Esta era grande, de tres pisos de altura y color turquesa.
Decidimos entrar con pistola en mano. Y yo de primero.
-Mira las paredes. -Dije señalándolas.
-Agujeros de balas.
-Cres que los que lo hicieron seguirán aquí?
-Esperemos que no.-Dijo mientras cerraba la puerta con cuidado.
Los dos pusimos un mueble delante de la puerta. Seguimos explorando la primera planta de la casa. Al llegar a la cocina pudimos ver un calentador con una bombona conectada. Ambos nos miramos y sonreímos.
-¡Agua caliente! Dijimos al unisono.
Nos dirijimos a las escaleras para ir a la segunda planta. Con un simple vistazo, supe que era donde se encontraban las habitaciones y me di cuenta de que esta zona de la casa estaba en mejor estado que la inferior, a pesar del desorden que allí había.
Miguel entró en la habitación principal. A estar a oscuras obto por encender la luz que increíblemente se encendió. Pero entonces, una horripilante escena apareció ante sus ojos.
-Ven Raul... - Dijo en un grito ahogado desde la puerta.
-¿Que pasa Miguel? – Dije entradno en la habitación.
Pero no hizo falta que me respondiese, apoyado entre el suelo y la pared, se encontraba un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Sobre la cama, había un uniforme militar, unas pocas armas con municiones y una carta.
Miguel cogió la carta y empezó a leerla en voz alta.
Soy Diego De La Vega, oficial y miembro de la guardia real. No sé quién está leyendo, o si alguna vez alguien lo va a leer, aunque no es algo que me importe. Ahora mismo, llevo sin agua desde ayer y siento que poco a poco mi cuerpo se debilita,. Quería contarle a alguien mi historia...
Nací en el norte de mi país, en una pequeña aldea . En el colegio sufrí un pequeño buying por ser nuevo creo, aunque nunca supe con seguridad a que se debía. No tenia demasiados amigos durante mi infacia y adolescencia y apenas salía de casa. Me pasaba horas y horas en el ordenador leyendo, escribiendo y sobretodo jugando. Durante mi mi adolescencia apenas tuve novias. Todas eran falsas, mentirosas y demasiado ingenuas. Se creían todo lo que le decía. Facilonas que mienten y están con cualquiera, incluso teniendo novio. Atacaban por la espalda como autenticas cobardes. La ultima fue la Srta areosa. Despuedes de ella pase de cualquier tipo de relación. Yo solo quería una chica que estuviese conmigo, acaso era tanto pedir? Y los amigos, traidores que solo piensas en dos simples y llanas cosas, en si mismos y en sexo. Un conjunto de personas que despertaron en mi un gran odio, el cual la única forma que era capaz de calmarlo era con ejercicio físico. Había días en los que me dolían cada centrimetro de mi cuerpo.
En el instituto no me fue demasiado bien, mas que nada por la falta de estudio.
Todos los días trabajaba en la pequeña granja de mi familia. Me encantaban esos animalillos.
Mi futuro lo veía negro. Estaba seguro de que acabaría solo, por eso me uní al ejército. No me importaba morir. No tenia nada por o que vivir.
Al unirme al ejército, tuve la suerte de que un oficial me acojiera basu su protección. Gracias a él, subí escalones en la jerarquía militar y pude llegar a ser miembro de la Guardia Real.
El 13-06-2034 supe que España fue infectada con un virus experimental. Tenía que irme el día siguiente junto a la Familia Real y miembros importantes del Gobierno. Esa escoria a la que había jurado proteger había infectado a su pueblo y ahora huían abandonándolos en su miseria.
Esa misma noche, reacio a irme con esa gente, decidí por primera vez en toda mi carrera militar desertar. Decidí volver a mi pueblo natal, el cual se había convertido en una gran ciudad, para ayudar a mi familia. Pero ya era demasiado tarde. Entré a la casa de mis padres, pero unos disparos me recibieron. Gracias a una granada de flash que llevaba encima pude cegarlos y acabar con ellos.
Y hoy, día 20 de junio, será mi final. Aunque engo medicinas y comida, no dispongo de agua desde ayer, y no parece que vaya a llover pronto.
Dejo mis viveres y medicinas bajo la cama en una maleta, y mis armas y uniforme sobre ella.
Al que lea esto espero que le sea de ayuda. Porfavor, seas quien seas, sobrevive y marchate de aquí. Ad que se conozca la historia y que los que hallan hecho esto lo pagen
.Miguel y yo miramos al hombre que yacía en el suelo.
-Tranquilo Diego, yo, Miguel de Cervantes, tataranieto del celebérrimo autor, juro que...
No pudo terminar la frase, un disparo le atravesó la sien.
Instintivamente me giré y vi a una mujer apuntándome con una pistola y, entonces, el "pum"· que hizo la bala al salir del cañón de la pistola fue lo ultimo que escuché.