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Las veces que quería desaparecer, no dejar un miserable rastro.
Que no me encuentren y mi nombre se lo arrastre el viento.
Poder decir y hacer lo que yo quiera.
Ser quien yo quiera.

Pero las cosas pueden llegar a ser imposibles.

– ¡Por favor!– Gritaba mientras sentía  mi cabello en los dedos de las chicas.– ¡Ya paren, por favor!– Decía entrecortado, mi voz estaba siendo callada. Mi opinión estaba siendo asesinada, y todos lo respetaban.

– ¡Es lo que te mereces!– chillaban mientras volvían a jalar de ambas coletas, las cuales eran desarmadas y solo se encontraba mi pelo revuelto.

Pero no siempre "Fue mi culpa" como ellos decían. No siempre "Me lo merecía".

Mientras con ambas palmas intentaba tapar mi rostro, otra de las chicas tomó de ellas y las empezó a rasguñar, mordisquear y escupir. Repitió lo mismo en ambos brazos y piernas.

– Maldita, ¡Esto te lo mereces!¡Lo mereces, no lo niegues!– Repetían constantemente mientras yo intentaba salir de su agarre.
Sentí un golpe seco en mi mandíbula, pero no vi lo que me golpeó ya que mis ojos aún estaban cerrados.
Sentí un sabor agridulce y metálico pasar por el interior de mi mejilla  recorrer mi lengua y labio.

– ¡Está sangrando!– Gritó una de ellas mientras me tomaba de las mejillas con una mano– Y la próxima te irá peor.– Dijo mientras intentaba visualizar su rostro antes de escupirle un poco -Tal vez mucho- de sangre.– ¡Eres una…!– No terminó hasta que sentí un dolor punzante en el estómago, como si un ladrillo hubiera sido lanzado desde dos pisos.
Me había pateado con la punta del pie.

Se fueron, me dí cuenta cuando escuché los talones del zapato resonar por todo el pasillo.

Habían pasado unos ¿Veinte? ¿Media hora? No calculé el tiempo, solo intentaba respirar como podía.
Me levanté mientras apoyaba mi peso en la pared, para no perder el equilibrio y hacerme  más daño.
Sentía mis piernas muñecas y brazos arder, gracias a mi suerte no veía muy bien ya que mi ojo izquierdo había sido golpeado, era imposible abrir el ojo sin sentir el ardor y el lagrimeo.
Intentaba sacar el móvil para llamar a Lucas, o alguien.

– ¿Hola?– escuché un silencio, supongo que era mi tiempo para hablar en la llamada.– ¿Samantha?

– Esa misma– Dije como pude y sosteniéndome aún de la pared.– Necesito que… Olvídalo– aclaré mi garganta– Puedes venir si quieres, es decir. A recogerme.– Aclaré y corté enseguida.

Caminé hasta el baño al final del pasillo, mientras observaba -como podía- que no había nadie.

–¿Hola?– Pregunté entrando a la enfermería. Tampoco había nadie.

Me miré en el espejo y me dí cuenta que tenía el labio roto. Pero no recuerdo cómo pasó eso ¡Me cubrí la cara justamente para no recibir golpes!

También noté leves moratones en mis pómulos, y mi ceja estaba sangrando demasiado.
Abrí el botiquín que se encontraba en la pared decorada con un color Blanco Roto, saqué algodón y alcohol junto con unas venditas.
Junté el valor necesario para limpiar la herida sin desmayarme, pasé ¿Una? Si, creo que una hora con ese trabajo (limpiar mi cara) y es increíble que lo único que pasaba por mi cabeza era: “¿Dónde mierda están los profesores?”

Hasta que algo frío tocó mi cuero cabelludo y todo se tornó oscuro y silencioso.

- Otra vez…Ambas

Chasquee la lengua contra mi paladar– Pura mierda, sammie– me miró con incredulidad.

Oh, lo siento… "su real majestad"– Hizo un énfasis que me molestó un poco.

– ¿Me podrías recordar el por qué estamos acá?– no quería discutir.

Porque… No lo sé. Solo pasa, y aún no te comunicaste con mi familia, así que estaremos atadas por un largo tiempo– Su voz sonaba rara. Cómo si estuviera triste, pero eso era normal en ella. Por eso no sabía cuándo distinguir si estaba triste o enojada.– Los extraño demasiado Samantha, y tienes que entenderlo.–

– ¿¡Yo!?,¿¡Entenderlo!?– Pregunté dando un respingo.– ¡Habiendo tantas "Samanthas" me elegiste a mí. Ya tengo bastante mierda en mi vida como para estar atada a algo que nadie ve!– Ella jugaba con uno de sus bucles, y sus ojos azules cayeron en mí, mientras sentía que algo no andaba bien.– ¿y ahora qué hiciste?

–¿yo?¿Tengo cara de romper siquiera un plato?– Preguntó incrédula

Tienes cara de que rompiste una alacena entera y yo pagaré TODOS los platos rotos.– Respondí agotada.– ¿Crees que yo quiero esto?¿Ser una maldita anormal? ¡Me dicen esquizofrénica! Solté un quejido al sentir algo punzante en mi espalda.

Vas a despertar, nos vemos a la noche.– Respondió con simpleza.

Y desperté.

Intentaba moverme, pero era demasiado difícil. Estaba atada.

– Vamos Piper, sabes muy bien lo que queremos.– Mi cabeza daba miles de vueltas, como si se tratara de un carrusel.– Sólo un poco de información y te aseguramos tu libertad.

– Sé muy bien lo que quieren.– repetí afirmando.– Pero no es algo fácil de conseguir, entiendan– Respondí con un suspiro entrecortado.

– Te dimos todo el tiempo posible, aún no hay datos. ¿Qué deberíamos “entender”?– lanzó una carcajada irónicamente.

Recuerdo ese ardor, no podía respirar y sentía que las paredes de mi estómago se cerraban.
Mis manos temblaban debajo de la soga, y aún no podía abrir el ojo.
Sentía como mi cuerpo comenzaba a fallar.
Sabes como reaccionar al dolor, pero éste se convierte en la nada ¿Por qué? Porque no se compara al dolor que ya te has hecho, y eso es como sumar Nada+Dolor ¿Cuál es el resultado? Se supone que dolor, ya que no se considera a la nada.
Pero para mí el resultado siempre fue Nada.
Reconoces el hecho de estar a punto de morir cuando el dolor disminuye, se siente como una droga, y quieres seguir en esa fantástica nube de cosquilleos placenteros. Quieres más de la droga, pero sabes qué pasará.
Así que resistes.

Y ese fue mi error…
Resistir.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2017 ⏰

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