Querida niña azul, en francés no me va tan bien como antes cuando llegué a la ciudad y busqué uno de esos teléfonos antiguos para llamarte al antiguo domicilio que compartías con alguna de tus alocadas amigas. Parece como si hubiese regresado al principio, a los orígenes. Ahora voy por ahí viendo carteles embelesado cuando camino por las calles, las gentes de todo el mundo que acostumbran turistear por aquí con ropas del jet set y otros de andrajos, me ven como al más recién llegado y avientan monedas de todas las denominaciones como un aporte a la fauna y flora propia de la inmigración. Parece mentira pero me siento el corazón de gitano; ya hasta a casa han venido con eslóganes a convencerme de mis raíces, será por el matiz de los ojos, o rasgos tan balcánicos como el de la nariz, y asisto a las reuniones de la Legión junto a unos africanos del sector porque reparten unos bocadillos deliciosos que me caen la mar de bien ahora que no como tan bien. Creerás que estoy loco, y con razón suficiente para pensarlo, desisto de convencerte de lo contrario; así que, azul las noches y la luna de anoche si te pienso cuando escribo, cuando no puedo más y en azul te veo los ojitos medio dormidos.