CAPÍTULO 1:
Owen se deslizó en silencio entre la maleza. Aguzó el oído. No había nada, salvo el leve susurro de las hojas de los árboles. Olisqueó el aire; la brisa le traía un aroma familiar. Cerró los ojos y volvio a escuchar. Sí, ahí estaba. Era casi imperceptible: el sonido de unas pequeñas pezuñas removiendo la hojarasca. Abrió los ojos y tensó la cuerda de su arco, apuntó en una dirección muy concreta. No necesitaba ver a su presa para saber que estaba ahí, ya la había escuchado en su momento y aunque hubiera podido ser producto de su imaginación o del viento, él sabía leer las señales de la naturaleza. Los rastros apenas perceptibles para un ojo inexperto, para los suyos eran algo cotidiano.
Aguardó inmóvil y sin hacer ruido. Entonces, cuando el matorral se onduló de nuevo, soltó la cuerda.
La flecha voló impecablemente hasta su objetivo. Cuando Owen oyó el chillido del ciervo se apresuró a cargar el arco de nuevo. Lo vio salir embalado de entre los arbustos. Huía, pero él no estaba dispuesto a dejarle marchar.
Disparó una segunda flecha sin apuntar, casi al azar, que sin embargo alcanzó un punto vital. El ciervo se desplomó a los pies del árbol que seguía al que estaba subido Owen. No era un ejemplar muy grande, pero valdría para saciar el hambre durante varios días.
Procedió a pasar una cuerda por las patas traseras del animal para cargárselo a la espalda. Soltó un leve quejido cuando lo alzó en volandas, no pensaba que fuera a pesar tanto. Pensó en dejarlo allí y pasar a recogerlo con ayuda de Erik, pero lo descartó al momento: no se puede avandonar una presa tan valiosa.
<<Ya se>>, pensó <<arrastras>>.
Apunto estaba de salir de la linde del bosque, cuando alguien le llamó.
Erik, recostado sobre una rama en lo alto de un árbol, miraba con mayor asombro del que Owen recordaba haberle visto.
-¿De dónde lo has sacado?-preguntó claramente ansioso.
-Del bosque- anunció Owen con intención de tomarle el pelo.
-Venga, no marees. ¿De que parte?
-Un poco más adentro del arroyo-.Soltó la presa bruscamente, pesaba demasiado incluso arrastrándola. Dirigiendo la mirada hacia el ciervo, dijo:-Ayúdame, llevo cargando con él todo el rato, no llevé a Cava porque no pensé que fuera a conseguir nada.
-Vale, pero eres el hermano que nunca tuve, asi que haz el favor y no vuelvas a adentrarte tanto -asintió, aunque ambos sabían que no le haría caso.
Gritos empezaron a inundar el canto de los pajaros. Provenían de la aldea. Ambos se compartieron varias miradas de confusión antes de decidir dejar la presa en el suelo - escondida levemente entre unos matojos- y correr hasta la aldea.
Fuego en las casas, pánico y hombres a caballo acabando con todo a su paso. Se quedaron quietos, atónitos. Nunca se hubieran imaginado que atacarían su aldea. Una pacífica y bella población situada entre las montañas, más cerca del Gran Bosque de lo que cualquiera hubiese querido, pero, precisamente, esa era una de las razones por las que no tenían que protejerse de hordas invasoras.
Un soldado, el cual vestía una armadura mucho más vistosa que los demás, bramó unas palabras en un idioma que Owen no consiguió entender. Seguidamente una tormenta ásaltó la aldea. El viento y la lluvia arremetían con fuerza.
Erik había desparecido. Lo buscó por donde la vista le alcanzaba, pero nada.
Derrepente, alguien le sujetaba con fuerza del pelo.
-¿Dónde está La Pura?-prenguntó con fiereza. Al ver que Owen no respondía, tiró con más violencia del pelo, para llegar a verle la cara, lo cual al llevar casco le tenía que resultar dificil.-Si no me lo dices acabarás muerto-gritó por encima del tormentoso sonido del cielo.
Owen no comprendía que eran lo que buscaba, y aunque lo hiciera tampoco se lo diría a esos salvajes.
-Dime-exigió el soldado- ¿Dónde está?
La fuerza que le tiraba del pelo desapareció, y cayó al barro que la lluvia había generado. Se volteó con curiosidad. El carnicero le había atestado un fuerte golpe en la sien al soldado, el cual se encontraba a los pies del caballo, que se encabritó debido al susto.
No se lo pensó dos veces, montó en el equino y a galope rápido se dispuso a abandonar lo poco que quedaba de la aldea, adentrándose en las lindes del bosque.
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Aurora, un alma pura ©
FantasyUn bosque donde refugiarse, donde perderse y donde morir. Por muy ameno que pudiese parecer, el Gran Bosque siempre tuvo una reputación a la que temer. Las bestias que albergaba entre sus árboles, las mortíferas plantas que crecían en sus tierras, l...