ANHELOS

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Hola a todos!

Aquí os dejo este nuevo trabajo. Es un regalo para un evento de una página de Facebook. El argumento está basado en parte en la petición que hacía la persona a la que va dirigido el regalo con una libre aportación de mi parte.

A pesar de todo lo que pueda parecer es WINCEST, así que os parezca un poco extraño os pido que lo leáis hasta el final. No es tan largo Jjjj.

Espero que os guste este pequeño experimento, sobre todo a la persona para quien está dirigido.

Tam, este fic es para tí.

Espero vuestra opinión. Gracias a todos por leer. 😘






ANHELOS


Regalo para Tam Skylark
(SlashWeen, evento creado por Slash Fanworks)
https://www.facebook.com/groups/SlashFanworks
Team Wincest


Dean no podía dejar de mirar el reloj de la pared, resoplaba mientras trataba de terminar el desayuno, una vez más iba fatal de tiempo.

- Ben!! - grito. No obtuvo ninguna respuesta - Ben!!!! Vamos! Es tarde!

Colocó dos rebanadas de pan en el tostador y dejó la sartén en precario equilibrio sobre el atestado fregadero donde ya era imposible poner nada más. Giró la cabeza echando un vistazo a su alrededor, la cocina parecía un campo de batalla, más o menos como el resto de la casa. Decidió que ese no era momento para lamentarse, colocó los platos sobre la mesa y corrió escaleras arriba en busca de su hijo que ya hacía rato que debería estar desayunando.

-Ben.. vamos cariño, es tarde… Aún no estás listo? - Abrió la puerta de la habitación y se encontró a su hijo sentado en la cama intentando abrocharse las deportivas, el muchacho levantó la vista al oír entrar a su padre, su rostro reflejaba algo de enojo.
- No me sale el lazo - dijo en tono frustrado. Su padre se aguantó una sonrisa divertida y con tono amable se ofreció a ayudarle.
- Anda, déjame a mí. - se acuclilló delante del niño y le cogió los cordones de las zapatillas - Fíjate en mi. Lazo grande, lazo menudo, cruzas los dos y ya está hecho el nudo.. - Ben le miraba con el ceño fruncido por la concentración.
- Déjame a mí hacer el otro - pidió, pero su padre ya había terminado de atarle la otra zapatilla antes de que terminara de decirlo.
- Mañana - prometió Dean mientras lo cogía en brazos camino ya de la cocina - ahora es tarde pequeñajo y aún tienes que desayunar.

El olor a quemado les alcanzó antes de llegar a la puerta de la cocina. -Mierda!- masculló el rubio mientras dejaba al niño sentado sobre uno de los taburetes de la cocina y se lanzaba en plancha sobre el humeante tostador donde esperaban unas carbonizadas rebanadas de pan. Como era de esperar se quemó los dedos intentando sacarlas, el día acababa de empezar y ya tenía toda la pinta de ser un desastre. Lanzó lo que ahora simplemente era carbón a la basura y contempló los dos platos con unos simples huevos revueltos que ya debían estar helados. Miró a su hijo que dirigía miradas preocupadas alternativamente a los platos y a él y de nuevo exhaló un largo suspiro. Recogió los platos, lanzó el contenido a la basura y dirigió una mirada de disculpa a Ben.

- Si nos vamos ahora creo que nos da tiempo a desayunar en el café de Hellen - Ben no tardó dos segundos en bajar del taburete y colocarse la chaqueta. Dean le observaba con una sonrisa triste antes de coger sus cosas y la mochila de Ben y encaminarse a la puerta.

......................................

- Llegas tarde - Gruñó Bobby al verlo entrar por la puerta del taller. Dean se limitó a resoplar mientras corría al vestuario para cambiarse de ropa.
- Lo siento - se disculpó al salir.
- Una mañana dura, eh? - preguntó el hombre con un deje de tristeza mientras seguía los movimientos del más joven con los ojos cargados de preocupación. - Sabes que si necesitas ayuda…
- No! - interrumpió Dean con cierta brusquedad sorprendiendo al mayor - No.. - continuó algo más suave - Discúlpame Bobby, solo estoy un poco nervioso, pero me acostumbraré. De todas maneras te lo agradezco, si necesito algo te lo diré. Se me hizo tarde para llevar a Ben al colegio, aún no me acostumbro a los horarios.
- Tu madre ya se fue? - preguntó el hombre mayor.
- Si, hace una semana, mi padre está enfermo y no puede dejarle tanto tiempo solo, además, como te he dicho tenemos que acostumbrarnos.
- No hay noticias de Lisa?
- No quiero hablar de eso Bobby - dijo dirigiendo una mirada suplicante a su amigo - Voy a seguir con los coches del señor Harris, ayer me llamó para quejarse. No se de donde diablos voy a sacar el tiempo - dicho esto se encaminó a un grupo de coches aparcados en un lateral del taller y comenzó a trabajar en el primero de ellos sin dejar de dar vueltas a su nueva situación.

Todo había ocurrido hacía tres meses. Nunca se le iba a olvidar ese miércoles en que llegó a casa y se encontró un par de maletas en la puerta. Sorprendido, caminó hasta el salón donde Lisa se encontraba sentada en uno de los sillones con mirada ausente. Al verlo entrar su mujer se levantó con rapidez dirigiéndole miradas nerviosas. Él la miró inquisitivamente mientras ella caminaba hasta el respaldo de una de las sillas recogiendo la chaqueta que colgaba allí y poniéndosela con una inquietante lentitud. Finalmente Lisa se giró y sus ojos se encontraron.

- Me marcho - dijo, sin darle tiempo siquiera a preguntar. Una sonrisa asomó a los labios del rubio, aquello sin duda era una broma. - Me marchó Dean, no aguanto más - reafirmó la morena. La sonrisa tornó en un gesto de total asombro.
- De qué estás hablando? Es una broma? - preguntó incrédulo.
- Tengo aspecto de estar bromeando? - dijo ella en tono molesto. Dean intentó acercarse pero ella le esquivó caminando hacia la entrada.
- Espera, espera, espera.. De qué va todo esto? Qué pasa? - preguntó angustiado.
- Pasa que ya no puedo más. Te pasas el día en el taller, vuelves a las mil y tan cansado que ni siquiera podemos hablar un rato. - se quejó.
- Oh! Discúlpame por romperme el lomo para intentar pagar las facturas! - respondió realmente molesto - fuiste tú la que insististe en comprar una nueva casa, la hipoteca no se paga sola.
- No me eches en cara que no trabajo, yo también hago cosas - protestó ella mientras el tono de voz de ambos subía cada vez más.
- Nunca lo he hecho, pero no me parece justo que me eches en cara las horas que me paso en el trabajo, a mi también me gustaría poder pasar más tiempo en casa contigo y con Ben. Va a ser solo un tiempo.. - dijo intentando reconducir la situación - No se.., no me habías dicho nada, deberíamos hablar, no? - Lisa le dirigió una mirada apenada pero que rápidamente se tornó fría y decidida.
- Me han hecho una oferta de trabajo, y lo siento, pero creo que es hora de retomar mi vida - dijo con frialdad.
- Retomar tu vida? - bufó Dean, sin reconocer en absoluto a la mujer que tenía delante.
- La que he desperdiciado con Ben y contigo - contestó ella con dureza. Los ojos del rubio se abrieron con desmesurado asombro para luego llenarse de ira contenida.
- Piensas abandonar también a tu hijo? - preguntó a pesar de saber con seguridad la respuesta. - no piensas siquiera en despedirte? - Lisa le sostuvo la mirada sin un ápice siquiera de vergüenza, Dean no podía salir de su asombro, de repente se sintió terriblemente cansado, herido y defraudado. Nunca, ni en la peor de sus pesadillas, hubiera podido imaginar una situación así. Se echó a un lado y dejó que ella se marchara.

Habían pasado más de tres meses y no habían vuelto a tener noticias suyas, ni siquiera una triste llamada para interesarse por su hijo. Ben había preguntado por ella varias veces y Dean le mintió en todas y cada una de ellas, diciéndole que su madre había tenido que ir a cuidar a su abuela enferma pero que regresaría tan pronto como pudiera porque le echaba muchísimo de menos. Dean aún no estaba preparado para explicar a su hijo que su madre había decidido olvidarse de él, de los dos. Ben tenía ratos que protestaba y añoraba a su madre, pero en general poco a poco se acostumbraba a su ausencia y cada vez preguntaba menos, también había ayudado la presencia de la madre de Dean, que durante un par de meses había acudido a ayudar y consolar a su hijo, desgraciadamente para el rubio, su madre había tenido que regresar a casa y desde hacia una semana eran ellos dos solos.

La situación se le estaba haciendo realmente cuesta arriba al rubio, ya si antes estaba agobiado, trabajando de sol a sol para pagar las facturas de la nueva casa y del taller, ahora debía sumarle las tareas de la casa y la atención para con su hijo, le faltaban horas al día y a él le faltaban manos. Aún así, había decidido que no pediría ayuda, él se encargaría de todo, tenía que hacerlo, iba a hacerlo, por Ben...; pensaba mientras seguía trabajando bajo el BMW X5 del señor Harris, tenía hambre, habría pasado ya la hora de comer?.

- Dean! – La exclamación de Bobby le sobresaltó sacándole de sus pensamientos. – Dios! Muchacho, qué haces aún aqui? Has visto la hora que es?

Se impulsó con las piernas para que el carrito de ruedas sobre el que apoyaba la espalda saliera de debajo del coche. Desde abajo apreció el rostro preocupado del mayor, frunció el ceño con extrañeza y giró la cabeza para mirar el reloj que presidía la entrada del taller, sus ojos se abrieron como platos.

- Joder! Ben! – exclamó mientras se levantaba a toda velocidad dejando caer con estruendo las llaves fijas que tenía en la mano – Cómo no me dijiste nada? – preguntó acusadoramente mientras se lanzaba sobre el lavabo en un intento rápido de quitarse algo de la grasa de las manos.
- Pensé que ya te habías ido – contestó compungido el mayor, pero Dean ya no le escuchaba, el rubio cerraba la puerta a la vez que arrancaba. El motor del Impala tronando en el interior de la nave opacado un segundo después por el sonido de las ruedas chirriando al salir de allí a toda velocidad.

Dean conducía temerariamente, lo que menos le preocupaba en esos momentos era una sanción de tráfico aunque tampoco se daba cuenta de que si le paraban llegaría aún más tarde. Ben había terminado el colegio hacía casi dos horas y él se había olvidado de ir a recogerlo, abstraído en el trabajo y en las preocupaciones se había olvidado de su hijo, sentía ganas de golpearse la cabeza contra el volante, tal vez lo hiciera, pero sería después de saber que Ben se encontraba bien. Ahora conducía con la vista fija al frente, la mandíbula apretada y los nudillos blancos por la presión contra el volante, el pie pisando tan a fondo el acelerador que no le extrañaría que traspasase la carrocería.

Redujo la velocidad al entrar en la calle donde se encontraba el colegio, sus ojos barriendo los alrededores con preocupación intentando localizar a Ben. Dean soltó el aire que había estado reteniendo cuando localizó a su hijo sentado en las escaleras de la entrada, aunque volvió a preocuparse al darse cuenta de que había un hombre sentado junto a él. Tiró del freno de mano y les observo durante un segundo intentando hacerse un plano de situación. Ambos levantaron la cabeza, hasta ahora miraban algo que Ben tenía entre las manos. Su hijo pareció aliviado al verle y el hombre le dedicó una sonrisa cómplice que el niño le devolvió no sin una cierta melancolía. Dean se quedó deslumbrado por la sonrisa de aquel joven y por los hoyuelos que aparecían en sus mejillas al mostrarla, desde el coche podía apreciar que era realmente atractivo, un pelo castaño y algo largo, enmarcaban un rostro de pómulos altos y ojos exóticos que desde allí no podía saber de que color eran, nariz afilada mandíbula fuerte, se veía bronceado y su expresión era afable. Se le hacía extrañamente familiar.

Dean se sorprendió a si mismo fijándose en tanto detalle, a él no le gustaban los hombres. Si, había tenido algunas experiencias durante su juventud, pero eran eso, experimentos de adolescentes, realmente nunca había sentido una atracción verdadera por algo que no tuviera pechos y curvas. Y sin embargo..., Ben y el hombre se levantaron de las escaleras y por Dios!..., era jodidamente alto. No es que Dean no lo fuera, 1,85 no era nada para desmerecer, pero aquel tipo le sacaba al menos 10 cm, llevaba unos jeans desgastados y una camiseta que marcaban unos hombros y unos pectorales realmente definidos. Dean tragó saliva y se regañó a si mismo, le estaban esperando y él parecía un estúpido dentro del coche mirando.

- Ben!.. – llamó a la vez que rodeaba el coche para quedarse frente a los dos chicos. Su hijo le miraba con algo de rencor pero con la misma sensación de alivio que Dean había podido apreciar desde el coche. Sus mejillas estaban marcadas por restos de lágrimas y el rubio se sintió terriblemente culpable. – Lo siento hijo.. – dijo mientras lo abrazaba contra su pecho – me entretuve en el trabajo. No volverá a pasar, te lo prometo.. – El niño le miró serio mientras asentía con la cabeza y luego se abrazaba al cuello de su padre. A Dean no se le escapó que el hombre alto les observaba en silencio con una sonrisa tranquila en el rostro. Bajó a Ben al suelo para pedirle que entrara en el coche cuando se fijó en lo que llevaba en las manos.

- Eh.., qué es eso chaval? – preguntó con una sonrisa. El rostro del niño se iluminó mientras extendía las manos mostrando la consola de juegos.
- Es la PSP del señor Wesson, mi maestro. Me dejó jugar mientras te esperábamos. Es guay! Puedo pedirme una para navidad? – preguntó emocionado. Dean sonrió mientras le revolvía el cabello.
- Claro hijo. Se la pediremos a Papa Noel. Ahora devuelvesela a tu profesor y despídete de él, no te olvides de darle las gracias. – Ben se giró hacia el hombre más alto y le tendió la consola que el otro cogió con una sonrisa.
- Gracias señor Wesson!
- De nada, Ben. Pídemela cuando quieras – contestó el castaño mientras chocaba los cinco con el chiquillo – Y recuerda..., puedes llamarme Sam. – El niño asintió con la cabeza y se despidió metiéndose en el coche.
- Adiós Sam.
- Sam? Ese era su nombre? – Un pensamiento fugaz sacudió la mente de Dean, pero se esfumó antes de ser consciente del mismo.
Ben se metió en el coche y los dos hombres se quedaron mirándose frente a frente en un silencio algo incomodo. Dean se obligó a poner su mejor sonrisa y extendió la mano a modo de saludo.

- Dean Winchester – se presentó – el padre de Ben. – El castaño miró la mano durante unos segundos antes de estrecharla con la propia, Dean se encogió al ver como cubría la suya casi por completo y por la firmeza con la que la apretaba.
- Sam Wesson – contestó el castaño – el profesor de Ben. – El apretón se mantuvo por un espacio de tiempo más largo de lo normal para el parecer del rubio. Sam habló de nuevo antes de soltarle, su rostro se había tornado serio – Podemos hablar?...

Dean le miró extrañado pero asintió con la cabeza a la vez que le seguía alejándose unos metros del coche.
- Todo esta bien con Ben? – preguntó preocupado mientras caminaba detrás del más alto.
- Si – contestó el otro – Ben es un chico genial, y muy aplicado – puntualizó antes de parar y girarse para hacerle frente. Dean tenía ahora un buen primer plano de sus ojos aunque no era capaz de definir el color de los mismos, lo que si distinguió fue un brillo de dureza y enojo en ellos. Se sintió avergonzado, era claro lo que el profesor debía estar pensando de él, notó como el rubor subía por sus mejillas y empezó a disculparse antes de que el otro pudiera hablar.

- Mire..., se lo que debe estar pensando. Yo..., lo siento mucho, y le estoy muy agradecido por haber cuidado de Ben. Tengo mucho trabajo y...
- No es excusa señor Winchester – cortó el otro de forma brusca. El castaño se erguía en toda su estatura, los brazos cruzados sobre el pecho y el gesto serio – Ben solo tiene siete años, es una irresponsabilidad por su parte. Se da cuenta de que hace dos horas que terminó el horario lectivo? Que su hijo podría haber estado solo, lo que podría haber pasado? – Dean se puso rojo de la vergüenza y miraba a todos lados para no enfrentarse a aquellos ojos que ahora eran.., grises?
- Lo siento... Lo siento, de verdad.., esto no volverá a pasar. Yo..., tengo ahora mucho trabajo, no me di cuenta de la hora.., estoy un poco agobiado, sabe?... – El rubio tartamudeaba un poco intentando disculparse pero el profesor lo miraba incrédulo.
- El trabajo no esta por encima del bienestar de su hijo señor. Me da igual los problemas que tenga, si algo como esto vuelve a pasar daré parte a las autoridades, queda advertido señor Winchester – dijo con dureza. Dean lo observaba con la boca abierta, el rojo de la vergüenza se transformó en un rojo de ira, vale que había sido un grave descuido por su parte, pero ya tenía bastante mierda encima para tener que aguantar los moralismos de un jovencito por muy profesor que fuera y por muy impresionante que le pareciera.

- Usted no sabe nada de mí, ni de mi hijo, ni de nuestra situación. – espetó con rabia, sus ojos verdes centellearon furiosos fijándose en el rostro del castaño que no pudo evitar dar un paso atrás impresionado – Es verdad que ha sido un error por mi parte, del cual estoy muy arrepentido, le he ofrecido mis disculpas a pesar de que al único que tengo que rendir cuentas es a mi hijo. Asi que si le parece bien, acéptelas y si no, me importa un carajo. Eso si.., una cosa le digo, no se atreva a interponerse entre mi hijo y yo porque entonces no respondo. Buenas tardes señor Wesson! – Dean se dio la vuelta y caminó con paso firme hasta el auto, saliendo de allí segundos después rumbo a casa.

Sam observo el auto alejarse, sorprendido de la reacción del rubio. Había pensado que era otro de esos padres despreocupados que meten la pata el único día que sus mujeres les piden el favor de ocuparse de los críos, pero la transformación salvaje de esos impresionantes ojos verdes cuando le amenazó con el parte (técnica que usaba habitualmente para poner en evidencia a ese tipo de padres), le hizo comprender que el señor Winchester no era de esa clase. Se preguntó que clase de preocupaciones serían las que ocupaban la mente del rubio. Y no, no es que se hubiera fijado tanto en él, verdad? Eran rasgos que saltaban a la vista, rubio, ojos verdes, mandíbula firme, labios carnosos, rostro totalmente simétrico como sacado de un libro de arte griego y un cuerpo que a pesar del mono de trabajo, se podía apreciar en perfecta y armónica proporción. Lastima que fuera hetero, su mujer era afortunada, pensó para si con cierta tristeza mientras caminaba hacia su coche, ya no tenía nada más que hacer allí.

Había pasado un mes y Dean parecía que al fin había cogido el ritmo de su nueva vida a base de una agenda detallada y alarmas múltiples que llevaban su día a día con precisión militar, algo que seguramente habría heredado de su padre. No conseguía sacarse de la cabeza la imagen del alto profesor de su hijo. Por una parte, le preocupaba que este cumpliera sus amenazas, no sabía que podría pasar si intervenían los servicios sociales, al fin y al cabo era él solo para llevar todo, trabajo, casa y el cuidado de Ben. Sabía que había sido bastante impertinente y se preguntaba si tal vez debería hablar de nuevo con él, disculparse, quizás invitarle a un café y explicarle lo que había pasado. Fantaseo con esa idea, últimamente fantaseaba con muchas cosas que implicaban al castaño con el que tan solo había hablado una vez. Estaba sorprendido con eso, pero curiosamente, no le importaba. Sacudió la cabeza librándose de esas ideas, además, no conocía nada del profesor, que posibilidades tenía de que fuera gay o en todo caso bi? Además, que demonios! Desde cuando él lo era, cualquiera de las dos cosas?

- Uhhhhh!!!!! – escuchó a sus espaldas. Se giró y se llevó la mano al pecho con un exagerado gesto de terror.
- Oh, no! – exclamó – El conde Drácula! No me muerdas, por favor... – suplicó poniéndose de rodillas delante de su hijo disfrazado con un traje negro y una capa con el interior rojo brillante, la cara estaba pálida por el maquillaje y llevaba unos colmillos postizos y sangre de pega cayendo por la comisura de los labios.
- Soy yo papá! – rió Ben divertido. Dean puso cara de alivio y suspiró.
- Menos mal! Que susto me has dado chaval! – contestó con una sonrisa mientras colocaba bien la capa en el cuello de su hijo. – Este disfraz da miedo de verdad, vas a conseguir un montón de caramelos. Estas listo? – Ben asintió con la cabeza y Dean se levantó cogiendo las llaves y la cesta para las chuches. – Muy bien Conde Drácula, vámonos!

Caminaban por la tercera calle detrás de su casa, Ben corría feliz de puerta en puerta ofreciendo su “truco o trato”, las calles estaban llenas de chiquillos y padres resignados que seguían a estos en su procesión de Hallowen, para suerte de todos, la noche no era tan fría como era lo habitual en esa época del año, la luna brillaba en un cielo despejado y lleno de estrellas iluminando casi tanto como las farolas a los lados de la calle. Ben corrió por el sendero hasta la puerta azul situada bajo el pequeño porche de columnas blancas de madera. La puerta se abrió segundos después de que el niño pulsara el timbre y una figura alta y conocida apareció bajo el umbral de la misma.

- Ben! – exclamó el castaño con sorpresa.
- Soy Drácula – contestó el niño.
- Oh, claro. Discúlpeme señor conde – respondió inclinando la cabeza a modo de reverencia.
- Truco o trato? – preguntó Ben, extendiendo los brazos con  la bolsa abierta. Sam sonrió dejando ver una hilera de dientes perfecta, lo que hizo que Dean sintiera un escalofrío recorrer su columna de punta a punta.
- Trato, trato – dijo mientras lanzaba un puñado de caramelos dentro de la bolsa del niño que sonrió satisfecho.
- Gracias Sam! Vienes con nosotros? – preguntó emocionado, Sam alzó la mirada del rostro del niño para encontrarse con los ojos verdes del rubio que esperaba al otro lado del sendero, de pie en la acera.
- Ben.. – regañó Dean.
- Puede venir papá?
- El señor Wesson seguro que esta ocupado cariño, vámonos.
- Por faaaa – pidió de nuevo mirando de uno a otro. Dean dirigió una mirada de disculpa al castaño que se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa y a estirar el brazo para coger una chaqueta que colgaba de un perchero junto a la entrada.
- Bien! – gritó Ben mientras corría de nuevo a la acera. Sam se acercó hasta donde estaba Dean que ya empezaba a disculparse.
- Señor Wesson, no tiene porque, es solo un capricho...
- Llámame Sam – cortó el otro con una sonrisa – no estamos en el colegio, además, me estaba aburriendo mortalmente en casa, me vendrá bien un paseo. – Dean le miró incrédulo, hasta hace solo un momento él hubiera matado por estar tirado en casa en el sofá aburrido, ya no se acordaba de que era eso. Claro que ahora..., extendió la mano como el primer día que se encontraron.
- Llámame Dean – y de nuevo ambos sintieron el calor de la otra mano sobre la suya y todo lo que eso provocaba en ambos.

Caminaron en silencio durante un rato, siguiendo a Ben en su carrera por obtener el mayor número posible de caramelos, reían divertidos viéndole en su más entregada representación al papel del famoso vampiro. Dean sintió que debía empezar la conversación y pensó que lo primero que debía hacer era disculparse por como se había comportado la última vez.

- Sam, quería pedirte disculpas por mi comportamiento de la última vez. No eran ni el tono ni las formas correctas, pero no tenía un buen día. – Sam lo miraba con una sonrisa divertida.
- Me di cuenta – dijo entre risas – creí que me pegarías. – Dean se quedó pálido y parada en la acera.
- Yo.., yo nunca.. – dijo preocupado. Que Sam pudiera pensar que él podría hacerle daño de alguna manera le afectó más de lo normal, él no podría, estaba seguro que haría cualquier cosa antes de lastimarlo, la sola idea le hacía revolver el estómago.
- Eh, tranquilo, es broma. – apuntó el castaño al percibir su gesto preocupado -  Además, olvidemos eso. Acabamos de presentarnos de nuevo, no? – Dean asintió con la cabeza y relajó ligeramente los hombros esbozando una tímida sonrisa.
- Tienes razón – dijo mientras comenzaban de nuevo a andar – Pues nada, gracias por acompañarme, ya empezaba a ser aburrido ir de aqui para allá detrás de Ben.

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