Penumbra

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_ ¡Eres una bruta! ¿Acaso no te fijas lo que haces? No debí darte una oportunidad.

Yen estaba muy enfadada conmigo y la entendía. Sospechosamente se habían derramado litros de pintura roja sobre un tapiz negro ostentoso que cubría el pasillo de entrada hacia el salón.

_ ¿¡Dime cómo vas a arreglar esto!? ¡Me  van a despedir por tu culpa! Creí que era importante para ti, que querías cambiar.

No había sido mi culpa pero ella no iba a creerme. Así que después de tanto tiempo tuve que volver agachar la cabeza y asentir.
Ella seguía gritando algunas cosas sobre compromiso y sentido común pero yo hice caso omiso a sus palabras.
De pronto, varias preguntas comenzaron a aparecer en mi mente: ¿Cuando había sucedido? Anoche habían pasado cosas extrañas, cierto.
Bueno, una no tan... extraña.
¿Desde cuándo me volví tan distraída? Me habían capacitado para ser fuerte, audaz y por sobre todo, insensible. Pero él sacaba lo peor de mi, o quizás... lo mejor.   

_ Sabes que debo llamar a la empresa. No puedo alegar que no lo hiciste. Esto es tú culpa, no había nadie más aquí ayer por la noche. El Sr. Bhuwakul tarde o temprano lo descubrirá y va a querer una explicación.

Tenía que mencionarlo para que mi mente se despegara de mi cuerpo. Ese maldito estirado me había volado la cabeza con toda la atención que me había puesto. Supe en estos días que sentía algo más por él, y es que, nunca antes me había enamorado. Todo esto es muy raro. En el pasado, ellos no me lo hubieran permitido.

Ambos teníamos veintitrés años de edad, pero él había redoblado esfuerzos y se encontraba siendo una de las estrellas tailandesas del momento.
Maldito rico con cara de niño. Y pensar que es una persona... amable y centrada, todo a la vez... ¿Por qué estoy tan risueña? He perdido el control de todo.
Por desgracia, mi pasado había sido bastante perturbador y traumático, hasta que me escape del “campo de entrenamiento”, por así decirlo.
En mi paso por la ciudad, literalmente tropecé con Yen. Ella era una joven diseñadora de interiores de la reconocida firma Interior Passion Design en Bangkok.
Se compadeció de mi complexión general: mugre, golpes y un semblante cadavérico. Qué patética. Fue muy buena conmigo al ofrecerme asilo y trabajo. Por lo menos hasta ahora.

De todas formas siempre supe que no tardarían mucho en encontrarme y regresarme al “campo”. No quiero siquiera pensar en ello.
Con Yen, yo tenía la oportunidad de hacer lo que más me gustaba: Pintar.

Una parte buena de este trabajo era la discreción que el “Sr. Bhuwakul” pretendía en cuanto a nuestra “relación laboral”. Así que nadie sabía que él pasaba algunas horas diarias conmigo. Por mi estaba bien. No necesitaba salir en las noticias, más bien, necesitaba esconderme.

Ayer había terminado de pintar el mural del cuarto de juegos de la nueva mansión. Diversos colores vivaces llenaban el salón con dibujos al mejor estilo graffiti. Aquello que amaba hacer y que el “Sr. Bhuwakul” se había obsesionado en ver mientras lo hacía.
En los últimos días, yo había intentado ser más “sensual” a causa de esto, aunque sabía que no iba a funcionar. Simplemente, lo sexy no era lo mío.

BamBam, nombre con el cual quería que lo llamara, recurría a todas las tácticas para sacarme información personal.
Ansiaba que le hablara sobre mi extenso tatuaje. Su mirada me lo decía. Pero eran cosas sobre mi pasado que no podía revelarle. Por lo menos no aún. No me comprendería y por este nuevo sentimiento que me atraía a él, no quería alejarlo de mí.

Me había vestido con una musculosa negra de tiras anchas que se ceñía a mi figura y dejaba entrever solo algunas terminaciones de mi tatuaje. Éste comenzaba en mi espalda, extendiéndose por los hombros y el cuello; y por debajo hasta los lados y sobre mi vientre.
Lo estaba haciendo a propósito para tentarlo. Los efectos que a la distancia él tenía en mí, me estaban asustando.

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