C1 - El Hotel Clippton

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Mirándose al espejo, comprobó que ese vestido negro que tanto odiaba no le quedaba tan mal. Al igual que esas ondas en su pelo castaño por las que había pagado más de 35 libras en la peluquería de su calle. Habían cambiado muchas cosas en muy poco tiempo. Yaiza nunca se imaginó que podría irse a vivir a una ciudad desconocida sin compañía, dinero o futuro. No le fue difícil dejar su pasado atrás, ya que si algo tenía claro, es que no quería volver a saber nada de su antigua vida. Tenía las intenciones claras, pero no sabía cómo iba a poder llevarlas a cabo.

Llevaba graduada en periodismo menos de un año y no había existido un día en el que no se arrepintiese de haber pasado cuatro años de su vida en una universidad estudiando cosas que no le interesaban. Sin embargo le quiso dar el uso por el cual accedió a desperdiciar esos cuatro años. Y por eso hace un mes decidió coger la maleta e irse a Londres. Buscaba una aventura, su aventura, por todo lo alto, por tanto decidió irse a una de las ciudades más importantes del mundo para conseguirla. Y al principio todo fue más difícil de lo que pensaba.

Para empezar, el idioma no era más que un dolor de muelas por donde quiera que fuese. Por más que lo intentaba, su acento impedía que comerciantes y vecinos pudiesen entenderla con claridad. Y en un primer momento eso puede no ser un gran problema, pero este se incrementa cuando en las dos primeras entrevistas de trabajo no es capaz de entender dos preguntas clave. Ni imaginar tiene lo nefasta que fue la respuesta correspondiente a cada cuestión.

Sin saber cómo, y haciendo honor al refrán, a la tercera fue la vencida. Y más allá de sus expectativas, los restaurantes de comida rápida o los establecimientos de turistas no iban a contar con ella como empleada, sino que lo haría un pequeño y prestigioso periódico local del barrio en el que vivía. Su amplio conocimiento en cuanto a fútbol internacional y en cuanto a fórmula 1 le permitió conseguir un puesto de becaria remunerada en la redacción del jefe de deportes de dicho periódico. Ni tan superventas, ni tan valorado como otros, pero con contactos más que suficientes para las intenciones de Yaiza.

Salió del baño de su oficina y, aunque en cualquier otra situación su atuendo habría sido el centro de todas las miradas, en aquel momento no era más que otro de los muchos modelitos de noche que por allí reinaban.

- Tienes que llamar a McCluhan para ver si le han llegado las invitaciones. –sin siquiera mirarla, Marcus Ferguson, el ni tan conocido ni tan mediático pero respetado jefe de Yaiza, le repitió por enésima vez que llamase a su amigo Robert McCluhan para saber qué pasaba con las invitaciones a la fiesta anual del periódico. – Es muy raro que aún no me lo haya confirmado.

- Sí.-ella tampoco quiso responder con más palabras que las necesarias. Cogió su agenda telefónica y buscó en la letra M y empezó a susurrar- Marshal... Martlow... McAnstin... McAnstin JR...McCluhan.- cuando dio con él, descolgó el teléfono de su pequeña mesa llena de post-its y pulsó el número correspondiente a Robert McCluhan. Esperó varios segundos.- Sí, buenas tardes señor McCluhan, soy Yaiza Díaz de— no, no, Yaiza Díaz... Sí... Sí, Yeisa. -rio irónica- Sí, verá, le llamo para confirmar que recibió nuestras invitaciones... No, no, invitaciones, sí, para la entrega de premios del periódico... Aha... Aha...No, sí, aha... Pues el señor Ferguson estaría encantado de que se pusiese en contacto con él para confirmarle su asistencia.-hizo una pausa más larga que las otras- Entiendo... Sin problema, yo se lo hago saber. Muchas gracias, señor... Sí, sí... Claro, allí estaremos toda la plantilla. –volvió a acudir a su risa irónica- Un placer señor McCluhan, hasta esta noche.

Mientras caminaba hacia el despacho de Ferguson no dejaba de asombrarse de lo maravillosamente bien que iba su plan.

- ¡Ey, Yaiza, pero a dónde vas tú tan elegante!-bromeó Pantsy, una de sus compañeras.

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