Angel

606 70 25
                                    

La brisa mueve las hojas de los árboles, en un baile tranquilo y parsimonioso que invita a quedarse a observar ese peculiar oleaje. Un par de ojos castaños lo hacen. Miran hacia esas hojas, hacia esas largas ramas que se balancean y se curvan. Ramas que tocan el cielo y parecen acariciar las pequeñas nubes que se dejan ver ahí arriba.

La brisa también es protagonista. Juega con el flequillo del muchacho y se acurruca en los pliegues y bordes del jersey a rayas que lleva puesto; en las arrugas del pantalón vaquero y en los huecos que quedan entre los dedos de unos pies descalzos.

El joven mueve un pie y este se hunde en la superficie llena de partículas de cristal. El mar de arena que se acerca a la orilla y se fusiona con el suave oleaje del océano que tiene frente a él. Mueve otro pie y siente la curiosa frescura de la arena. Deja que ambos se hundan en ella y una pequeña sonrisa se aloja en la comisura de los labios al mismo tiempo que sus ojos almendrados parecen brillar levemente.

De lejos, llega el sonido de las olas y las gaviotas surcando el firmamento. Más de fondo aún, las voces de unos niños hacen eco. El joven eleva la mirada hacia las nubes y cierra los ojos.

Entonces oye el susurro en el oído, el "Nos tenemos que marchar ya". Pero él no quiere. No. Él quiere quedarse. Seguir experimentando el frescor de la arena, oler el mar y sentir el salitre sobre la piel. Quiere poder quedarse en ese pequeño paraíso un poco más. No mucho, sólo lo suficiente para poder retenerlo en su mente antes de que se esfume y vuelva de nuevo ahí arriba.

"Vamos, Yixing." dice el susurro.

Un roce en la mano le hace abrir lo ojos. Cálido, suave, el contacto de un amigo, de un hermano que le muestra una sonrisa cuando sus miradas se encuentran.

Mira de nuevo hacia el mar. Olas y olas, suaves, de azul intenso, en su viaje a la arena marcada por pisadas de viandantes invisibles.

"¿Algún día los veré?" pregunta de repente. Ver a la gente, a los humanos, a esas personas que dejan pisadas más pequeñas, más grandes, más y menos profundas. Ver los rostros de los niños que escucha. Los dueños de los acordes de guitarra y voces que cantan en noches decoradas de hogueras en la arena.

"Un día, Yixing. Un día."

"¿Cuándo?"

"Cuando menos te lo esperes."

Cierra los ojos una vez más y respira el olor del mar.

La tierra es preciosa, pero solitaria cuando posa los pies sobre ella, cuando la brisa le baja de su morada en el aire. Quiero ver a alguien, quien sea, aunque sólo sea por una vez.

"Paciencia."

La tiene. Demasiada. A veces muy poca. Pero espera y espera hasta que la persona que tiene que cuidar aparezca delante de él.

"Siempre, ¿no?".

"Supongo que sí." Y ahí hay otra sonrisa, que le anima y hace que quiera acurrucarse junto a él.

"¿Una carrera?"

"Sólo pies."

"Sólo pies"

Sonríe. Y a la de tres, respira y hunde el pie derecho en la arena.

***

"Por cada uno de nosotros nace un alma que debemos proteger."

Son palabras que se le repiten en la mente de tanto en tanto. Marcadas en la mente, en la piel, en la punta de los dedos. Palabras que pasan por delante de sus ojos al mirar hacia ese espejo de agua que le permite avistar el mundo de ahí bajo. Ese mundo tranquilo pero ajetreado, donde gente invisible para él se mueve continuamente.

Angel 》KrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora