30. Nadie podría apartarme de mi hijo.

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Es tu hijo. Esas palabras resonaron en mi mente aproximadamente un minuto antes de que mi cerebro decidiera que era la hora de volver a funcionar y mandara orden a mis labios para articular palabra.

-¿Qué?-Si, bueno. He dicho que era la hora de hablar, no dije nada de que fuera a ser algo grandioso, a fin de cuentas ni mi cerebro asimila la información tan rápido. Mis ojos buscaron su mirada pero ella no me miraba, estaba con la mirada clavada aún en el suelo.

-¿Qué ocurre, Ángel? ¿No recordabas que te habías follado a mi hermana?-La voz de Baggio sonó molesta, y se notaba que estaba controlándose mucho para no lanzarme un puñetazo y noquearme allí mismo. Tampoco podría, estoy lejos, pero esa sin duda es su intención. Lo miré.

-Cierra tu puta boca si no quieres que te la parta, Giovani.-Oh, si. Se me olvidó informar de que cuando recibo una noticia realmente inesperada me pongo de muy mala hostia. El pareció notarlo porque apretó la mandíbula y me dedicó una mirada de odio.-¿Y bien?

-Es tu hijo.-Repitió alzando la mirada para encontrarse con la mía. Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos y mi mente estaba a punto de estallar. ¿Cómo había pasado esto? Quiero decir, obviamente sé el proceso de formación de críos, lo que no entiendo es el porqué de enterarme ahora.

-Genial. ¿Y por qué me entero ahora? ¿Hace cuánto pasó eso, Fiorella?-Estaba muy alterado, quería golpear las paredes con mis puños, pero no podía hacerlo. No teniendo delante a mi hijo. Joder, ¿soy padre? Asimílalo ya. ¡Que te jodan! ¿Para crear más hijos perdidos? No, gracias. No entiendo la función de una conciencia que solo da por el culo. Exactamente para eso, Sr. Imbécil.

-¿Ángel?-La voz de Fiorella me hizo dejar mi conversación mental a medias y volver a la realidad. Estaba a un paso de mí. ¿Cuándo se había acercado tanto? Di un paso hacia atrás y la miré, esperando una respuesta a mis preguntas que seguramente ya me había dado y no había escuchado gracias a mi fantástica conciencia.-Quiero que lo conozcas.-Dijo al fin. Se giró hacia el niño, que estaba sentado jugando a tirar la pelota contra una pared, totalmente ajeno a la conversación.-Luca, ven aquí.-Lo llamó. Mi corazón latió más rápido durante un segundo. Segundo en el cual el niño se levantó y clavó su azulada mirada en mí. Un nudo se formó en mi garganta. ¿Qué debía hacer yo ahora? Hélade me necesitaba, no podía dejarla. No podía aparecer con un niño ahora, eso solo empeoraría las cosas. Ella podría enfadarse por no habérselo contado, pero ¿cómo? ¡Si me acabo de enterar!

-¿De qué conoces a Ángel, mami?-La dulce voz de Luca me hizo mirar hacia abajo para encontrarme de nuevo con su mirada y su ceño fruncido. Fiorella me miró extrañada.

-Nos conocimos en la escalera.-Aclaré y ella asintió.

-Él es Ángel, cariño. Ese Ángel del que te he hablado.-Los ojos del niño se iluminaron y una sonrisa se formó justo antes de que se lanzara hacia mi para abrazar mi pierna.

-¡Papi!-Esa palabra me dejó sin aliento, era un hecho. El niño que estaba abrazando enérgicamente mi pierna era mi hijo.

Lentamente moví mis brazos para coger al niño y abrazarlo como debía ser abrazado y al ver su sonrisa no pude evitar sonreír también.Una paz inexplicable se formó en mi interior en el momento en el que sus pequeños brazos rodearon mi cuello y su voz susurró "te estaba esperando, papi". No podría explicar por qué, pero la ira que había sentido segundos antes se acababa de evaporar. Lo dejé en el suelo y lo miré unos segundos con una sonrisa de imbécil en el rostro. No sabía cómo le explicaría esto a Hel, pero estaba seguro de que nadie podría apartarme de este niño. Nadie podría apartarme de mi hijo.

Narra Hélade

Habían pasado cinco días desde que Carol se había ido y no me sentía mucho mejor. Las noches para mí se reducían a llorar hasta que el cansancio podía conmigo y me llevaba al mundo de los sueños. ¿Los días? Se basaban en una gran y perfecta farsa. Los chicos intentaban animarme, intentaban hacerme salir de la casa, y si lo conseguían se felicitaban unos a otros como idiotas intentando hacerme reír. La verdad es que lo hacía, me reía, pero no lo sentía gracioso. Simplemente sabía que ninguno de ellos quería tener que lidiar con una llorona, depresiva y desaliñada en casa, por lo que intentaba fingir que estaba bien. Obviamente ellos sabían que no era cierto, pero tampoco me presionaban demasiado.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora