No me gustan los arrumacos, no me toques con tanta confianza.
Cada vez que estoy a tu lado me enamoro más. Así que ya no me toques que me distraigo y mis sentidos se nublan.
Te comportas de manera cínica y cargas siempre con una sonrisa pícara.
Kaito, yo sé que me gustas. Me repugna solo pensarlo.
Y yo sé que a ti te gusto, me lo dijiste hace cinco minutos.Ahora estamos sentados en está manta sobre el pasto mientras vemos a los demás jugar felizmente junto al río.
Un improvisado picnic del que estoy seguro tú planeaste con ayuda de mi hermana.— ¿Quieres ir?
— No, estoy bien aquí —. Me contestas cerrando los ojos. Con el paso de los minutos pareces dormido.
— Kaito, tú me gustas, maldita sea —. Digo, esperando que no me hayas oído. Suspiro pues ni siquiera te inmutaste.
Me acerco a tu cara y siento que vivo un cliché. Te tomo de las mejillas y te planto un beso rápido. Me alejo asustado por lo que acabo de hacer y me desagrado.
No me gusta el contacto físico, todos lo saben.
— Creí que no te atreverías —. Doy un respingo al oír tu rasposa voz en tono feliz.
Me pongo nervioso.Literalmente saltas sobre mí y me tiras al pasto en un abrazo. Intento apartarte pero me haz sacado el aire. Me mareo y sé que no es por sentirme mal, todo lo contrario. Siento mi cara arder y tu respiración en mi cuello. Oigo las voces de los demás quienes se han dado cuenta del espectáculo que hemos montado.
Levantas tu rostro y yo vuelvo a perder el aire.
Te acercas queriendo besarme, aparto mis labios y me besas la mejilla.Escucho un “Aww~” a la lejanía.
Te levantas y me ayudas también.
— Te abrazaré todos los días hasta que seas tú quien me busque —. Dices tranquilo y te alejas a hablar con Meiko quien te regala una sonrisa de complicidad y me hace una seña con el dedo pulgar. Un “Buena suerte” puedo leer de sus labios rojos.
De verdad la necesitaré.
Pienso que no sería tan malo que me abrazara todos los días. Pienso que el que Kaito me ame es lo mejor que me pudo pasar.
Pienso que con solo él puedo cambiar.