Amores

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-¿Qué les parece si nos vamos de viaje a Roma? –dijo Aarón.

-Es una estupenda idea –dije emocionada.

-Sería un regalo de cumpleaños adecuado –dijo Emily, la madre de Zach.

-Cualquier detalle estará bien para mi señora Emily. Es un bonito gesto de su parte –dije sonrojándome.

-Padre ¿Gideon y George vendrán con nosotros? –dijo Zach.

-George está de viaje con sus amigos, y Gideon estará aquí en dos horas –respondió Aarón.

-Gideon estará muy complacido al saber que vamos a Roma, y más porque será tu cumpleaños Charlotte –dijo Emily sonriendo.

Gideon y yo manteníamos una estrecha amistad. Él era muy amable conmigo, le gustaba jugarme bromas y correr por toda la mansión persiguiéndome.

De repente se oyó el timbre de la mansión, alguien tocaba la puerta. El mayordomo procedió a abrirla y de repente se escucharon unos gritos alegres. Gideon, pensé.

-Familia, venid he llegado a casa –dijo Gideon alegremente.

-Oh, Gideon –exclamé.

Bajé rápidamente las escaleras. Un chico alto y fortachón me recibió con los brazos muy abiertos. Fue un abrazo muy lindo, no me lo esperaba. El abrazo continuó. Gideon me sostenía firme, con mucho cariño y dulzura. Se podía notar que me extrañaba y yo a él. Hundió su rostro en mi pecho inhalando mi dulce aroma, yo lo abracé más fuerte aún. Una lágrima caliente rodó en mi mejilla. Lo había extrañado demasiado.

-Gideon, como te extrañé –le susurré al oído-. Me alegra que estés aquí.

-Yo te extrañe aún más mi Princesa de Porcelana –respondió Gideon dulcemente-. Que sorpresa tan grande me he llevado, al ser tú la que me haya recibido al volver a casa.

Gideon y yo nos conocíamos desde hacía ya mucho tiempo. Nos teníamos un gran aprecio, que nos decíamos apodos de cariño. Él me decía Princesa de Porcelana. Mi contextura era delicada y delgada al igual que mis rasgos. Literal, parecía una muñeca de porcelana. Mi rostro era delicado y definido. Mis pómulos eran de un color vivo que resaltaban sobre mi piel pálida. Mi sonrisa era delicada y un poco tímida. Tenía una nariz perfilada y perfecta, gracias a los genes hereditarios. Tenía el cabello rojizo que se enrulaba a menudo, con pecas y ojos verdes que resaltaban aún más en mi piel.

Yo le decía Príncipe Griego. Sus rasgos eran fuertes y trigueños. Su rostro formaba un corazón; la frente ancha y la barbilla delicadamente puntiaguda. Sus pómulos eran delicados, de un color rosado que se mezclaban con el color trigueño de su piel. Su sonrisa era definida y perfecta. Tenía una nariz perfilada, formando una línea desde la base hasta la punta. Sus ojos eran de un azul intenso, con pestañas largas y gruesas. Su cabello era de un color castaño opaco, formando unos delicados rizos que le caían sobre las sienes.

-Gideon, que sorpresa –era su madre que se acercaba rápidamente hacia nosotros.

Mi Príncipe Griego me soltó lentamente, y fue a abrazar a su madre que lo estaba esperando con los brazos abiertos, una alegre sonrisa y lágrimas en los ojos.

-Madre, te extrañé un montón.

-Oh, hijo mío –dijo su madre entre sollozos-. Has pasado mucho tiempo fuera de casa. Agradezco que llegaran las vacaciones. ¿Cómo la has pasado en Vancouver?

-Muy bien madre. Pero hay algo que debo decirles.

-¿Qué será? –esta vez era Zachariah que se acercaba a la entrada, donde todos nos encontrábamos.

-Gideon ¿la noticia es buena o mala? –dijo Aarón.

-La noticia es muy buena padre, les sorprenderá a todos.

-Ya dinos la noticia Gideon –dije exasperada y ansiosa-. Disculpen, es que la tensión me está ganando.

-El instituto me ha transferido acá, a Londres –dijo finalmente-. Viviré aquí con ustedes.

La madre de Gideon lo abrazó nuevamente, seguido de su padre. Zachariah estaba muy alegre; tenía una relación muy estrecha con su hermano. Yo en cambio, me encontraba subiendo las escaleras hacia la habitación de Zach. Me emocionaba mucho la idea de tener cerca a Gideon, pero yo tenía sentimientos hacia él que no quería que supiera. Finalmente me propuse no pensar en ello, y seguir como si nada hubiese pasado.

Aún era de noche. La noche era fría y oscura. La neblina se había disipado con el viento. Nos encontrábamos camino al aeropuerto en la limusina de la familia Greymark. Viajando con clase, dije para mis adentros. Habíamos salido de madrugada, ya que nuestro avión salía a las seis en punto de la mañana del aeropuerto.

Los esposos Greymark conversaban sobre los lugares de Roma que debíamos visitar, y algo sobre una fiesta sorpresa. Zachariah aún dormía y Gideon estaba escuchando música de su Ipod. Yo estaba observando por la ventanilla de la limusina, nada en específico solo miraba a cualquier punto. Tenía mucho frio y estaba temblando a causa de ello. De repente sentí una mano cálida que se acercaba hacia mí. Era Gideon tomándome del brazo para acercarme a él.

-Te noto temblar Princesa de Porcelana –me susurró al oído cariñosamente.

-Oh sí, tengo mucho frio, pero he olvidado mi chaqueta.

-Bueno, puedo abrazarte para proporcionarte calor, si así lo deseas.

-Está bien, si me gustaría –le susurré-. Gracias mi Príncipe Griego.

Le di un beso en la mejilla y me acurruqué en su pecho. Estaba cálido y su aroma era suave y dulce. Él me dio un beso en la frente y procedió a acariciarme la mejilla y pasar sus finos dedos por mi cabello. Me tendió uno de los auriculares con los que había estado escuchando música. Lo tomé.

-Quiero dedicarte una canción Charlie –dijo susurrándome al oído.

-Oh –dije un poco sorprendida-. Que detalle de tu parte Gideon.

Me puse el auricular y él le dio play a la pieza. Reconocí la canción de inmediato. Era Lucky de Jason Mraz. En realidad la canción decía todo lo que sentía por él, pero ¿él sentía lo mismo por mi? Al terminar la canción le dediqué una amorosa sonrisa. Él me la devolvió con un beso en la mejilla.

-Es una canción muy hermosa Gideon –dije sonrojándome-. Gracias por esa bella pieza.

-Una hermosa pieza para una hermosa mujer –dijo dulcemente.

Al oír esas palabras me estremecí violentamente. Eran las mismas palabras de Mathew Greenhooh cuando habíamos acabado de bailar en la fiesta de los padres de Zachariah y Gideon. Me retiré bruscamente de los brazos de Gideon y me senté rígida, un poco asustada y tensa, en el asiento de la limo. Se me había erizado la piel ante tal recuerdo tan desagradable. Gideon parecía alarmado por mi repentino cambio. Me puso una mano en el hombro para tranquilizarme. Respiré hondo y me calmé un poco.

-Charlie ¿he dicho algo malo? ¿Te he ofendido?

-No Gideon, no eres tú. Es que en la fiesta de tus padres me ha sucedido algo muy desagradable –dije un poco tensa.

-Cuando gustes, me lo puedes decir. Tal vez pueda ayudarte.

Respiré profundo nuevamente y procedí a explicarle detalladamente los hechos, exceptuando claro, la parte del beso. Culminé explicándole lo de la frase y el por qué me había exaltado tanto. Gideon parecía estar tranquilo, pero en sus ojos, podía notar un fuego intenso cargado con ira e impotencia. Obviamente estaba furioso con Mathew.

-¿Cómo se atreve a hacerte eso? –dijo tranquilamente aunque sus ojos reflejaban otra cosa-. ¿Estás bien?

-Si, Zachariah ha cuidado de mi los días que estuve inconsciente. No se apartó de mí.

-No dejaré que nada te pase mi Princesa de Porcelana –dijo casi en un susurro pero lo suficientemente audible.

Gideon parecía un poco más tranquilo. Me miró con ojos tranquilizadores y me acercó al él lentamente hasta estar acurrucada nuevamente en sus brazos. Esbozó un beso largo y dulce en mi mejilla y continuo a eso me acarició el cabello suavemente.

Mi Principe Griego, no sabes lo mucho que te aprecio, pensé.

Secretos de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora