Secretos y Mentiras

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Roma era un país muy hermoso. La Ciudad del Vaticano, la plaza y basílica de San Pedro eran impresionantes. Desde las reliquias Romanas hasta infinidad de Palacios, Castillos, Iglesias y Plazas, harían falta semanas para poder recorrerlos todos. El centro de Roma era bastante caótico y algo sucio. Lo más problemático era el tráfico, así que lo mejor era calzarse unas buenas zapatillas y tomarse su tiempo. La bicicleta quedó descartada, ya que teníamos un gran aprecio a la vida y el metro era un poco escaso para el tamaño de la ciudad.

Pero el tráfico y las personas no importaban, ya que nosotros teníamos nuestro propio tour privado. Se acercaba mi cumpleaños, solo faltaba un día y los padres de Zach y Gideon estaban emocionados al igual que yo. No había pedido nada de regalo ni celebración, con solo haberme llevado con ellos a Roma, ya era demasiado y yo apreciaba mucho ese lindo detalle, que lo consideraba como un regalo.

-¿Quieren ir a la Coliseo Romano, mientras que nosotros organizamos algunas cosas? –dijo Emily muy amablemente.

-De acuerdo –respondió Gideon por los tres-. Estaremos aquí en el hotel antes del anochecer.

-Está bien hijo –dijo Aarón que se encontraba a lado de su esposa-. Que la pasen bien.

Nos adentramos en el Coliseo. La estructura del Coliseo estaba seriamente dañada debido a los terremotos y a los saqueos de material que sufrió para la construcción de otros edificios. Aún así era un lugar memorable, ya que por casi quinientos años, allí se llevaban a cabo peleas de gladiadores, caza de animales, ejecuciones, recreaciones de famosas batallas, y obras de teatro basadas en la mitología clásica. Siempre me había gustado el Coliseo Romano, y estar ahí por fin, me llenaba de alegría.

-¿Te gusta Lottie? –dijo Zach tendiéndome el brazo. Lo tomé y me aferré a él.

-Me encanta –respondí con una amplia sonrisa en el rostro-. Gracias por saberme traído a este lugar chicos. Los aprecio demasiado.

-Lo mejor para la chica de mis ojos –esta vez era Gideon que se acercaba hacia nosotros, tendiéndome un brazo el cual tomé y me aferré al él también.

-Mis dos escoltas –dije soltando una carcajada.

Gideon me miraba tiernamente. Zachariah parecía un poco serio al notar la expresión de Gideon hacia mí, pero luego rió a carcajadas haciendo caso omiso a lo que sucedía.

Nos encontrábamos recorriendo el lugar, era un poco sombrío y solo. Me estremecí al sentir una presencia a parte de la de nosotros. Una silueta de un hombre se acercaba hacia nosotros, cada vez haciéndose más visible su reflejo. Por un momento pensé que era uno de los guías turísticos del lugar, pero en vez de eso, nos encontramos con otra cosa. Era un señor de avanzada edad, vestía unos harapos rotos y sucios. Lucía descuidado y desaseado, en su mano brillaba un objeto, un cuchillo tal vez, pero al detallarlo más de cerca, pude notar que era una daga, con un mango de hueso. Al alzarlo hacia nosotros se veía una palabras grabadas en la hoja afilada, estaba en latín, pero no me costó mucho entenderlo. Immundus mortem decía en la hoja, Muerte a los impuros. Al cabo de un instante, estaba parado frente a nosotros, mirándome fijamente a los ojos.

-Te he encontrado, al fin –dijo el viejo-. El señor Mathew se pondrá feliz al tenerte en su poder.

-¿Mathew? –preguntó Zach irritado-. ¿Qué quiere ese gusano?

-A ella –respondió el viejo señalándome.

-¿Quién es usted? –dijo Gideon alarmado.

-Soy Malachai, fiel servidor de Mathew Greenhood. Vengo a llevarme a la señorita Starkwood.

Secretos de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora