24. ¿Padre e hija?

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Carolina Pov's

Las dos semanas que siguieron a esos días, la tensión en casa iba en aumento.

Los desayunos, las comidas y las cenas eran cada día mas incómodas y más silenciosas, eso sin contar las respuestas tajantes, los gritos y las peleas que nos dábamos Agus y yo cada que estábamos cerca.

Era cada vez peor, pero prefería eso a volver a caer. Al menos ya no se me acercaba a memos de diez metros. Cuatro, si era en el comedor.

Por eso, mi rutina se había convertido en salir de mi habitación a la U, paseos con Jorge, reuniones con Karol y Valentina y de regreso a la privacidad de mi habitación, evitando encuentros. Y aunque Tysha trataba de mantenerse un poco a raya, muchas veces me recriminaba al respecto.

Trataba de no hacerle importancia a todo este lío y opté por enfocar casi toda mi atención en mi novio y la cosa iba funcionando con él. Ya no me sentía tan culpable, solo quería remediar las cosas y dar todo de mi. Lo llamaba siempre que podía, lo texteaba a toda hora, le decía por todos los lados posibles que lo amaba y que era mi vida. Quería recrear lo que eramos en los primeros meses de noviazgo y estaba resultando, él se veía relajado y feliz.

En la cama.. Bueno. No era tan fácil como... como con el otro susodicho. Aunque solo habíamos podido hacer el amor dos veces en estas dos semanas me di cuenta que ninguno de los dos hacíamos nada mal, simplemente que no había una química tan fuerte ni un deseo descontrolado. Pero eso no tenía nada que ver con el amor, así que no me quedó más que aceptarlo.

Era viernes por la noche y el día parecía no presenciar nada interesante por lo que lo pasé acurrucada en mi cuarto viendo series, pero lo que no me esperé fue enfrentarme a la persona que en ese momento tocaba la puerta de mi habitación.

—Pase...—grité sin apartar la mirada del ordenador.

—Hola, Carolina ¿se puede? —oír esa voz desde mi puerta me sorprendió y volteé en seguida.

—¡Claro! Adelante..

El Sr. Agustín entró y le señale una silla para que se sentase, él lo hizo y juntó sus manos con los codos en sus muslo.

—¿Que tal? ¿Estás muy ocupada? Quisiera que hablásemos.

—Veía GoT, pero puedes esperar. ¿Como de que sería?

—Pues, de Agus.

—Oh. —me recliné la silla.

Aquí vamos de nuevo. Pensé. Él se acomodó en la silla preparándose para hablar.

—No voy a recriminarte, Caro, de verdad. Yo... sólo quería saber por qué se llevan así ¡me preocupan! cada día se tratan peor. ¿Pasó algo entre ustedes que no sabemos?

Mierda...

—Um, no Sr. Bernasconi. —él me interrumpió.

—Llamame Agustín, hija. Ya te lo he dicho, quiero que nos tratemos como una familia. —me aclaré la garganta.

—Bueno, Agustín. —sonreí. —No pasó nada. Sólo que.. Nunca congeniamos, yo le parezco una inmadura y él me parece un egocéntrico, al parecer nunca cambiaremos esa opinión. Tal vez por eso la convivencia empeora con el pasos de los días.

Él suspiró.

—Es muy terco, si, pero bastante maduro para su edad y muy responsable. Los golpes lo han hecho crecer de sopetón.

¿Golpes? Parpadeé, curiosa.

—¿Le pasó algo?

—Um, bueno. —se rascó la cabeza— su madre... ella era la luz de sus ojos, su heroína. Pero un día, y sin avisar, se fue de casa... con un hombre. Nos abandonó. Él tenía diez años para ese entonces y sufrió mucho su ausencia.

Mi Hermanastro | AguslinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora