Conociéndote

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-¿Hay un teléfono? –me volví hacia Jeremiah-. Por favor.

Jeremiah vaciló, mirándome Charlotte. Asintió y se apartó del escritorio. Detrás de él había un globo terráqueo, hecho de latón batido, que no se parecía a ningún otro globo terráqueo que hubiera visto; había algo sutilmente extraño en la forma de los países y los continentes. Junto al globo había un anticuado teléfono negro con botones plateados. Me llevé el auricular al oído, y el familiar tono de marcación me inundó como una relajante corriente de agua.

Gideon descolgó al tercer timbrazo.

-¿Diga?

-¡Gideon! –me dejé caer contra el escritorio-. Soy yo. Charlotte.

-Charlotte –pude notar el alivio en su voz, junto con algo más que no pude identificar del todo.

-¿Estás bien?

-Estoy perfectamente. Lamento no haberte llamado antes. Zach...

-Me he ido del club y lo he dejado ahí con Cattery.

-Entonces no has sabido de él.

Cualquier rastro de alegría al oír a Gideon se había esfumado. Era imposible que no hubiera contactado con Zach la noche anterior.

-¿Qué dijeron tus padres?

-Sólo que tendrá un severo castigo –pensé en Emily y Aarón enfadados y preocupados por los tres-. ¿Dónde estás?

-Estoy en la cuidad –respondí-. No sé dónde exactamente. Con Jeremiah. He perdido el monedero en el club. Si tienes algo de efectivo, podría coger un taxi hasta el hotel.

-No –replicó él, tajante-.

El teléfono me resbaló en la sudorosa mano, pero lo atrapé.

-¿Qué?

-No –repitió él-. Es demasiado peligroso. No puedes venir aquí.

-Podríamos llamar...

-Mira –su voz era dura-. Lo que sea en lo que te hayas mezclado, no tiene nada que ver conmigo. Estás mucho mejor dónde estás.

-Pero no puedo quedarme aquí –oí el gemido en mi propia voz, como el de un niño-. No conozco a nadie por aquí.

-No eres mi responsabilidad, Charlotte. Cuídate tu sola.

Las lágrimas me ardían tras los ojos.

-Lo siento. Es sólo que...

-No vuelvas a llamarme para pedir favores –dijo él-. Tengo mis propios problemas, sólo me falta tener que preocuparme por los tuyos –añadió, y colgó el teléfono.

Me quedé allí de pie y contemplé fijamente el auricular, con el tono de marcación zumbando en mi oído como una avispa enorme y fea. Volví a marcar el número de Gideon y aguardé. En esa ocasión pasó directamente al buzón de voz. Colgué violentamente el teléfono, con manos temblorosas.

Jeremiah estaba recostado en el brazo del sillón, observándome.

-¿Debo entender que no se ha alegrado de saber de ti?

Sentí como si mi corazón se hubiera encogido al tamaño de una nuez: una piedra diminuta y dura en mi pecho. No lloraré pensé. No frente a él.

-No lo entiendo –dije sorprendida.

-¿El niño rico no quiere saber nada de ti? –preguntó Jeremiah en un tono burlón.

-¡JEREMIAH FIRELIGHT! –grité a todo pulmón-. Estos no son momentos de reírse. Esto es serio.

-Lo siento –dijo el chico-. Trataba de hacer que te sintieras mejor.

-Lo siento –me disculpé al notar la expresión de culpa en la cara de Jeremiah-. Es que esto es muy extraño. Gideon me había dicho que me protegería y ahora me deja a la deriva en Roma.

-Por lo menos estás conmigo –dijo el chico dulcemente.

-Es lo positivo de la situación –dije sonriendo-. Pero aún así, no sé nada de Zach, y Gideon decidió deshacerse de mí.

-Puedo apostar a que Zach está con Louisious –dijo tranquilizándome-. Y Gideon se encuentra en el hotel con sus padres.

-Puede que tengas razón –dije-. Pero me preocupa la actitud que tomó Gideon. Él nunca había sido así conmigo. Lo aprecio mucho, y me dolió su manera de tratarme cuando le hablé por teléfono.

-Gideon suele ser un patán a veces –comentó Jeremiah.

-Pero no conmigo –respondí.

-¿Por qué lo defiendes después de cómo te trató? –preguntó Jeremiah mostrando un poco de furia en su mirada.

-Porque hemos crecido juntos y sé que él jamás me haría daño –dije en un tono decidido.

-Eso no fue lo que él dio a entender hace un momento.

-Lo sé, pero...

-¿Realmente confías en él Charlotte? –me interrumpió Jeremiah con una expresión de inquietud.

-Ya no –confesé-. No sé en quien confiar ahora.

-Puedes confiar en mí –dijo Jeremiah con una leve sonrisa en su rostro-. Jamás le haría daño a la mujer que salvó mi vida.

Me sonrojé y me acerqué a él hasta hundir mi cara en su pecho. Tenía un aroma peculiar y dulzón. Me recordaba a mi hogar en Londres.

Tantos años viviendo en mentiras y secretos, pensé. He sido una niña al pensar que Gideon podría tener un sentimiento noble hacia mí. Sentí que todo este tiempo que había dicho que era hermosa, perfecta y que siempre cuidaría de mí, era una farsa, un completo engaño. Soy una tonta, pensé. Una tonta al pensar que alguien pudiese quererme. Dejé que conociera mis más oscuros secretos, que fuera partícipe de mis logros y desdichas. De algo estaba convencida, los sentimientos que tenía hacia Gideon habían muerto, ya no existían. Y que jamás dejaría que alguien se aprovechara de mí. Pude notar que Jeremiah era noble en cuanto a sus sentimientos, pero hasta que no estuviese segura de ello, no le abriría mi corazón. Construiré un muro que me proteja de las malas intenciones de las demás personas. Así estaría resguardado a salvo de las mentiras y engaños de personas equivocadas. He conocido al verdadero Gideon, al cruel y desgraciado que había visto reflejado en los ojos de Jeremiah aquella noche en el club.

-Tranquila mi pequeña flor –dijo Jeremiah en un tono dulce rodeándome con sus brazos-. Estas a mi lado.

-Y a tu lado permaneceré –susurré-.

Secretos de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora