-Serafines –dijo un ser extraño de ojos blancos y manos de hueso-. Como los odio.
-No vine aquí para escuchar tus halagos –respondió Gideon-. ¿Dónde está?
-No quiere que nadie lo moleste –respondió aquel ser.
-Es muy importante –dijo el chico.
-Tus asuntos de serafines no son importantes para mí –dijo-. Si quieres hablar con él, deberás esperar hasta la próxima semana.
-Ser insignificante –dijo Gideon tomando al demonio del cuello-. Dile que el señor Gideon Greymark vino a darle un recado. Y si no lo haces, me encargaré de que ardas en el infierno como el gusano inmundo que eres.
-Ya estoy en el infierno, serafín estúpido –respondió el demonio zafándose de la atadura de Gideon-. Y podría matarte si quisiera.
-Ah, eso piensas ¿eh? –dijo Gideon con una sonrisa maliciosa.
-No puedes hacerme daño serafín –dijo el demonio en un tono sarcástico.
-Desgraciadamente, no puedo –respondió Gideon irritado.
-Debemos tomar en cuenta la gravedad del asunto –dijo la chica de ojos grises.
-Sí, pero aun así no podemos dejar que suceda lo peor –respondió el chico sentado a su derecha.
-Estamos conscientes de las consecuencias –dijo Jeremiah que se encontraba al fondo de la sala atento a la discusión-. Es la única manera de mantenerla a salvo.
- Jeremiah, ya sabemos que la chica te atrae –respondió Anabeth, la chica de los ojos grises-. Lo de mantenerla a salvo es solo una excusa para tenerla a tu lado.
-¡ESO NO ES CIERTO! –gritó Jeremiah irritado-. Ella es una sorprendente chica, y no me atrae. Además, no es mi tipo.
-Jere –dijo el chico sentado al lado de Anabeth en un tono tranquilizador-. No tienes porque alterarte. Todos sabemos que Anabeth suele ser irritante la mayoría del tiempo.
-Dylan, no seas ridículo –inquirió Anabeth.
Jeremiah ya se encontraba alejándose de los dos chicos, dejando la sala, cerrándose la puerta a sus espaldas.
-¿Por qué lo haces? –dijo Dylan, ceñudo y un poco enfadado.
-Porque me gusta verlos sufrir –respondió secamente-. Además, tengo el poder para hacerlo. ¿Por qué desperdiciarlo cuando lo puedo usar a mi gusto?
Dylan pudo notar en la mirada de Anabeth su satisfacción al ver la pena y el dolor que sentían las personas cuando ella era cruel. A pesar de ser una hermosa mujer, en su interior habitaba una sed de venganza insaciable. En sus ojos se veía reflejado su rencor y sufrimiento, pero ella le daba poca importancia a eso, ocultándose bajo su coraza de amargura.
-Ten compasión Anabeth, ellos no tienen la culpa –dijo finalmente-. Y menos Jeremiah.
-¡No me importa! –gritó ella haciendo una mueca de dolor-. Pagarán por todo el daño que me han causado. Todos y cada uno de ellos son los responsables de mis cicatrices.
Anabeth estaba muy dolida. Era incapaz de ver a través de ellos; almas puras sin rencores, solo eran conscientes de sus actos y aún así, no había razón alguna para que recibieran tanto daño.
Dylan palideció ante la repentina actitud de Anabeth. Él la había admirado desde siempre y ponía a prueba su honor y valentía solo para demostrar que tanto le importaba. En ese instante, desechó cualquier tipo de esperanzas que podría haber tenido hacia ella. Él la veía desde otro punto de vista, pero a pesar de eso, no pudo evitar sentir remordimiento y pena por ella.
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Secretos de un Demonio
FantasyEn el Octagonium, el club nocturno de moda de Roma, Charlotte detiene el asesinato de un atractivo chico de pelo negro y extrañas marcas que recorren su cuerpo. Desde esa noche, su destino se une al de ese joven con aspecto de Ángel, pero que ocult...