Condena.

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Judá escondido entre las sombras de una habitación sin terminar, se maldice mil veces por haberla abandonando, se odia a si mismo por haber dejado lo único bueno que le quedaba; le grita a los estantes vacíos, a los retratos del gran señor que están recargados a la pared e incluso también le grita al gran señor que ha de estar en algún lugar escuchando y burlándose de su desgracia, mientras fuma un puro que no se acaba. Judá con su orgullo interminable esta alucinando con dejar de tenerlo y buscarla, después de todo, ella esperaba que la detuviera, pero es un cobarde y eso grita con más fuerte que antes:

-Soy un maldito cobarde!-Dijo al viento. Entonces mientras estaba parado en medio de esa oscuridad en donde no se distinguía nada completamente, apareció el gran señor, con sus pasos firmes y el sonido de la suela de su zapato peculiar, Judá sintió alivio porque indirectamente quería que apareciera para salvarlo de una aparente agonía. El gran señor con su elegancia, se abrió paso entre los estantes y saco una silla, la arrastro hasta un lugar en donde puede verlo directamente y sin miedo a ensuciar su impecable traje se sentó en aquella silla polvorienta. Judá espera impaciente, espera que le diga algo, incluso que le diga que esta cansado de escuchar sus pensamientos todo el jodido tiempo, pero  no dice nada y simplemente observa en silencio, con un leve tamborileo de sus dedos en el reposa brazos, el leve sonido que hacen sus dedos al tocar la piel de la silla, es imperturbable para el silencio que se siente en la habitación, es casi inaudible. Entonces Judá temeroso decide hablar:

-Lamento interrumpir su tranquilidad, mi señor, pero, puede decirme que hace aquí?-Espero no sonar molesto, pensó. El gran señor se tardo en responder, pero al final lo hizo:

-Porque odio escuchar tus pensamientos, pero si estabas sufriendo demasiado, debía ser algo grave, entonces vine a ver, si era hora de acabar con tu martirio.-Soltó una risa estruendosa, estaba burlándose descaradamente de sus sentimientos. Cuando terminó de reírse, continuo:- Deberías ir a buscarla, también escucho sus pensamientos y te extraña, no entiendo porque aún tienen un poco de sentimientos, aún son muy jóvenes.-Dijo, fue inevitable que Judá no sonriera, en el fondo, en lo más oscuro y frío de su alma sentía algo por esa chica de cabello oscuro y marcas en el pecho. Aunque él fingiera que no la quería, la verdad era que sentía muchas cosas, pero no estaba acostumbrado a querer a las personas, su corazón había endurecido tanto que se había olvidado de como se quería a alguien de verdad. 

El gran señor es tan observador que fue inevitable que no se diera cuenta de que Judá esta enamorándose de esa niña, porque es una pequeña niña, el gran señor abriéndose camino entre la oscuridad se acerco a él y le tomo el hombro, tal vez como impulso a que la buscará o como seña de apoyo, pero ninguna de las dos cosas podrían ser, el gran señor no es ese tipo de persona. Pero Judá no va a buscarla, por mucho que la ''quiera'' su frío y repugnante corazón no se lo va a permitir y entonces salió cabizbajo de aquella amplia habitación, en busca de un lugar donde pudiera deshacerse en sentimientos en total privacidad.  

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Acostada en mi cama, meditando en mi vacía habitación, me di cuenta de que quererlo fue inevitable, que por mucho que me haya hecho mierda millones de veces, ya lo quería. En silencio recordé ese beso, sus labios humedecidos con un manjar nunca antes descubierto, sus manos tocándome tiernamente, una explosión de neuronas, hormonas y sangre, mi organismo se deshizo y volvió a reconstruirse en un par de segundos. Me retorcí en mi cama, intentando desesperadamente quitarme ese recuerdo de la mente, necesitaba borrarlo de mi.

 Decidida salí al pasillo, necesitaba despejarme, de él y su estúpida forma de romperme, puse mi capucha sobre mi alborotado cabello y subí casi corriendo las escaleras, mientras más rápido saliera de aquí sería más sencillo volver después, cuando estaba en el piso de arriba, había muchos reclutas hablando entre ellos, esta vez no me miraron, lo agradezco infinitamente, lo que menos necesito es que sepan que estoy tratando de escapar de algo que me persigue imaginariamente. Cuando salí el aire invernal, me pego en la cara y un escalofrío, me recorrió por completo, había fina nieve cayendo del cielo, era una tarde muy fría, perfecto para salir a deprimirte. Cerré las puertas del santuario a mis espaldas y comencé a caminar al bosque, guarde mis manos en las bolsas de la gabardina, suspire con fuerza y un humo espeso salio de mi boca. Mientras caminaba tranquilamente entre gruesos árboles, lo vi, sentado en una tronco, con su gabardina cubriéndole débilmente su gran espalda, me detuve en seco, no tenía planeado verlo aquí, tal vez también salio a deprimirse. Lentamente cambie de ruta, tratando de que él no se diera cuenta de que estaba ahí, me recargue en un grueso tronco que cubre perfectamente mi silueta y me quede ahí pensando en que tal vez debería aceptar mi condena e ir a decirle que lo quiero, que jodida y malditamente lo quiero y que estoy dispuesta a soportar los torbellinos repentinos que me causa su presencia con tal de vivir el resto de mis miserables días de su mano. Debería aceptar la condena predispuesta y simplemente llegar a una tregua entre él y yo, poner bandera blanca, colgar las armas y darle chance al corazón, pero (la palabra más puta que existe), el simplemente me ve como una más en su colección, un trofeo en una repisa, una niña que se puede desechar cuando no sienta nada; pensar en que él puede dejar de quererme de la noche a la mañana, me rompió, una sensación se apodero de mi cuerpo, como si mi corazón roto estuviera esparciendo toda su mierda por mi ser. 

un ángel entre sus pechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora