05. 'La suerte está echada'

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— ¡Dos cervezas! —gritó Leonardo por encima del sonido. Soltó mi mano para tomarlas y me daba una.

—Gracias —moví mis labios sin hacer sonido alguno, pero sabía que había entendido porque asintió con un leve movimiento de cabeza. Tomé sólo un sorbo de mi botella mientras que él estaba a punto de terminarse la suya. Algo cerca de mi pecho empezó a vibrar, tarde en recordar que era mi celular, el cual era obvio que había olvidado que estaba ahí. Lo saqué torpemente de mi sujetador. La cara de Emma apareció en la pantalla— Rayos. Bueno. No logro escucharte bien. ¡Claro que estoy bien!

—Claro que está bien. Bueno, siempre y cuando esté conmigo —Colgó. Él le había colgado a Emma. No me di cuenta cuando había tomado el celular de mis manos, pero ya lo estaba metiendo en el bolsillo de sus pantalones —Así nadie nos va a interrumpir —levantó su mano para pedir otra cerveza mientras yo seguía en mi pequeño estado de shock.

— ¡No puedo creer que hicieras eso! —solté un bufido. Muy en el fondo sabía que no me incomodaba del todo, pero aun así me preocupaba qué pensaría Emma.

Levantó sus hombros a manera de disculpa, pero en su rostro tenía una enorme sonrisa burlona.

—No es para tanto. Aparte no tienes un lugar dónde ponerlo. ¿O sí? —ahora no solo su rostro lucía burlón, ahora era también su tono de voz sonaba así.

Solté un suspiro de resignación y me limité a tomar otro sorbo de cerveza. Dirigí mi mirada a las diversos cuerpos que bailaban a mí alrededor, bueno, algunos sólo hacían un intento de bailar. Un muchacho muy delgado y alto movía sus caderas torpemente hacia una chica con cara de pocos amigos. Inevitablemente me sacó una sonrisa. No muy lejos de ellos, un hombre rubio de unos veintipocos años tomaba a una muchacha por la cintura, creí que se convertirían en uno solo por lo cerca que bailaban. La chica daba la impresión de estar a punto de caerse, si no fuera por el agarre del rubio, creo que lo haría.

—Lo más probable es que este drogada —Leonardo también miraba a la pareja, pero él lo hacía con una mueca de asco.

— ¿Cómo lo sabes? —me acerqué más a él para escuchar su respuesta.

—Por lo general este lugar es seguro, pero eso no quita que no ocurran estas situaciones —apartó la vista de ellos para voltear a verme —Entonces, ¿bailamos? —me extendió su mano derecha mientras me miraba directo a los ojos.

En toda la noche no lo había visto vacilar en nada de lo que decía, pero en ese momento lo había hecho. Fue sólo por un segundo, pero aun así puedo notarlo.

—Creí que tendría que pedírtelo yo —tomé su mano llevándolo hacia donde se encontraba la mayoría de las personas bailando. Giré para quedar frente a él. Tenía una enorme sonrisa en su cara. El estómago me hormigueaba y me recorrió un escalofrío por la espalda al sentir que apoyaba su mano ahí.

Realmente no tenía idea por qué no podía apartar mis ojos de su rostro, me era inevitable. Mis caderas ya se estaban moviendo igual que las suyas, haciendo que rozaran sutilmente. Mis manos ascendieron a sus hombros, pasando primero por sus brazos. Una risa contenida salió de su boca. Tuve que mover mi cara y mirar por encima de su hombro, ya que nuestros rostros estaban demasiado cerca.

Después de mucho tiempo bailando, podía sentir el cabello pegado a mi nuca. A comparación conmigo, Leonardo lucia como si no hubiera bailado nada. Su mano libre se apoyó en mi espalda, un poco más arriba de la otra. El espacio entre nosotros se había ido por completo, podía sentir su regular respiración en mi cuello, provocando pequeñas descargas en esa parte.

—Regresemos a la barra —dijo muy cerca de mi oído.

Asentí con un movimiento de cabeza a la vez que me separaba de él. Tomó mi muñeca para regresar a la barra.

Una sobredosis de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora