Capitulo 35

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Luego de un largo camino, llegaron a la ciudad de México

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Luego de un largo camino, llegaron a la ciudad de México. Rosario nunca había salido de casa. Era extraño ver los edificios levantarse a sus costados. De repente se sintió invadida y temerosa, pero su hija la sostuvo de la mano y pronto tomaron un taxi.

Martina sabía la dirección porque había husmeado en alguna ocasión mientras limpiaba, los papeles de Ricardo. Cierta vez, logró hallar la dirección de Dulce entre los documentos de su matrimonio. Ese que después de todo resultó ser un contrato. Situación que más de uno conocía muy bien ya.

En su recorrido en el vehículo, noto el visible desconcierto de su madre. Se tronaba los dedos de las manos, aferrándolas juntas sobre su regazo. Mientras sus labios balbuceaban plegarías. Ella era muy religiosa, nunca faltaba a la misa de los domingos en el pueblo.

Aun no comprendía, como con tal grado de pureza, su madre hubiera sido capaz de actuar de ese modo. De involucrarse con…

— ¿Falta mucho para llegar? —inquirió alejando a Martina de su meditación. Ella asentó, fingiendo que conocía muy bien la ciudad.

Algo que Daniel le había contado en aquellas charlas telefónicas, fue preciso eso, los peligros de la ciudad. Así que debía ser astuta, fingir que conocía muy bien el lugar para evitar cualquier incidente incómodo.

Para su fortuna, en efecto, faltaba muy poco para arribar a su destino.

— Aquí es señorita… Esta es la dirección que me dio, debe ser esa residencia. Supongo —anunció el taxista escudriñando la propiedad con la mirada. Martina de igual modo escaneo el lugar y asentó con la cabeza.

— Sí, aquí es —dijo sin saber que lo fuera.
Pago el servicio y se apeó junto a su madre que aún continuaba con el rostro blanco, pálido. Pese a que el tono de su piel era más bien moreno.

— ¿Estás segura que esta es la casa, hija? —cuestionó Rosario.

— Así es, mamá. Y si no, pues caminaremos hasta hallarla. Seguro no esta tan lejos —respondió sintiéndose nerviosa.

Estaban solas, en una ciudad desconocida. En un sitio donde nunca antes habían ido. Tan solo por buscar a Daniel, por evitar que cometiera una locura ante su obcecada obsesión.

— Toquemos el timbre, solo así saldremos de dudas —se encogió de hombros aparentando calma.

Acto seguido, ejecutaron esa maniobra. Aguardaron varios segundos para ser atendidas. Quien se asomó y abrió el blanco portón fue una mujer. Una chica joven con uniforme de mucama.

— Hola, buenos días. ¿Puedo ayudarles en algo? —indago la jovencita.

— Sí… venimos a ver a la señora… Dulce, Dulce Valencia —De inmediato Martina recordó el apellido de soltera de Dulce. Y se le ocurrió nombrarla por este. La mucama pareció pensativa durante unos momentos.

Dulzura Destruida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora