Era hermoso verlo desde ese ángulo, tres vértices de un triángulo sobre su clavícula derecha y una pequeña cicatriz al lado que no lleva más de dos días. Se la debo haber hecho yo en algún intento por aferrarme a este estado consciente. Aún así, a veces no podía evitar cruzar el limbo, sentir que iba muriendo bellamente para luego de un momento regresar y encontrarme abrazada a él, cansada y feliz.
No tengo que imaginarme cómo sería despertar y que me diga "buenos días, preciosa" con la voz todavía medio dormida y un beso suave en mis labios, hombros, mejilla, frente, lo que se le ocurra que esa mañana pueda ser el primer beso que me de. Y yo, bueno, derritiéndome sin poder disimular y poniendo la sonrisa más idiota que alguien puede poner "buenos días", abrazarlo más fuerte y sentirnos aún más cerca (si es eso posible) y sin ganas de separarnos para comenzar el día. "Comenzar" el día, por qué tiene que comenzar? Por qué tiene que seguir avanzando? Quiero un día que deje de ser un día y que se quede ahí, sin avanzar más, para quedarme mirándolo y abrazándolo por una pausa extensa, casi eterna, sin apuros por ir a ningún sitio que implique lo que implican los días cuando comienzan y se les da la gana de seguir avanzando.
De todas mis decisiones apresuradas, sin pensar y que no contaron con más aprobación que la mía pero sí con varias adevertencias de los demás, esta es la que mejor me ha salido y más me ha sorprendido. Además, es la que más feliz me ha hecho. Aunque todo se termine justo ahora, no cambiaría por nada la semana que he pasado con él, volvería a decir que sí a su idea imprevista de mudarnos juntos y volvería a besarlo el primer día de mudanza para que todo comience. Así sea sólo esta semana la cuota de felicidad que me toque vivir, estoy segura de que es más de lo que le toca a la mayoría.
