apítulo 23 Enterrando el dolor

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Candy despertó al día siguiente y se sintió un poco desorientada y luego recordó que se había sentido mal y tuvo que quedarse en la villa Grandchester. Miraba a todos lados buscando a Terry y no lo encontraba. Después escuchó unos toques en la puerta e indicó que podían pasar, seguro era Eleanor que quería saber cómo estaba.

-¡Terry! ¿Por qué me dejaste sola?

-No te dejé sola, princesa, fui por tu desayuno.

Dijo Terry con una bandeja en la mano.

-Pero yo todavía no tengo hambre.

-Pero te lo vas a comer.

-Pero Terry...

-Candice, por favor, no empieces.

Dijo Terry con autoridad y se sentó en la cama con ella. Destapó el plato y había un muy apetitoso revoltillo con salchicha italiana, dos tostadas con mantequilla, un platillo hondo con frutas mixtas, un vaso de jugo y una taza de leche caliente. Terry tomó el tenedor y cogió un poco del revoltillo para dárselo a Candy. A la pecosa realmente le pareció que olía muy bien, el desayuno se veía bastante bien en realidad. Decidió comérselo sin molestar.

-Eso es, eres una buena chica.

Le dijo Terry divertido mientras le daba una de las tostadas.

-Está muy rico todo, mi amor. ¿Lo hiciste tú?

-¿Yo? Eh... ¡Sí! ¡Yo mismo lo hice todo!

Por alguna razón, Candy no le creía, pero no dijo nada y siguió engullendo su desayuno.

-¿Puedo tomarme sólo el jugo?

-No, princesa, tienes que tomarte ambas cosas.

-Pero... es que la leche... me da asco...

Le confesó Candy con sus ojitos suplicantes.

-Está bien, pero cómete todas las frutas.

-Terry, son demasiadas.

-La mitad entonces.

Y así, a empujones, Candy se comió todo su desayuno y Terry llevó los platos y utencilios a la cocina y luego volvió con su pecosa.

-Terry, ¿dónde están todos?

-Mis padres fueron a dar un paseo y hacer unas compras, para ti...

-¿Para mí?

-Sí, pecas, para tí. No tienes nada aquí y tienes que cambiarte de ropa y necesitas tus artículos de primera necesidad. Papá decidió que nos quedaríamos aquí todo el fin de semana.

-Ah...

-¿Te molesta el vestido?

Preguntó Terry al ver que Candy se estrujaba la parte de arriba del vestido.

-No... no es eso... es que...

-¿Qué?

-El corpiño... me aprieta...

Respondió Candy avergonzada.

-¿Te aprieta? Déjame ver.

-¿Te aprieta? Déjame ver

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Candy Candy: El rebelde y la dama de establoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora