—¿Gabi? Gabi, ¿estás bien?
—Oye, ¡Gabi!
Rafa y Eli estaban acuclillados junto al cuerpo de Gabi, que se había quedado paralizado aún mirándose la mano. Carlos no pudo hacer otra cosa que ponerle la mano en un hombro y sacudirla ligeramente.
Osmar carraspeó.
—Sí, sí. No pasa nada —dijo mientras se volvía a poner en pie—. Es hora de irnos.
—¿Estás segura? ¿Ya has visto todo lo que querías ver?
—Sí —respondió brusca y secamente.
—¡Perfecto! Vámonos ya —arremetió Eli, aliviada.
Osmar se sentía inestable. Los pies se le trababan al intentar caminar de la forma más femenina posible sin alcanzar la exageración.
Eli y Rafa ya se encontraban al final de la escalera, mientras Osmar se sujetaba a la barandilla y intentaba bajar con decisión.
—¿Te encuentras bien? —interpeló Carlos, que se encontraba a sus espaldas.
—Sí, tranquilo —contestó.
Su intención era hablar lo menos posible, cosa que no consiguió puesto que Rafa y Eli se separaron de la supuesta Gabriela y Carlos y cada pareja tomó sus respectivos caminos más cortos para llegar a sus casas.
—¿Así que el otro día me dejaste plantado para irte con esa especie de asesino? —intervino Carlos, pensando que era la mejor forma de romper el silencio.
—La verdad es que no me acuerdo mucho de la otra noche. —Osmar no tenía ni idea de quién era aquel chico.
—Cuando te fuiste todavía no estabas tan mal. ¿Es que después te drogaste o algo?
—Puede ser.
—¿De verdad?
Osmar permaneció callado y aligeró el paso.
—¿Dónde vives? —le preguntó para considerar más o menos el rato que le quedaba por estar con Carlos.
—No muy lejos de tu casa. Te acompañaré. Supongo que después de lo que te pasó no te apetece ir sola a muchos sitios.
«Mala suposición.» Pensó Osmar. De nuevo, contestó con silencio.
Poco después, Carlos se encontró varios metros por delante de Osmar, que se había parado en la esquina donde se juntaban una calle amplia con un callejón sin salida. Cuando se percató, miró hacia atrás y vio a Gabriela apoyada en la pared, con el rostro pálido. Corrió hacia ella.
—¿Qué te pasa?
Gabriela no contestó. A cambio, estaba jadeando como un animal. Carlos observó que tenía las pupilas tan dilatadas que le hacía parecer tener los ojos completamente negros y grandes.
Gabi inspiró fuerte, dando un grito ahogado que asustó a Carlos. Le agarró la camiseta por el pecho y lo empujó hacia el callejón, estrellándolo de espaldas contra la pared.
—¿Pero qué mierda te pasa? —Carlos estaba más espantado que cabreado.
Gabi respiraba muy fuerte, casi con dificultad, y lo miraba como pidiendo auxilio sin soltarle la camiseta, lo que hizo que él se asustara de verdad.
—¿Te está dando un ataque o algo así? ¿Es ansiedad, o un infarto? —No sabía qué hacer. Le puso las manos en ambos hombros y la sacudió con suspicacia.
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Permíteme vivir
VampireViajando entre cuerpos ajenos desde que su propio padre lo asesinó hace 150 años, Osmar lucha por mantener su alma con vida hasta que encuentre el cuerpo definitivo mientras mata a las jóvenes cuyos cuerpos ocupa. Hasta que decidió ocupar el de Gabr...