La Marioneta

537 19 1
                                    

   Era un joven normal que vivía solo con su madre. Hace poco tiempo mi padre y mi hermana se habían marchado de la casa, sin razón aparente,  simplemente de un día para otro se fueron. De hecho, luego de una visita al médico todos se alejaron de mí.

   Desde ese día, principios de mayo si mal no  recuerdo, no solo mi padre y hermana desaparecieron, si no que mis amigos de toda la vida me evitaban, pero para mi suerte encontré muchos nuevos amigos, los cuales nunca supe sus nombres (excepto de tres que me frecuentaban más seguidamente; Bob, Stuart y Michael) porque eran muchos, e iban y venían. Llegaban a mi casa sin mayor aviso y a todas horas, incluso algunas veces me incomodaban porque me despertaban a altas horas de la madrugada. Había un hecho peculiar en todo esto: Los días cuando mi madre me daba unas pastillas que me recetó el médico mis nuevos amigos no venían a la casa, era como si se esfumaran en el aire.

   A mediados de Junio ocurrió algo que me hizo sospechar el porqué la gente se alejaba de mí: mi hermana tenía unos pececitos, los cuales, al irse, dejó a mi cuidado. Grave error. Resulta que era de noche y esperaba a mi madre, la quise sorprender e hice pescado frito, a ella le encantó pero luego preguntó de dónde lo había sacado y porque su tamaño era tan reducido. Alegremente le señalé la pecera vacía. Ella enloqueció y me regañó. En mi defensa y entre lágrimas dije que mis nuevos amigos me obligaron, me habían ordenado comérmelos (yo obedecí porque no quería quedar solo nuevamente), acto seguido quedó perpleja figurándose en su rostro un semblante claro de preocupación, me abrazó y dio mis remedios... mis amigos se marcharon al instante. Ya acostado en mi cama me estremecí y sentí un terror inmenso al darme cuenta la atrocidad que había hecho... ¡había matado! Y solo para no quedar mal frente a unos casi desconocidos.

   Mucho tiempo después, en Agosto aproximadamente, me encontré en el centro comercial con mi amigo Drake... bueno, un ex amigo. Lo saludé pero él me evitó, hizo como si no existiera, eso me enfadó muchísimo, tuve un repentino arranque de ira que no venía de mí, si no de la instigación de mis nuevos amigos, que me dijeron: "golpéalo, hazlo pagar", dicho y hecho me abalancé sobre él derribándolo. Ya en el piso lo golpeé sin cesar en esa horrible y fea cara de hipócrita que tenía. Sinceramente creo que lo hubiera matado si no fuese por los guardias que me separaron de él... nuevamente en la soledad de la oscuridad me estremecí por mis actos, una vez mas obedecí sin dudar por un segundo a personas que claramente eran una mala influencia, debía deshacerme de ellos como fuera.

   Ya llegaba la navidad y a esas alturas había perdido completamente los estribos. Mis nuevos amigos habían influido tanto en mí que parecía su muñeco. Hace más o menos dos meses que ya no me tomaba las pastillas por orden explícita de muchos de mis "amigos" ( obviamente mi madre no lo sabía), en ese tiempo intenté incendiar la casa, destruí la cochera del vecino de la esquina, me paré por horas fuera de la casa de la chica que me gustaba con la intención de hacerla mía, intenté demoler mi ex escuela (no pregunten de dónde saqué una demoledora), a la cual por obvias razones ya no iba. Por supuesto intenté terminar el trabajo con Drake, pero el muy cobarde tenía una orden de restricción en mi contra, así que no pude acercarme a él.

  Era 23 de Diciembre, el último día que tuve control de mis decisiones, al siguiente día ya no era yo... Mis "camaradas", de los cuales nunca me pude librar, habían preparado todo para el gran espectáculo antes de que mi madre llegara del trabajo. Aseguraron bien todas las escapatorias posibles (puertas y ventanas), cortaron los cables telefónicos y escondieron todo objeto cortopunzante (arma blanca) que pudiera herirme. En fin... todo estaba listo. Ella llegó a eso de las 20 horas. Yo totalmente fuera de mis facultades la esperaba sentado en el comedor, a mi derecha estaba escondido Bob facilitándome un cuchillo. En este punto comenzó lo brutal. Se acercó a mí para saludarme, yo igual lo hice (por un momento me pareció que mi verdadero yo volvía al sentir el amor que me transmitía, pero ya era muy tarde), acto seguido hice mi primer ataque; una cuchillada certera y sin vacilar directo en su muslo, chilló como un cerdo en el matadero, Michael la arrastró hasta la ducha la cual Stuart se encargó de llenar con agua. Comencé a sumergir su cabeza reiteradamente mientras suplicaba por compasión. Odiaba más que nunca a mis nuevos compañeros, no se conformaban tan solo con matarla, querían verla retorcerse de dolor pero aun así mi cuerpo no reaccionaba, solo obedecía. En un descuido me golpeó la cara con la regadera, mis acompañantes también cayeron. Salió huyendo obviamente a llamar a la policía, pero grande fue su sorpresa al no haber línea. Se encerró en su cuarto. Mientras lloraba comenzó a cantar una vieja canción de cuna, que solía interpretar a la hora de hacerme dormir (claramente para ver si volvía en mí, cosa que no funcionó). Destrabé la puerta con un destornillador, al hacerlo le golpeé en la cabeza con ésta. La pobre se retorció de dolor... yo quería llorar pero no podía, mis amigos habían mutado. Ya no eran chicos jóvenes como yo, más bien parecían figuras demoníacas que emitían unas escalofriantes carcajadas, era una cosa espantosa. En un segundo de humanidad "recobré" de cierta forma mis sentidos y la abracé apartando a esos hombres provenientes del infierno, le dije que lo sentía mucho, que me odiara y que yo mismo me odiaba por volverme algo tan horrendo. Ella solo dijo termina con esto, esa respuesta tan fría hizo que mis amigos aparecieran de nuevo y la apuñalásemos repetidamente. Una, dos, cinco, diez, veinte veces. Ya en la enésima puñalada cuando dejó de gritar Stuart me acercó una pistola y le disparé en la cien. Ese fue el fin de la pesadilla. Grande fue mi sorpresa al descubrir que los demonios que me acompañaban se habían esfumado, como si nunca hubiesen estado ahí. Se habían ido. Recobré mi conciencia y comencé a llorar desconsoladamente, no podía creer lo que había hecho, justo en navidad era un verdadero monstruo. Lloré sobre su cuerpo por horas hasta el amanecer. De pronto escuché patrullas, no sé cómo supieron. Supongo que algún vecino escuchó, o quizás mi padre los llamó al no recibir respuesta de los miles de mensajes y llamados que hizo a mi madre para desearle feliz navidad. La desesperación brotó en mí... solo quería estar con su cuerpo, poder tocarla y apreciar su eterno amor maternal una vez más, pero por el capricho de unas almas pútridas del infierno ya no sería posible nunca más.

   Miré mi arma y salí corriendo por el jardín delantero para enfrentar a las patrullas, esto por orden de los demonios que hacían llamarse mis amigos, pero esta vez solo en mi cabeza, ya no más de forma corpórea, la cual martillaban y destrozaban con sus estridentes carcajadas. Habían vuelto en el transcurso de la noche, pidiendo más sangre. Me acercaba cada vez más a las patrullas, disparando a más no poder. No sé si habré dado en el blanco, solo corrí. Lloraba mientras deseaba volver a estar con mi madre, pero sabía dentro de mí que el único lugar que merecía era el infierno donde pagaría por mi pecado. Al cabo de unos pocos segundos caí abatido por los disparos.

Historias Cortas de: Terror, Misterio y Suspenso Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora