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                            Capitulo 1

Transcurrían tiempos de paz en el reino, las extensas praderas cubiertas de un verde alfombrado brillaban a la luz del cálido sol de verano. En las islas del norte, el sordo sonido del viento rechinaba en los antiguos pórticos de roble. Estas tierras cedidas a los pobladores, eran defendidas con lealtad absoluta al rey de las vecinas islas del sur. Los antepasados de los Cólmanes, habían establecidose allí huyendo de la gran guerra que azotaba al mundo al que pertenecían, una vez allí formaron pequeñas colonias nómades, a la orilla del gran océano, ese océano testigo de innumerables hechos que desembocarían en el destino de todo un pueblo, ese mismo océano fue el que daba vida a estas islas retiradas. Estas tan australes constelaciones en una galaxia de injusticias a mano del dominio de unos cuantos reyes que se disputaban el resto del planeta. Solo allí al sur, en donde nadie tenía esperanza alguna de conseguir algún beneficio propio, donde fue a parar el joven Oliver en busca de un alivio a tanto clima bélico.
Oliver Aberdeen era un joven militar perteneciente al ejercito armado de las Tierras Del Este, reino que vivía preso en constantes enfrentamientos con el objetivo de expandir su territorio y así poder abastecer a toda su población de los víveres suficientes para autoabastecerse. De muy chico convivió con el arte de la guerra, ya que su padre era un fabuloso guerrero, dueño de hazañas increíbles que nadie recordaba, ya que todo el crédito se lo llevaba el comandante y jefe a cargo. En épocas de paz, muy pocas en aquellos tiempos, su progenitor compartió con el pequeño Oliver todos sus conocimientos sobre pelea cuerpo a cuerpo, el uso de la espada y escudo como armamento fundamental para proteger todo intento enemigo de perturbar a las familias de la zona.
Al principio el pequeño lo tomaba como un juego más, debido a su corta edad, pero entrando ya en el final de su niñez se sintió atraído por esto y enfatizo su interés en las lecciones de su padre.
Cuando el galope de los caballos enemigos se sentía gracias al viento de la tarde, el pequeño quedaba en manos de su joven madre. Una mujer muy valiente que dedico su vida como mercader del reino. Bien temprano por la mañana, cuando el sol calentaba aun con poca fuerza, ella se asentaba en el centro cívico del reino, en donde todas las mañanas cientos de mercaderes de bajos recursos, intentaban vender sus productos, muchas veces extraídos de sus propias granjas, a los personajes más pintorescos y de gran poder adquisitivo de la zona.
Lauren,  madre de Oliver, era la encargada de suministrar al reino de uvas, uvas de todo tipo y color. Estas eran utilizadas por el Rey para la elaboración de vinos y distintas medicinas de la época, por lo tanto su puesto era uno de los más recurridos. Como su trabajo no era tan sacrificado, todos los días llevaba a su pequeño hijo con ella para que aprenda el oficio, y tenga más herramientas en la vida. Oliver, ya muy interesado en el combate, se perdía entre la muchedumbre de la gran plaza, y se dirigía hacia las puertas del gran castillo en donde residía el monarca. Debido al clima hostil que se vivía por aquellos tiempos, el fortín contaba con guardia permanente. El pequeño pasaba horas y horas distraído, inmerso en su propio mundo de imaginación, viendo a los guardias que allí circulaban, anhelando, porqué no, ser uno de ellos algún día. Cuando el sol ya había cruzado la mitad del cielo celeste de aquel veranillo, Lauren recogía al pequeño y juntos, iban colina abajo hacia la humilde morada familiar para almorzar juntos.
Los almuerzos de aquel entonces consistían en distintos tipos de guarnición, y gran variedad de aves salvajes pertenecientes a los grandes bosques adyacentes al reino. Aquella comida, era motivo de largas charlas hasta entrada la tarde, en donde esa madre preocupada, buscaba taponar la ausencia del padre guerrero en el pequeño. Para esto, a la sombra de un añejo ombú, plantado allí quien sabe por quién, mucho tiempo atrás, relataba historias de guerras eternas que jamás existieron, pero que para el oído del muchacho fueran ese elixir mágico que lo transportara al seno mismo de la inconsciencia pura que brinda una historia de nuestro gusto.
Aquellos momentos quedarían guardados para siempre en la memoria de aquel joven, como momentos muy bien implantados en lo más hondo de su esencia misma. Ese recuerdo era más que parte de su alma, era aquello que le daba sentido a su vida, aquello que lo hacía seguir adelante sin aun entender mucho de lo que lo rodeaba. Eran esos relatos y la profunda humildad que gobernaba el corazón templado de tristeza por no poder ver a su padre, que lo llevaron a convertirse en un prematuro hombre. Aventurero nato, con un mapa ,de lo que los poderosos emperadores creían que era el mundo en el bolsillo, y una canasta de uvas jugosas esperando ser convertidas en aquel vino, cual bebida de los dioses, en la nuca, subiendo esa colina con su madre junto, dirigiéndose a aquella plaza mercante.
Se acercaban los primeros días de otoño en el poblado, la temperatura ya no era la misma que al comienzo de la estación, y los días se tornaban cada vez mas ásperos y menos amigables. Los cultivos de la granja de la familia Aberdeen se iban acabando, por lo que cada vez la economía se tornaba más complicada para sus integrantes. Una decisión muy complicada debía tomarse de inmediato, era el futuro que pendía de un hilo y la supervivencia de estos dependía de este gran dilema.
Una gran sequia se acercaba como así también el otoño, la agricultura y el mercado de los cultivos se hacía imposible, asique Oliver tomo una de las decisiones más importantes de su vida, comenzar a trabajar. Con tan solo doce años se presentaría en las puertas del castillo real con el objetivo de enlistarse en las tropas conquistadoras del reino y así combatir junto a los hombres que algún día fueron comandados por su padre.
Emprendió colina arriba, con el rumbo fijado al castillo, y en el camino se cruzo con un viejo sabio que le dijo algunas cursilerías y predicciones sobre su futuro, que él como gran arrogante jamás tuvo en cuenta.
Junto a él llevaba una pesada espada de acero forjado, regalo de su padre al nacer, de la que nunca se despegaba como gran guerrero desde la cuna. Al aproximarse a la gran puerta del castillo, se distinguían dos realidades muy opuestas, en el interior se extendían las instalaciones de un gran palacio celta, con cuatro grandes torres cercadas por un alto muro de piedra. A su alrededor se explayaba una gran zanja con agua de rio, que desafiaba a todo aquel que se atreva a acercarse amenazando a las proximidades del mismo. De las puertas hacia afuera, se ubicaban periféricamente un grupo de casas en forma de pueblo, que cercaban el reino, y se encontraban subordinadas por el gran monarca. Sus dueños eran humildes pobladores, agricultores, que día a día se dirigían a la gran plaza central a vender sus productos. Sus pobres ropajes de lino rasgado, con decoraciones de colores llamativos, con incrustaciones de rojo y azul, dejaban entrever la peor de las miserias, y la mala distribución de las riquezas que dejaba este tipo de poder monárquico. Pero en las caras de estos aquí nombrados, se notaba un rasgo de felicidad absoluta, en sus ojos se podía ver orgullo a su gran rey, dueño de innumerables hazañas y batallas ganadas a los más poderosos reinos vecinos. Lo veían como un gran héroe, lo miraban con admiración cada vez que el rey se dejaba ver.

El rey era una persona que nació envuelto en poder, que jamás necesito de ningún esfuerzo para llegar al honorable puesto que ocupaba en ese momento. En su carácter se notaban grandes mares de liderazgo, heredados de su padre. A partir de que él tomó el poder, a los 29 años, el reino empezó a crecer desenfrenadamente, era un hombre bueno, valiente y caballeroso. Poseía muchísimos bienes de lujo, nada de esto le importaba, pero a su vez nadie que no estuviera bien económicamente podía acceder a ellos.
Y hacia él se dirigía un joven lleno de sueños, necesitado, con el estomago vacio pero con el corazón lleno de orgullo por poder luchar por la subsistencia de su familia, que ahora solo era su madre, ya que su padre no se encontraba cerca ya.
Silbando una alegre melodía, saludando a todos los pueblerinos que se cruzaba, con mucha alegría se dirigía colina arriba hacia el gran castillo que siempre quiso conocer. En su cabeza lo maravillaba la idea de defender su reino y así ganarse la vida, el solo quería ayudar a su madre, no quería acceder a grandes cantidades de monedas de oro, solo lo necesario para unos trozos de carne que le permitieran sobrevivir en esos tiempos de sequia. Pero al avecinar el inmenso fortín, ocurrió un suceso inesperado, un hecho que recordaría con emoción para toda la vida…

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2016 ⏰

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