Mi madre no dejaba de ser como un loro parlanchín; por fortuna Lucero se liberaba de a poco de la incómoda situación de cenar con dos completos desconocidos y con su jefe. Nada más ni nada menos. La observé hablar con cautela pero enérgicamente, reía con suavidad y su voz era armoniosa y calma.
Intercalaba español y francés, en un esfuerzo enorme por complacer a mi padre; agradecí en silencio. Papá odiaba hablar en castellano.
Se congraciaba con ellos sin habérselo propuesto siquiera.
Las anécdotas sobre mi vida infantil no se harían esperar, mi madre parecía entusiasmada con dejarme en ridículo constantemente; como si aquellos relatos hubieran estado guardados en algun lugar de su mente desde mis 18 años ahora que tenía la oportunidad de liberarse de ellos, la aprovechaba sin tabúes.
— ¡Estuvo todo un verano junto a Enrique despintando la bicicleta rosa de Sofía!
— ¡Era de Elizabeth mamá! —asentí a desgano, esa anécdota se reeditaba en todos lo eventos familiares y siempre causaba el mismo efecto: la risa contagiosa como la que emitía Lucero.
¡Cuán bella era con su rostro de ángel y su cabello almendrado alisado como un mar calmo!
¡Dios! ¿Cómo haría para esquivar lo que sentía por ella?
No existía modo de que tanta belleza se acumulara en una persona...sin embargo Lucero resumía todo aquello que yo deseaba en una mujer.
Fue extraño reconocer que a pesar de no haber tenido sexo, ella me importaba y mucho; a mí, que siempre cambiaba de mujer, que saltaba de cama en cama, que jamás habría invitado a nadie a mi espacio, a mi lugar y me encontraba cenando una víspera de navidad con mis padres y ella en mi apartamento.
— ¿Tus padres viven?—le preguntó mamá.
- Vivo con mi madre y mi padrastro. Mi padre...mi padre nos dejó cuando yo era una beba. Ricardo es como mi papá, de hecho me ha puesto su apellido — confesó. Parpadeé sin saber esa cruda realidad.
— Oh...lo siento mucho — mamá limpio su boca y papá cambió de pregunta.
— ¿Tienes hermanos?
— Soy hija única...no como Felipe por cierto —sonrió con una frescura cautivante.
— Siempre quisimos tener muchos niños correteando por el parque. Dios nos ha dado siete hijos maravillosos. Y por ahora tenemos 10 nietos. Ojalá agranden pronto la familia — sin ser para nada disimulada mamá clavó su vista en mí, en tanto que Lucero parecía hundirse en el plato.
— Aún tengo tres hermanos mayores que yo, los cuales bien podrían ser padres— repliqué quitando dramatismo.
— Sofía no quiere saber nada con críos, y Enrique...¡ Ni Dios sabe en qué cama se encontrará esta noche festejando las navidades!
La risa fue compartida, la fama de mi hermano ya había sido tema de conversación con Lucero.
— ¿Por cuánto tiempo te quedarás en París?—curioseó papá y en mi invitada de honor se dibujó la sombra de la incertidumbre.
— En principio hasta mediados de marzo, momento en que finaliza mi contrato con Studio Rondeau. Todo dependerá si consideran que estoy calificada para seguir por un tiempo más.
— Si tu jefe sabe valorarte, estáte segura que París será tu casa un tiempo más — mamá guiñó su ojo a modo de advertencia. Como siempre lo hacía.
ESTÁS LEYENDO
"La elección de una valkiria" - (Completa)
RomanceTras luchar por una oportunidad, Lucero consigue una beca de estudios en París donde tendrá la posibilidad de demostrar que todo el esfuerzo hecho por conseguirlo, no ha sido en vano. Pero la extraña conexión que establece con su jefe, un empresario...