Mi madre firmemente y sin ninguna expresión en cara me dice: –Amanda, te vas a mudar con tu abuela a California–.
Siempre ha sido una mujer seria, derecha, segura de sí misma y sobre todo, comprensiva; sin embargo, en México la economía no es un tema del que se pueda hablar con una sonrisa en el rostro, y tener a un adolescente en casa no es nada barato. Mi querida madre, Joana, no me puede seguir manteniendo. Es difícil para una madre soltera cuidar de tres hijos sin ningún tipo de ayuda.
Irme a vivir con mis abuelos es un tema del que discutimos innumerables veces, un día terminábamos peleando, otro en un acuerdo. Después de repetir este proceso por semanas, mi mamá y yo decidimos que sería lo mejor para todos. Yo tendría más oportunidades respecto a mi educación escolar, y ella podría encargarse de mis hermanos.
Elisa, de tan solo 9 años era la más grande después de mí. Es una niña muy odiosa, pero en el fondo también es una niña buena y agradable, y de vez en cuando saca ese lado de ella. Después de Elisa está David, con 6 años. Ambos se llevan bien y Elisa cuida de él. Me siento alegre cuando los veo jugar y llevarse bien. Lo más difícil será despedirme de ellos dos por un buen tiempo.
El innombrable, o cómo le suele decir Joana: "Mi padre" es la persona más horrible de la que pude escuchar en mi vida. Incluso podría decir que tuve suerte al no conocerlo. Nunca estuvo conmigo, no vio por mi madre o mis hermanos. Nunca nos ofreció nada, aunque no es como si necesitara de él. No vale la pena seguir hablando de ese inútil.
Por otro lado, la mamá de mi mamá, mi abuela Teresa es una mujer de muy alta clase, ha vivido muy bien estos últimos años con mi abuelo Joel a su lado. Debo añadir que ambos son un amor, y muero de ganas por llegar y darles un fuerte abrazo a los dos.
Cuándo me dijo esto no se veía expresiva. Fue algo muy normal para ella. La abracé y en ese momento pensé en miles de cosas.
Estaba emocionada, no podía creerlo; además de que sería una buena oportunidad de olvidar una amistad que acababa de terminar.
Su nombre es Alicia, y como era de esperarse, sólo se hizo llamar "amiga" mía para beneficio suyo. Debo decir que al enterarme de esto no sentí tristeza, sólo decepción. Mi madre me educó de una manera exigente y sensata. De vez en cuando me daba esas típicas pláticas de madre a hija, en las que me explicaba como tratar a las personas y hasta dónde pueden llegar. Siempre me dijo una frase la cuál me parece verdaderamente cierta: "Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de la mano".
Dejar la escuela y compañeros definitivamente no me hacía sentir triste, ni feliz, me era indiferente.
–Hoy fui por tus papeles a la escuela. Están sobre la mesa. Guárdalos y comienza a empacar tus cosas. Tu vuelo es dentro de dos días, no lo olvides–decía Joana, señalándolos con la mirada. Los tomé de la mesa y Joana agregó –Y por favor, no vayas a olvidar tu pasaporte– con un tono de inseguridad y preocupación. Le respondí con una sonrisa y me dirigí a mi habitación para guardar mis documentos.
Después de esto, a lo único que me dediqué fue a empacar mis cosas. Primero las más importantes: portátil, auriculares, cargadores y demás cosas electrónicas. Luego me fui con mis artículos de aseo personal: jabones, pasta dental, shampoo, y lo que le sigue...
Esa noche terminé cansada. Ni siquiera recuerdo cuando me quedé dormida.
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A G R I D U L C E
Teen FictionAún recuerdo su voz, tan dulce como la miel, diciendo mi nombre al mismo tiempo en el que lloraba, y yo estaba ahí sin poder hacer algo. Un recuerdo que quisiera borrar. +*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+...