Capítulo cuarenta. La carta.

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Narra James.

Hay momentos en los que todo te sale mal o al menos tú mismo lo ves mal. A veces, lo que nosotros consideramos que es malo, desde el punto de vista de otras personas, no es tan malo, incluso puede ser algo increíble. Lo que tú valoras como un diez por ciento, otras personas lo consideran como un cincuenta al menos. Nuestro mundo está distorsionado, lo vemos desde una perspectiva diferente al de los demás. Cada uno apreciamos las diferentes cosas de una manera u otra; la demos una importancia menor o mayor que alomejor le pueden dar otras personas; aseguramos ver verdades absolutas, argumentamos que siempre debemos tener la razón, que algo que nos cuentan es mentira o no real; pero lo que no pensamos es que esa es nuestra propia realidad. Nosotros valoramos las cosas de una manera individual y eso no significa que sea la correcta, la que todos deben ver, pensar o justipreciar. Esto nos pasa con todos los temas de la vida, con pensamientos y acciones cotidianas, con personas, con relatos, con teorías... Esto nos pasa incluso con sentimientos.

Esto nos pasa con el amor.

Tendemos a valorar a las personas cuando éstas ya no están o al menos están en el borde del precipicio, alejándose. ¿Por qué? ¿Por qué no apreciamos a esas personas cuando están a nuestro lado? ¿Por qué las miramos pero no las vemos? Hay una gran diferencia entre observar y ver: cuando estás observando a una persona, observas su físico, observas su apariencia, observas lo que ella te deja ver; pero cuando miras a una persona no es simplemente verla, es mirarla. Mirar en su interior. Sus miedos, sus inquietudes, su pequeña y oculta realidad. Mirar, analizar y apreciar su alma.

Pero somos humanos y no pensamos con claridad hasta que vemos que todo se va a acabar. Decimos que aprendemos de los errores, pero solemos cometerlos de nuevo e incluso lo hacemos inconscientemente en muchas ocasiones. Y, cuando más duelen estas pérdidas, es cuando estás enamorado. Tus sentimientos florecen, sientes unas sensaciones impresionantes y extrañas a la vez, todo tu ser se vuelca en una persona, y por eso mismo duele tanto.

El amor nos permite nacer de nuevo, prácticamente nos da la vida. Repentinamente aparece una persona que te complementa tan bien que incluso el mundo cambia. Comienzas a entender las canciones de amor, todo lo que te rodea no es tan malo, los problemas no son tan grandes y las alegrías son mejores compartiéndolas con tu mitad. Puedes tener muchos amores, personas transitorias o duraderas, pero cuando encuentras a la idónea, simplemente lo sientes. A veces nos confundimos y suponemos que esa sensación tan hablada ocurre con otra persona, pero esas suposiciones desaparecen cuando la persona indicada llega y lo demás cobra sentido. Y eso mismo es lo que me ocurrió a mí con Ana y Anastasia. Cuando conocí a Ana, mi mundo se desmoronó, todo lo que hacía y tenía era para ella y pensaba que ese había sido ese tan hablado amor verdadero; pero llegó Anastasia y mi chica de las pizzas se llevó mi mundo entero y sé, esta vez estoy seguro, de que ella será la definitiva y no habrá nadie después de ella, ni una chica podrá ocupar su esencia. Aunque nuestra relación acabe, mi corazón estará siempre depositado sobre sus manos.

Ana causó el mismo efecto en mí, me enamoré de ella, es obvio, pero con la chica de las pizzas todo ha sido con más intensidad. Con Ana quería comerme el mundo; con Anastasia quiero dominarlo; a Ana la quería llevar a la playa o a la montaña e incluso a alguna feria; con Anastasia recorrería el mundo. Cada rincón, cada callejón, cada lugar inhóspito. Y ha sucedido sin ser consciente de ello, cuando quise darme cuenta de lo que sentía y quería, todo había explotado en mí y vi como esa chica tenía en una caja de cristal, mi corazón con sus latidos acelerados cuando ella se acercaba o me lanzaba una simple e ingenua mirada.

Y, hablando de sentimientos, Ana y Álex volvieron a crear y a consolidar su estructura familiar. Sus hijos saltaron, literalmente, sobre sus brazos. Después del incidente que ocurrió, esa pareja dudo que vuelvan a discutir de tal manera como la que lo hicieron antes del viaje. No digo que tengan que dejar a discutir, eso le da emoción a la relación, pero nunca dejes que una simple pelea acabe con el noviazgo. No permitas que se hagan grietas tan grandes que luego no puedas arreglar. No permitas que esa persona se vaya por una disputa común, siempre se pueden solucionar las cosas, por muy difícil que sea. Lucha por la pareja, lucha por la persona, lucha por lo que tenéis en común, lucha por los momentos con ella, por los besos, sonrisas y abrazos. Lucha por tu bienestar y, lo más importante, lucha por el suyo.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora