× 1.1 ×

4.2K 309 11
                                    

Apenas dos semanas después de lo de Cuba, Charles estaba muy deprimido, por lo que se quedó encerrado en su mansión junto a Hank, que era el único que se preocupaba y cuidaba de él.

En ese momento descansaba en su cama... o al menos lo intentaba.

No podía quitarse de su pecho el profundo sentimiento de odio a su mente. Odio por estar continuamente recordándole a su (secreto) amor perdido, por hacerle escuchar una y otra vez las mentes de la gente, sucias y corruptas, por repetirle con todos sus puntos de vista el momento en el que perdió casi totalmente la movilidad de las piernas... Pero sobretodo, la odiaba por hacerle avergonzar al recordar la más única noche de su vida; aquella en la que él y Erik se habían unido en un solo cuerpo.

-Profesor, le traigo sus dosis de hoy...- El pobre Hank se veía igual de deprimido que el amo de la gran mansión cuando entró, sacándole de sus pensamientos.

-Bien, gracias.- Le sonrió, tomando una... pero recibió un pinchazo en su cabeza. -¿U-uh?- Se llevó los ya típicos dos dedos a la sien, cerrando los ojos. Su mente le estaba comunicando que no debía tomar esa droga. La cuestión era... ¿Por qué?

-¿Está bien?- Preguntó el chico, acomodándose las gafas. -¿No tomará su dosis?

-No, no las quiero hoy, Hank.- Le sonrió levemente, lo máximo que había podido sonreír en los últimos días. -Por el contrario... ¿Me harías un chequeo?

‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡‡
Nota de la autora: La mente de Charles está tan desarrollada, que incluso le avisa si algo le hace mal a su cuerpo. Lo hace por medio de esos pinchazos estridentes que se relatan en el texto.

||CHERIK|| - ‡Enséñame a amar de nuevo‡ - (m-preg) (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora