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-¡Si!- exclamó Mérida, apuntando la punta de su espada contra el cuello de su padre. Su pie lo mantenía tumbado sobre el suelo y lejos del arma que había enviado a la otra punta del cuadrado de practica.

Fergus mantuvo sus ojos fijos en el triunfante rostro de la princesa antes de echarse a reír, levantando los brazos para indicar que se rendía. Sonriendo, la pelirroja extendió una mano hacia él y lo ayudo a ponerse de pie, envainando la hoja y dando saltos alegres por su victoria.

El verano se encontraba ya en todo su esplendor. El pasto era verde y brillaba con el sol de la tarde; el bosque frondoso rebosaba de vida y los árboles proyectaban sombras sobre las grandes carpas a sus pies. La brisa, cargada de aromas, agitaba las telas opacas y los cabellos rizados de la muchacha que tomó asiento en una silla mientras aplaudía contenta y repetía en su mente el fracaso de su contrincante. Apoyó sus pies sobre la mesa, mostrando las botas negras que casi siempre estaban ocultas bajo los largos pliegues de su vestido verde y azul, y el rey la miro con una ceja alzada y sonrisa ladeada. Al percatarse de ello, ella rodó los ojos y dejó la vaina de su espada a un lado.

- Mamá no esta aquí, déjame ser- dijo, justificándose, y se secó el sudor de la frente.- Además, te derrote otra vez, no tienes nada que decir.

El hombre frunció el ceño ante la mueca superior que le dedico su hija y abrió la boca para contradecirla cuando un mensajero entró. Rápidamente, Mérida bajó los pies y dirigió su atención al recién llegado, al igual que el rey.

- La reina solicita la presencia de ambos en el palacio- anunció, para luego agregar:- Ahora mismo.

Ambos intercambiaron un corto gesto de protesta mientras el enviado se retiraba y se pusieron de pie. La princesa tomo su amado arco y colgó el carcaj en su espalda antes de salir de la tienda seguida por su padre. De un ágil salto, montó su percheron negro con pezuñas blancas y, cuando vio a Fergus sobre su caballo, le sonrió desafiante.

- Carrera hasta el castillo- lo retó, y él la observo con la misma expresión.- Así tu derrota será total.

- Te arrepentirás, haré que...- aseguró el rey, pero ella no se quedo a escucharlo y emprendió el galope.-¡Mérida!

Ella solo río mientras se aferraba con fuerza a las largas crines y disfrutaba la brisa que acariciaba su rostro. Sus ojos celestes observaban a lo lejos su hogar y siguieron la línea que dibujaba el risco hasta los bosques más oscuros e impenetrables del Norte.

- Más rápido, Angus, más rápido- incitó al caballo, viendo como el campamento quedaba atrás. Los árboles de los costados fueron desapareciendo hasta que se encontró en la pradera que rodeaba el palacio. Cruzó a toda velocidad el puente que llevaba a la entrada y en menos de un minuto llegaba a los establos con sonrisa victoriosa. Desmontó y le quito la silla al animal, dejándola en su lugar correspondiente, antes de poner agua limpia y abundante heno para él. Corrió un mechón rebelde detrás de su oreja y vio como el rey llegaba con retraso y cara de pocos amigos. Previniendo los gritos, huyó a las cocinas en busca de comida y paso seguro hasta su madre. Se escurrió entre las cocineras, tomando una manzana verde para saciar temporalmente el hambre, y se dirigió a su cuarto, donde sabía la reina la encontraría.

Se lanzó sin cuidado sobre la cama y mordió la fruta, especulando sobre lo que Elinor tendría que contarle. Una vez que quedo solo el corazón, empezó a afilar la espada como le habían enseñado. El arma había sido su regalo en el último cumpleaños, cuando cumplió diecisiete, y le tenía mucho cariño. La empuñadura, revestida en plata, tenía una gran esmeralda y grabados de osos que servían de reemplazo por el collar que había dado por la poción que cambiaría a su mamá. Sonrío ante el recuerdo y pasó la piedra de afilar por la fuerte hoja de hierro, para luego admirar su trabajo satisfecha.

Alma de Fuego [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora