Capitulo 1

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Nunca tuve una infancia feliz, nunca fui un niño deseado o querido. Mi madre, Nettie, se quedo embarazada a los veinte años de un drogadicto del que no supo nada mas después, Ella nunca jugaba conmigo, solo me dejaba en casa mientras ella se iba a hacer sus "negocios" para ganar dinero. Apenas compraba comida, y nunca se preocupaba por mi. Solo conseguía dinero para comprar drogas, y se prostituía para lo mismo. Le daba igual quien seria el cliente, solo se iba para olvidarse de mi y de la vida de mierda que tenia. A veces, cuando no conseguía lo que quería, se desquitaba conmigo, me golpeaba y de mas cosas, pero yo no podía hacer nada ya que no entendía lo que pasaba. Solo era u niño de cuatro años que jamas había sonreído y nunca había recibido una caricia, un abrazo o un beso de una madre cariñosa.

Durante los primeros años de mi vida, la única persona que le daba un poco de luz a mi vida era mi tía, Lucy, la hermana de mi madre, que traía algo de comida a la pocilga de mi casa. Lucy si que me amaba, me abrazaba e intentaba jugar conmigo, pero yo no quería, no quería porque se que luego se marcharía y me dejaría solo con mi madre, con esa mujer que aunque me dio a luz me odiaba de una manera muy brutal y que se desquitaba golpeándome.

--Nettie, ¿qué es esto? –le preguntó Lucy a mi madre un día cuando, tras bañarme, descubrió varios moretones en mi hombro.

–Y yo qué demonios sé. El niño es un estúpido y no deja de darse golpes.

–Por Dios... es tu hijo.

–No me importa, ¿bien? Puedes llevártelo, si quieres –respondió ella dándole una calada a su cigarro despreocupadamente mientras pasaba los canales de la televisión sin detenerse en ninguno.

–Sabes que no puedo. Apenas estoy en casa durante todo el día y no tengo dinero para contratar a una canguro; si no, me lo llevaría encantada.

–Por mí puedes dejarlo en el contenedor cuando te largues.

Lucy hacía oído sordos a esos comentarios y se limitaba a sonreírme cada vez que la miraba y a acariciarme las mejillas a pesar de que yo evitaba su contacto. Y no era porque no me gustaba, sino porque temía que ella también me pegara a pesar de que jamás lo había hecho.

Había aprendido a no llorar, y ya nunca lo hacía, porque si empezaba a hacerlo cuando mi madre me pegaba, solo conseguía que se ensañara más conmigo, y por eso intentaba permanecer impasible durante cada paliza, casi cada noche, cuando mi tía se iba y mi madre comenzaba a ponerse nerviosa porque no tenía droga con la que colocarse. Cuando terminaba, me llevaba casi a rastras del brazo hasta el pequeñísimo cuarto que era mi habitación, me dejaba en el suelo, a oscuras, y cerraba la puerta con llave para que no me escapara. Pero yo apenas podía moverme después de cada golpiza, por lo que permanecía echado en el suelo hasta que el dolor se hacía tan intenso que dejaba de sentirlo. Incluso había dejado de temerle a la oscuridad, y a veces les pedía en silencio a los monstruos que siempre había creído que habitaban bajo mi cama que vinieran a buscarme y me llevaran con ellos. Seguro que estaría mejor con ellos que con esa bestia que era mi madre.

Mi tía permanecía en absoluto silencio cuando, a la mañana siguiente, me veía con el rostro hinchado y amoratado, y se limitaba a sentarme en su regazo y a mecerme mientras lloraba. Yo jamás había entendido su actitud, y tampoco entendía por qué no me sacaba de allí, pero no le pedí explicaciones entonces. Solo era un niño de cuatro años.

–Nettie, ¿ya has matriculado a Jasper en el colegio?

Mi madre la miró con las cejas alzadas.

– ¿Para qué?

–Todos los niños tienen que estar escolarizados. Tu hijo tiene derecho a recibir una buena educación y a conocer a más niños; además, te dejé los papeles de la matrícula en la cocina.

Alas De Cristal- JaliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora