Capítulo 16

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Abraham estaba durmiendo. No era que le hubiese afectado mucho eso de donar sangre, pero no había podido descansar en los últimos días. Fernando yacía recostado a su lado, pensativo. La charla que tuvo con el muchacho antes de que se quedara dormido le daba motivos para estar alerta. Menos de cinco días. ¡Tenían menos de cinco días para escapar de La Zona! Difícil. Además si Rafa no regresaba pronto eso les causaría una desventaja más. Solo esperaba que Rafa ya se hubiese reunido con los chicos que se quedaron en el hospital.

- Hay que comer algo- la voz de Iván lo sacó de sus pensamientos.

- Claro. ¿El muchacho ya comió?- preguntó refiriéndose a Isaac.

- En eso esta, ya va a terminar. Pensé que nosotros deberíamos hacer lo mismo. Son más de las cuatro.

- Bien. Voy en un segundo –. Dicho esto miró a Abraham y pensó si sería buena idea despertarlo. Decidió que no, el chico necesitaba el descanso.

En la cocina se reunieron todos exceptuando a Isaac y su hermano. Compartían las pocas fresas que quedaban y uno que otro fruto seco: cacahuates, nueces... pero la pequeña les tenía una sorpresa.

Cuando Ana había entrado a darle de comer a su hermano preparó "sopa de pobre", solían llamarle así porque existía un cuento que le gustaba mucho a la niña, Isaac se la contaba cada que ella se lo pedía, en el cuento la sopa de pobre solo constaba de agua hervida con papa, zanahoria y algunos otros vegetales pero en ese momento lo único que tenían era lo ya mencionado.

Las verduras eran muy difíciles de encontrar, ella lo sabía muy bien, sobre todo encontrarlas limpias de contaminantes como lo eran las toxinas. Tan difícil era que una vez cada dos semanas Isaac las traía. Él sabía dónde buscarlas, era buen rastreador. Y no hacía mucho que encontró un pequeño rincón en dónde brotaban a montones. Pero era peligroso, él conocía los riesgos: habiendo tanta comida, las criaturas se acercaban a disfrutar de lo que la tierra les regalaba mas sin embargo Isaac y Ana también tenían derecho a degustar ese tipo de comida.

Así que Isaac viajaba hacia aquel rinconcito cada dos semanas llevando una buena porción a casa. ¿Le hubiese gustado llevar esa comida todos los días? Claro que sí. Pero era demasiado arriesgado ir a esa área sabiendo que tantos animales aprovechaban para cazar ahí. Era de esperarse, al fin y al cabo esa era su naturaleza, la cadena alimenticia.

Pues bien, Isaac había recolectado la verdura hacía una semana y la que quedaba Ana decidió ofrecerla. Además su hermano se lo había pedido cuando ella apenas se acercó al sofá.

Lo que nunca pudo descifrar Isaac era el hecho de que esas verduras hubiesen crecido en aquel lugar. Debió de haber una primera semilla de zanahoria y una primera papa para que brotara el resto ¿no? Entonces eso suponía que alguien las había plantado y no solo eso sino también las había cuidado y protegido durante su desarrollo, y cuando la cosecha fue lo suficientemente grande la dio a conocer pero ¿Para qué? ¿Con qué fin? Realmente esa era la hipótesis de Isaac; no conocía la razón sin embargo, agradecía el poder llevar esa verdura a casa y comerla con Ana.

- Bueno, esta es la última- difundió Iván decepcionado ofreciendo la pequeña fresa a la pequeña niña. Ana hizo una mueca y rechazó la fresa - ¿no la comerás? ¡Pero es que no probaste ni una!

- No. Pero comí nueces –. Aseguró Ana bajando la mirada y entrelazando los dedos–. Además... he preparado algo...- les soltó de repente. Todos quedaron impactados ¿preparar algo? Hace tiempo que ninguno escuchaba esa expresión, simplemente porque no había mucha variedad para cocinar. Solo carne y una que otra nuez, si tenían suerte podían conseguir las fresas pero... ¿Comer un platillo preparado, que no fueran insectos asados? Imposible. Fernando fue el primero en hacharse a reír, no lo creía: o bien era otra broma o Ana decía la verdad y no fue difícil resolver qué era cierto: la seria mirada de la pequeña lo decía todo.

Si tú vas, yo tambiénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora