12. Remordimiento.

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"A todos nos gustaría volver atrás, todos tenemos al menos una cosa que arreglar. Pero no se puede. Hay que vivir con los remordimientos. Solo se puede intentar olvidarlos o superarlos. Hacer algo que te permita sentirte mejor. Pero no podemos renunciar a la vida por algo que tal vez hubiera ocurrido de todos modos."
Federico Moccia.

Culpa. La culpa la invadía estando en la enfermería, aislada, aún sin tener noticias de su hermano. Sabía que no era tan grave; aún así el remordimiento que sentía en ese momento no dejaba de apabullarla. Pietro era la persona más importante en su vida, simplemente no podía imaginarse un mundo sin su sonrisa característica, sin sus bromas sin sentido, simplemente sin él. Tanta era su preocupación por su hermano que no se percató de los múltiples hematomas que se manifestaban en su torso y en sus muslos. Unos pasos interrumpieron sus pensamientos, se giró y observó al dueño de éstos.

—¿Cómo te sientes?— la voz era fría pero podía percibir una pizca de preocupación en ella.

—¿Física o anímicamente?

—Ambas— el Soldado se arrodilló ante ella buscando esos ojos verdes que lo cautivaban, sin embargo sólo pudo observar tristeza y frustración.

La muchacha cubrió su rostro con ambas manos, suspiró y abrió la boca para responder pero las palabras no salían. En cambio, las lágrimas comenzaron a hacer su recorrido. Unos pulgares las interceptaron. Se sintió como electricidad el contacto de la piel caliente de ella contra el metal del brazo de él. Cruzaron miradas y el pulso de la ojiverde se aceleró; parpadeó e inhalo lentamente para posteriormente comenzar a hablar.

—Físicamente no siento nada. Sé que recibí una paliza pero no hay dolor... el dolor lo siento acá— señaló con su dedo índice el sitio en donde se encuentra su corazón —. Jamás en estos 16 años habíamos siquiera intentado lastimarnos de esta manera— su acento sokoviano se marcaba más conforme las palabras salían de su boca.

—No lo hiciste con intención...

—Pero lo hice. Estuve a punto de caer, de rendirme y no lo hice. En cambio lo lastimé— se levantó abruptamente dándole la espalda a Bucky —, una parte de mí me pedía que me dejara caer pero no lo hice. Lo lastimé y no sólo físicamente.— soltó un sollozo y se abrazó a si misma.

»No creo que lo entiendas

—Te equivocas, te entiendo más de lo que imaginas Wan— su tono era frío y su rostro serio, sus facciones endurecidas. La mejorada se sorprendió y no sabía si era por su repentino cambio o por el hecho de que le acababa de dar un diminutivo: nunca la había llamado por su nombre y una parte en su interior se enterneció. —He vivido atormentado estos últimos meses por un pasado del cual no recuerdo una mierda, pero intuyo que he hecho cosas de las que no me puedo sentir orgulloso... tengo lagunas, fragmentos que no sé si sean sólo pesadillas o sean parte de ese pasado que aún no logro descifrar y que día con día se aparecen con más frecuencia.

»Sé lo que es ese sentimiento de culpa, arrepentimiento o remordimiento como quieras llamarlo. Pero tengo que vivir con eso el resto de mi miserable existencia. Pero ¿sabes cómo lo sobrellevo?— la castaña negó y tragó saliva. El hombre del brazo de metal tenía su rostro a escasos centímetros del rostro de ella, sintiendo su cálido aliento —. Tú— los ojos de ella se desorbitaron ante tal declaración, y se perdió en aquellos ojos azul grisáceo que reflejaban sinceridad, transparencia, ¿fragilidad?

—Un simple golpe bien dado no debe preocuparte, tu hermano es fuerte. Ya no te mortifiques— dijo esto último en un susurró.

Un carraspeo los hizo separarse de inmediato.

—¿Maximoff? Acompáñame— la voz pertenecía a un soldado raso, Wanda lo siguió, atravesando el largo pasillo hacia otra puerta, donde se encontraba su hermano. Un nudo se formó en su garganta, tomó aire y se decidió a entrar.

Su hermano yacía en una cama, observando el techo. Al percatarse de quién lo observaba le dedicó una fugaz sonrisa.

—Pietro...— corrió a sus brazos y escrutó el rostro del castaño

—Tranquila, ya estoy bien. Sano rápido, más de lo que imaginé— y así era, habían solo pequeños rasguños en donde su hermana proyectó su puño.

—Oh Pietro, no sabes cuánto lo lamento... No era mi intención, si te pasara algo no me lo perdonaría jamás— las manos de Pietro acariciaron el rostro de su hermana.

—No pasara, te lo aseguro. No permitiré que nada nos separe. Lo prometo. Yo estoy bien, casi como nuevo— presumió con su sonrisa característica.

Permanecieron un instante en silencio, no era incómodo, al contrario. Ellos no necesitaban palabras para entender lo que aquello significaba: permanecerían juntos pasara lo que pasara, siempre juntos.

»Por cierto, ¿qué te traes con el soldadito?

Wanda sintió que sus mejillas se incendiaban. Hace unos instantes un hombre los había visto en una situación comprometedora, sin embargo ella había actuado para que no los delatara. Pero su hermano... ¿cómo sabía?

—¿A qué te refieres?

—Vamos Wanda, no soy tonto. Me doy cuenta de todo lo que ocurre contigo. No me molesta, siempre y cuando él no intente algo más... No quiero que te meta en problemas.— la gemela negó con su cabeza.

—No lo hará, tranquilo— abrazó el cuerpo de su hermano y besó su mejilla. Tras pensárselo un rato exclamó: —¿puedes ayudarme con algo?— Pietro la miró confundido pero comprendió a qué iba el asunto...

Al poco rato fueron interrumpidos por una presencia nada grata, quien los barría con expresión de superioridad.

—Hablemos de tu castigo...

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora