I.
Busqué cualquier cosa que coger y comprar. No podía simplemente entrar y salir sin comprar nada, claro está que después de haber permanecido dos horas oculto observando a la cajera. De locos, ¿verdad? Bueno, así me tiene ella. Esa chica tan jodidamente hermosa que está en el tercer cajero. Llevaba casi un mes actuando así.
Su pelo es ondulado, de un color rubio que parece teñido, pero igual se le ve bien. Le llega algo más debajo de los hombros. Su tono de piel es pálido. Obviamente, vivimos en Bradford, puede que alguna vez haga Sol, pero no suele suceder a menudo. A pesar de que yo soy moreno de piel. Sus ojos son de un azul claro como la mara en calma. Es simplemente hermosa. Suele llevar un, según yo, sexy uniforme. Es de color verde y blanco. Una falda de tubo verde oscuro hasta las rodillas, una blusa de botones blanca y sus Converse. En su placa está su nombre, ese que tan bien suena. Naya.
Ella pasa cada objeto-comida-cosa por aquella cosa que aun no sé su nombre. Le cobra a los clientes. Algunos la miran descaradamente y me da mucha rabia. Ella es mía.
Tomo lo primero que pillo y salgo hacia su caja, cuando observo a un baboso de unos quince años mirándola como si fuese un polvo de una noche. Celos activados.
—Niño, deja paso a los mayores o date prisa. —Le pido, mirando que solo lleva un paquete de papas.
—Relájate viejo. —Insulta despectivamente el mocoso.
—El viejo te da una que te atonta más. —Amenacé.
—Con el Richard no, viejo, ¿me entiendes? —Me encara con su fañosa voz, sacando pecho y echando los brazos hacia atrás. Oigo la risa de Naya, la más adorable de las risas.
—A ver, enano, cálmate y paga tus jodidas papas. —Gruñí.
Este niño me está tocando los cojones y no voy a poder aguantar por mucho más. Cojo aire, lo expulso y finjo una sonrisa. Ladeó mi cabeza y miró insistente al niño.
—Compra tus putas papas si no quieres llevarte una patada en los huevos, enano. —Digo ocultando mi molestia con un tono dulce y amable.
—Venga, anda, hay más clientes. —Pide pareciendo simpática Naya, con una sonrisa.
—Pues enséñame las tetas. —Se cruza de brazos haciendo gestos con su cabeza el puto Richard.
—Niño, te escacho la cabeza, ¿o qué? ¡A las mujeres se las respeta! —Incriminé.
—¡Eh, que no me grites, viejo de mierda!
Él intenta golpearme, pero claro, tengo veinte años y como que uno de quince no va a poder conmigo. Me hecho a un lado y su puñetazo ni me roza. Él me mira, parece que va a hacer una perreta. Pero me da. Fuerte. Duro. Contra mis bolas.
—¡Hijo de tu madre! —Grité con la voz de pito.
Por instintiva, mis manos viajan a mis pantalones, justo en mi entrepierna. Veo como se llevan al niñato los seguritas. Se ha quedado sin papas, por chulo. Pero claro, aquí estoy yo, sufriendo. Me caigo de rodillas al suelo, dramáticamente y me coloco en posición fetal. Muerdo mi labio, duele. Mis amigos suelen pegarme en las bolas, pero más flojo y con amor. No un puto niño de quince años que como me lo encuentre por la calle lo machaco.
Unas delicadas manos me ayudan a incorporarme en el suelo. No quiero abrir los ojos, pero el aroma a flores me hace hacer lo contrario. Me encuentro con sus ojos azules a centímetros de mí. Relamí mis labios y eché una pequeña sonrisa. Ella me devuelve el gesto, colocando un mechón de pelo detrás de su oreja.
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La cajera. Zayn Malik.
FanfictionSoy Zayn Malik y soy idiota, ¿cómo pude enamorarme de una cajera? 📌One shot. 1.7k.